¿Cómo terminará la pandemia? Las claves están en la experiencia científica de los brotes del pasado
La respuesta depende de muchos factores, siendo la naturaleza global de la crisis posiblemente el factor más importante.
Un trabajador sanitario atiende a personas que acuden a hacerse pruebas de COVID-19 en Houston, Texas (Estados Unidos).
Tras meses de logros y datos esperanzadores, la aparición de la variante Delta de la COVID-19 y lo que en España se conoce ya como la quinta ola, parece que de nuevo se aleja la luz al final del túnel pandémico.
En mayo, a medida que avanzaban los procesos de vacunación, los casos de coronavirus caían en muchas partes de Europa (hubo días en España o Reino Unido sin muertos por COVID), Estados Unidos y Oriente Próximo. Con estos datos los gobiernos abrieron la mano, quitando mascarillas en exteriores, ampliando aforos y levantando restricciones. Pero en muchos casos la alegría duró poco. En julio, los ritmos de vacunación se ralentizaron en muchos países y nuevas variantes más transmisibles del virus tomaban el protagonismo de la pandemia. Ante este panorama, cambiante como siempre el último año y medio, las autoridades sanitarias volvieron a imponer mascarillas, establecieron de nuevo restricciones turísticas y retomaron los toques de queda a la vez que aceleraban el proceso de vacunación de grupos de población más jóvenes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia el 11 de marzo de 2020. Tras 17 meses de angustia y caos, muchos se preguntan: "¿Cuándo acabará la pandemia?".
"Incluso dentro de la comunidad científica te darán respuestas muy diferentes", afirma Rachael Piltch-Loeb, investigadora y miembro de Programa de Preparación, Evaluación y Prácticas de Emergencias del Colegio de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard (EE. UU); "no hay una definición exacta que lo que significa el fin de la pandemia".
Una pandemia es por definición una crisis global. El fin de algunas de las medidas sanitarias y restrictivas "dio a la gente una sensación de que lo peor ya había pasado", explica Piltch-Loeb. La euforia local no les dejó ver la realidad mundial, que sigue siendo desoladora.
"Hasta que este [virus] esté controlado o más limitado a nivel global, va a seguir aquí", continúa la experta de Harvard. Eso significa que declarar el "fin" de la pandemia puede ser un objetivo a largo plazo, que requerirá diferentes condiciones dependiendo a quién preguntes.
¿Qué camino siguen las enfermedades?
Cuando una enfermedad con impacto a nivel mundial se limita a una sola zona, deja de ser una pandemia y se transforma en epidemia, según la OMS. Si la COVID-19 continúa siendo global pero la OMS cree que sus "niveles esperados o normales", la organización declarará la enfermedad como "endémica".
En ese punto, el SARS-CoV-2 se convertirá en un virus corriente que tendrá "menos efectos a medida que vayamos construyendo inmunidad", dice Saad Omer, epidemiólogo y director del Instituto de Salud Global de la Universidad de Yale (EE. UU).
En los registros históricos, solo hay dos enfermedades que afectaban a humanos u otros animales han sido erradicadas: la viruela, una enfermedad mortal que cubría al paciente con ampollas dolorosas, y la peste bovina, una infección viral que mataba el ganado. En ambos casos, una intensa campaña de vacunación a nivel global consiguió detener las enfermedades. El último caso de confirmado de peste bovina se detectó en Kenia en 2001, mientras que el último infectado de viruela se registró en Reino Unido en 1978.
Joshua Epstein, profesor de epidemiología del Colegio Universitario de Salud Pública Global de Nueva York (EE. UU) y fundador de su Laboratorio de Modulado Basado en Agente, argumenta que la erradicación es tan rara que el término debería ser desterrado del vocabulario de las enfermedades. Las enfermedades "se retiran a sus reservas animales, o mutan a un perfil más bajo", asegura; "pero no es normal que literalmente desaparezcan de la bioma global".
“"No hay una definición exacta que lo que significa el fin de la pandemia."”
Los virus causantes de pandemias del pasado siguen con nosotros. Más de 3000 personas cogieron la bacteria que causó la peste, tanto bubónica como neumónica, entre 2010 y 2015, según la OMS. Y el virus causante de la pandemia de gripe de 1918, conocida como gripe española y que arrasó el mundo provocando 50 millones de muertes, terminó mutando a variantes menos letales, y sus descendientes se convirtieron en cepas de la gripe estacional.
Al igual que la gripe de 1918, es posible que el virus SARS-CoV-2 seguirá mutando y el sistema inmunológico humano terminará por adaptarse y defenderse de él sin necesidad de vacunas, pero en el proceso muchos enfermarán y muchos morirán. "Desarrollar la inmunidad a las bravas no debería ser una solución que contemplemos", dice Omer.
Encontrar maneras de ralentizar la difusión de una enfermedad y controlar sus efectos es, para los expertos, de largo el mejor camino. Por ejemplo, hoy en día un control de plagas y la higiene mantiene la peste bajo control, mientras que el resto de casos se pueden tratar con antibióticos.
Para otras enfermedades, como la gripe, las vacunas también pueden marcar la diferencia. Las vacunas para la COVID-19 que tenemos disponibles, son muy seguras y efectivas, lo que significa que, conseguir vacunar a la suficiente gente puede poner fin a la pandemia más rápido y con un ratio de mortalidad más bajo que solo con infecciones naturales.
Necesitamos vacunas para todos
El director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, volvió a insistir en el objetivo de vacunar al menos al 10 por ciento de la población de cada país en septiembre, llegando al 40 por ciento de inoculados por país a finales de año y al 70 por ciento a mediados de 2022.
Hasta la fecha, solo el 28 por ciento de la población mundial ha recibido al menos una dosis de una vacuna contra la COVID-19. La distribución de vacunas sigue siendo muy desigual. La Unión Europea tiene casi tres cuartas partes de su población mayor de edad al menos parcialmente inoculada; en EE. UU, el 68 por ciento de las personas de más de 12 años ha recibido una dosis.
Pero muchos países que han perdido muchas vidas por la COVID-19 - incluidas Indonesia, India y muchos países de África- van a un ritmo mucho más lento. Esto se debe, en parte, a que Covax, el programa apoyado por Naciones Unidas para distribuir vacunas por todo el mundo, ha tenido problemas para adquirir y distribuir vacunas en los países más pobres. Esta semana, la OMS pidió a los países ricos que donaran dosis de vacunas a los países pobres antes de poner una tercera ronda a sus ciudadanos.
Incluso en los países con suficiente suministro, el ritmo de vacunación se ve lastrado por las reticencias de algunos y la desinformación. Aunque en España el ritmo de vacunación se mantiene en un crecimiento más o menos constante, en EE. UU el número de vacunas diarias se ha estancado en los 615 000 pinchazos diarios, un descenso del 82 por ciento con respecto al pico de vacunación que se alcanzó el 13 de abril. Aunque es cierto que la vacuna no es totalmente efectiva (como ya se sabia), los datos globales indican que la incidencia y los casos hospitalarios son más en las zonas con menor ratio de personas vacunadas.
Con más oportunidades de extenderse y mutar, el virus ha desarrollado nuevas variantes que no solo son más contagiosas sino, también, más evasivas. La variante Delta es la más contagiosa detectada hasta la fecha. Esta cepa se detectó por primera vez en India, donde provocó una de las peores olas del mundo. Desde hace unas semanas, Delta está causando estragos en Indonesia; un estudio de anticuerpos apunta que más de la mitad de la población de Yakata, la capital, se ha infectado. Algunos estudios preliminares también apuntan a que la variante Lambda podría ser más resistente a las vacunas.
La complejidad de luchar contra un virus de mutación rápida "significa que a veces damos dos pasos para adelante y uno para atrás", dice Michael Osterholm, director del Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota (EE. UU).
¿Quién dice que esto se ha acabado?
Para los científicos e historiadores, hay otra opción: que la gente decida que la pandemia ha terminado mucho antes de que las autoridades lo declaren.
Ya pasó en el pasado. La gripe de 1918 estalló en el ocaso de la Primera Guerra Mundial y, a medida que terminaban los combates, había "una sensación de querer poner fin a toda la década y abrazar el futuro", asegura Naomi Rogers, profesora de historia e historia de la medicina de la Universidad de Yale (EE. UU). La gente entró en Los Felices Años 20 pese a que la gripe seguía campando a sus anchas por el mundo.
Si la sociedad intenta declarar el fin de la pandemia antes que la ciencia, tendremos que aceptar las duras consecuencias, incluidas las muertes. Ese ha sido el caso de las pandemias del pasado. La gripe ya no se considera una pandemia, es una enfermedad endémica; en la campaña 2018-2019 murieron 6300 personas en España, pero en la campaña anterior, la cifra se disparó a unos 15 000 fallecidos, según datos oficiales del Instituto de Salud Carlos III.
"Si podemos reducir el número de muertes a cierto nivel y retomar nuestras vidas con normalidad, se podría decir que la pandemia ha 'terminado", dice Jagpreet Chhatwal, científico del Hospital General de Massachusetts (EE. UU). De nuevo, las vacunas marcarán la diferencia. El número de muertos en las zonas con más porcentaje de población vacunada empiezan a estabilizarse por lo bajo.
A nivel nacional, las autoridades sanitarias irán aportando información de cuando la enfermedad alcanza el estado de endémica, lo que podría abrir el camino a la vuelta a algo parecido a la vida normal, independientemente de lo que ocurra a nivel global.
"Queremos volver a como era antes del COVID", asegura Andrew Azman, epidemiólogo del Colegio Johns Hopkins Bloomberg School de Salud Pública; "no va hacer falta que la OMS diga que la pandemia se ha terminado para que la gente lo haga".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com