¿Puede una nueva aplicación predecir la próxima pandemia?

Los científicos señalan que es solo cuestión de tiempo que otro virus mortal salte de animales a humanos y se vuelva viral. Una nueva base de datos global aspira a clasificar ese riesgo.

Por Sarah Elizabeth Richards
Publicado 7 abr 2021, 13:04 CEST
Un pangolín malayo trepa en el parque nacional Cuc Phuong

Un pangolín malayo trepa en el parque nacional Cuc Phuong, Vietnam.

Fotografía de Suzi Eszterhas, Minden Pictures

Cuando les preguntan sobre la posibilidad de futuras pandemias, los virólogos rara vez se andan con rodeos: vendrá otra. Es solo cuestión de tiempo.

De hecho, se estima que existen 1,7 millones de virus en mamíferos y aves, y casi la mitad podría seguir la trayectoria mortal del coronavirus responsable de la propagación de la COVID-19. Es decir, que podría saltar de animal a humano y dar pie a otra pandemia.

Encontrar formas de impedirlo es la motivación de un equipo de investigadores de la Universidad de California, Davis. Intentan ayudar a los científicos del mundo a determinar cuán peligroso podría ser cada uno clasificando las probabilidades de que se transmita entre especies y evolucione en una forma que pueda contagiarse fácilmente entre humanos. Este fenómeno poco entendido llamado «salto interespecífico» tiene un largo historial como causante de brotes, como el ébola, el MERS, el SARS y el VIH, el virus que causa el sida.

El equipo ha puesto en marcha una herramienta web llamada SpillOver. La aplicación evalúa 32 factores de riesgo —como la especie del virus, la especie del anfitrión y el país de detección— para generar una puntuación de riesgo de salto. «Analizamos virus que se sabe que pueden transmitirse de animales a humanos y aquellos recién descubiertos», afirma Zoe Grange, que trabajó en el proyecto como ecóloga posdoctoral especializada en enfermedades de la fauna en la UC Davis. Al señalar los denominados «virus preocupantes», la base de datos a disposición del público tiene por fin crear una lista de seguimiento para científicos y autoridades responsables.

La idea de una herramienta de clasificación se les ocurrió a Grange y su tutora, Jonna Mazet, epidemióloga de la Facultad de Medicina Veterinaria de la UC Davis, cuando paseaban por la playa en la primavera de 2017. Grange dice: «Nos preguntamos: "¿por qué no crear un informe crediticio para los virus?"».

La herramienta es un intento de dar sentido a una oleada de informes de nuevas secuencias de virus animales realizadas en el marco del proyecto PREDICT, una iniciativa de 238 millones de dólares dirigida por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional entre 2009 y 2019. En un reconocimiento profético pre-COVID-19 de la amenaza que suponen los virus transmitidos por animales salvajes, el programa creó un ejército mundial de 6800 cazadores de virus en 35 países. Algunos trabajadores tomaron muestras de sangre, saliva, orina o heces de murciélagos, roedores y primates, mientras que otros analizaron las secuencias genéticas de dichas muestras.

Descubrieron casi 900 virus nuevos, entre ellos 160 coronavirus y una cepa de ébola desconocida. También detectaron 18 virus zoonóticos desconocidos, como el virus de Lassa y el virus de Marburgo, que causan fiebres hemorrágicas. «Descubrimos muchos virus. Pero ¿qué nos dice eso?», afirma Grange, que ahora es la científica principal de protección sanitaria en Public Health Scotland. «No todos los virus causarán una pandemia».

La base de datos SpillOver está configurada de forma que los investigadores puedan añadir sus propios informes. «Queríamos crear una herramienta que todo el mundo pudiera usar. Pueden añadir los virus que han descubierto y hacer sus propias clasificaciones», explica Mazet.

En un estudio publicado esta semana, un equipo de investigadores dirigido por Grange y su equipo de la UC Davis empleó datos de casi 75 000 animales, así como registros públicos de detecciones de virus, para clasificar el potencial de salto de 887 virus de animales salvajes. El SARS-CoV-2, el virus responsable de la COVID-19, se situaba en segundo puesto por sus probabilidades de causar enfermedad y propagarse entre poblaciones humanas. Aunque los datos se basaban en informes limitados del virus en visones y tigres y leones de zoo, demostró que la herramienta de clasificación funciona. Ahora, la Organización Mundial de la Salud cree que es probable que el SARS-CoV-2 se propagara a los humanos bien directamente de un murciélago a un humano, bien a través de un animal intermediario, como un pangolín. El virus en primer puesto era el de Lassa, que es endémico en la población de roedores de África Occidental y causa fiebre hemorrágica, que mata al 1 por ciento de las víctimas.

La amenaza creciente del salto interespecífico

A diferencia de otras herramientas que evalúan el riesgo de un número limitado de virus, como el de la gripe, esta base de datos se centra en virus de 26 familias detectados en animales salvajes. Es un recurso útil para este campo, ya que el ritmo de los saltos interespecíficos está aumentando, afirma Raina Plowright, ecóloga de fauna en la Universidad del Estado de Montana que estudia la dinámica de las enfermedades entre poblaciones humanas y animales.

«Lo que me gusta es que piensan de forma muy amplia sobre los factores de riesgo, en particular la presión en el ecosistema donde reside el reservorio y la posible interacción que tienen los humanos con estos anfitriones», afirma. «Estamos invadiendo los últimos espacios salvajes y estamos más en contacto con los animales salvajes y extraemos recursos fundamentales que los animales necesitan para sobrevivir». Cuando el hábitat de los animales es limitado, se ven empujados a buscar comida en zonas más pobladas. Al igual que los humanos, cuando los animales están estresados son más vulnerables a enfermar y contagiar virus a los de su especie, a otros animales y, posiblemente, a los humanos.

Se desconoce cómo infectan a los humanos algunos de estos nuevos virus, una secuencia compleja que consiste en que un patógeno entre en las células humanas, se multiplique y se extienda en el cuerpo al mismo tiempo que evade al sistema inmunitario. Aunque algunos virus, como el de Nipah, pueden transmitirse de murciélagos a humanos, otros virus necesitan pasar por un proceso de adaptación para volverse contagiosos.

«Normalmente, un virus necesita varias mutaciones para ser transmisible a los humanos», explica Hector Aguilar-Carreno, virólogo de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Cornell que estudia inmunología viral. «Dependerá del virus. En algunos casos, quizá se necesiten una o dos mutaciones. Pero algunos necesitan 20 o más para dar los pasos necesarios para ser transmisibles o multiplicarse en el anfitrión». Algo que complica aún más este tema es si estas mutaciones tienen que ocurrir a través de un tercer animal, como se ha sugerido en el caso del SARS-CoV-2. El virus habría cambiado cuando, posiblemente, saltó a un pangolín y de nuevo cuando saltó a los humanos.

El valor de las listas de seguimiento

Debido a que estos posibles saltos interespecíficos son escurridizos, cabe plantearse qué hacer con toda esta información. Según Mazet, que fue la investigadora principal de PREDICT, los datos hacen que las autoridades responsables presten atención a los virus de alto riesgo. «Creamos esta herramienta porque no queríamos simplemente asustar al mundo diciendo que hay unos virus nuevos y que nadie sabe qué hacer con ellos», dice. «La herramienta es para crear listas de seguimiento para vigilarlos con todos los datos sobre cómo se exponen las personas».

Una situación posible: como las enfermedades transmitidas por los murciélagos pueden contagiarse a través del guano (en el que se ha detectado ARN de coronavirus), se puede recomendar a los agricultores que recogen guano como fertilizante que lleven equipo de protección individual o desinfecten el guano. «Quizá haya que hablar sobre medios de vida alternativos si es demasiado peligroso o encontrar prácticas nuevas y seguras», señala Mazet. Un resultado del proyecto PREDICT fue la creación de un libro llamado «Living Safely with Bats» —el animal más implicado en fenómenos de salto interespecífico viral— que se tradujo a 12 idiomas y se presentó en cientos de actos públicos en África y Asia.

Murciélagos que adoran la savia de las palmas datileras

Cuando la epidemióloga Emily Gurley trabajaba en Bangladés a principios de la década del 2000, su equipo consiguió utilizar información específica sobre la transmisión por murciélagos del virus de Nipah, un virus mortal sin tratamiento conocido, para ayudar a las aldeas a reducir el riesgo. Tras brotes desconcertantes del virus de Nipah, Gurley y sus colegas rastrearon el virus hasta los murciélagos de la fruta. (Antes, el virus había sido transmitido a los humanos por cerdos enfermos en Malasia.) En muchas zonas de Bangladés, beber savia fresca de palmas datileras se considera un manjar; resulta que a los murciélagos les encantaba chupar el chorro de savia a medida que fluía en los recipientes y, entre tanto, lo contaminaban al orinar o defecar.

«Desde esta vía de salto interespecífico, expusimos las pruebas de que esta era la ruta predominante de transmisión», explica Emily Gurley, que ahora es científica adjunta de la Facultad de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins. Sus esfuerzos dieron lugar a una campaña de educación pública para «beber savia más segura» que aconsejaba a los vecinos que instalaran redes para alejar a los murciélagos de los recipientes.

Aunque el programa PREDICT terminó en septiembre, Mazet dice que su objetivo era desarrollar la capacidad de los países para continuar con dicha vigilancia y conectar con las comunidades locales antes de que tuviera lugar el próximo salto y, posiblemente, la próxima pandemia. Una segunda iniciativa consiste en dedicarse a educar a los profesionales sanitarios de varias disciplinas en universidades de África y el Sudeste Asiático para que se centren en la prevención y detección de enfermedades. «Hay miles de virus por descubrir», dice.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

Ilustración del SARS-CoV-2

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