Cómo llegan las vacunas de la COVID-19 a los lugares más aislados del mundo
Con una neverita llena de vacunas contra la COVID-19 en la mano, el sanitario Nazir Ahmed buscaba en el mes de junio pastores y ganaderos nómadas entre las colinas al suroeste de Srinagar, ciudad del estado indio de Jammu y Cachemira.
Nazir Ahmed otea el horizonte desde una colina del estado indio de Jammu y Cachemira. A su alrededor se extiende un paisaje verde y accidentado. El sanitario escudriña el valle a sus pies buscando pastores cuidando a sus ovejas junto al sinuoso río. Colgando en su costado hay una neverita de color azul, un llamativo recordatorio de la labor urgente de Ahmed y su equipo: distribuir tantas vacunas contra la COVID-19 como les sea posible.
El equipo es uno de los muchos que están pateando, navegando, yendo en trineos de perros y más para distribuir las vacunas a las personas que viven en los rincones más remotos del mundo. No importa el aislamiento, todas las comunidades están amenazadas por el mortal virus. La pregunta no es si llegará, "el virus ya ha llegado a alguna de estas zonas", afirma Miriam Alía Prieto, la asesora de vacunación y respuesta ante brotes de Médicos Sin Fronteras.
Aunque el número total de casos de COVID-19 en áreas remotas es pequeño comparado con las ciudades, los riesgos que entraña una infección de coronavirus son mucho más graves, continua Prieto. Muchos habitates rurales tienen un acceso limitado o, directamente, no lo tienen a instalaciones de cuidados intensivos o respiradores, uno de los pocos tratamientos que ayudan a los pacientes a medida que le enfermedad se infiltra en sus pulmones. Prieto recuerda un reciente viaje de cinco días en barco por los ríos de Perú para llevar bombonas de oxígeno a una comunidad que las necesitaba.
Es más, la ola de nuevas variantes que se expanden por el mundo ha puesto en evidencia los riesgos de permitir que el coronavirus - o cualquier otro virus- de expanda como un incendio en verano. Cuanta más gente se infecte, mayores son las probabilidades de que el virus mute, pudiendo transformarse en un enemigo peor. El lema que adoptó gran parte de la comunidad sanitaria al principio de la pandemia es más relevante que nunca: nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo.
Un pasto recibe una dosis de COVISHIELD - una vacuna contra la COVID-19 hecha en por el Instituto Serum de la India- durante una campaña de vacunación en el territorio indio de Jammy y Cachemira. La desinformación sobre la seguridad y efectos de la vacuna han sido un obstáculo más para los sanitarios de la región.
No es la primera vez que los sanitarios viajan a lo largo y ancho del mundo para distribuir vacunas, pero el volumen y la urgencia de los esfuerzos de vacunación actuales no tienen parangón en la historia contemporánea. "Nunca hemos tenido una pandemia que se pudiera combatir con una vacuna", dice Prieto.
Retos duros y terreno duro
Los retos de la distribución de las vacunas empezaron mucho antes de que se aprobaran los chutes, cuando los países ricos reservaron grandes pedidos a las empresas farmaceúticas y empujaron a otros al final de la cola de distribución. Hasta el 13 de agosto de 2021, se habían administrado cerca de 4 600 millones de dosis de las vacunas en todo el mundo, y cerca del 31 por ciento de la población mundial había recibido por lo menos una dosis. Pero, solo el 1,2 por ciento de esas personas vivían en países de bajo pode adquisitivo.
Muchos países africanos, por ejemplo, siguen sin tener dosis suficientes para vacunar si quieres a sus trabajadores esenciales, denuncia Prieto. En la República Democrática del Congo, un país con casi 90 millones de habitantes, todavía no llegan al ratio de una dosis por cada 100 personas.
Un todoterreno lleva vacunas cerca de Jari, un pueblo de Zimambue, en febrero de 2021 durante el inicio de la campaña de vacunación regional. Aunque los ratios de vacunación han crecido en los últimos meses, el número total de dosis inyectadas sigue siendo bajo. Solo el 13 por ciento de la población de un país con 14,9 millones de habitantes ha recibido una dosis.
La alianza COVAX (un proyecto conjunto de vacunación mundial impulsado por la Organización Mundial de la Salud, la alianza para la vacunación Gavi y la Coalición para la Innovación en la Prevención de Epidemias- se puso en marcha en abril de 2020, con la audaz misión de asegurar que todos los países tuvieran un acceso justo y equitativo a la vacuna contra la COVID-19. Pero la organización sufre para recopilar suficientes viales y financiación para poder llegar a los brazos de todos.
Llevar vacunas a zonas rurales tiene todavía más retos. En países donde las vacunas son escasas, los grandes cargamentos se suelen consumir en las grandes ciudades antes de que algún vial pueda escaparse a las regiones circundantes y comunidades rurales, dice Prieto.
En algunos países, especialmente en países más ricos, las dosis llegan poco a poco a las personas que viven más alejados de los grandes centros urbanos. En Estados Unidos, por ejemplo, una serie de aviones, taxis acuáticos o, incluso, trineos tirados por perros han ayudado a llevar vacunas a las comunidades rurales y nativas de Alaska, que tienen un riesgo especialmente alto de sufrir un cuadro grave de COVID-19. En Colombia, algunos equipos han montado expediciones de vacunación a las zonas rurales para asegurarse de inmunizar a las personas mayores.
Pero, todos estos esfuerzos se encuentran con un mismo obstáculo. La vacunas contra la COVID-19 (como muchas otras vacunas) tienen que conservarse en frío hasta casi el momento de ser inyectadas, lo que requiere que caros envíos y el almacenamiento tenga un control de temperatura que encarece la operación. Además, cuanto más te alejan los equipos de las ciudades, menos constante es la electricidad o, directamente, no hay.
Personal del ejército de Perú llevan con cuidado cajas llenas con vacunas de Oxford-AstraZeneca a través de la región de los Andes el 21 de abril de 2021. La falta de acceso a la sanidad y los bajos ratios de vacunación han llevado al país a tener la incidencia de muertes por 100 000 habitantes a causa de la COVID-19 más alta del mundo.
Para mantener frías las vacunas, los transportistas meten las dosis en neveritas llenas de hielo. Después hay que mantener a salvo las neveritas durante el trayecto. Muchas veces se atan en la parte de atrás de motos, señala Prieto, pero si las carreteras son impracticables, los equipos siguen a pie. Algunas veces, las neveritas se llevan colgadas de palos que llevan dos personas, añade.
A pesar de todos estos esfuerzos, el reloj no para. Si no se abre la neverita, el equipo suele tener entre tres y cinco días antes de que haya que inyectar las dosis o haya que reponer el hielo de dentro, continua contando Prieto.
Otro importante reto para la vacunación contra la COVID-19 en las zonas rurales es que las inyecciones las tiene que poner el personal sanitario. Esto es una gran diferencia frente a otros procesos de vacunación globales como fueron la lucha contra el polio o el cólera, cuya inmunización se podía hacer por vía oral sin necesidad de formación previa para su administración. Prieto señala que esta puede ser un de los principales factores para la erradicación del polio en África: "Lo podían llevar puerta a puerta gente de la comunidad -madres, profesores- sin necesidad de personal médico".
Pese a todo, los trabajadores sanitarios han estado a la altura del reto que ha supuesto la COVID-19. Para reflejar esta hercúlea tarea, National Geographic ha seleccionado imágenes de todo el mundo en las que se ve cuán lejos han llegado los sanitarios para conseguir acabar con esta pandemia.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com