Unos huesos infantiles arrojan luz sobre el misterio sobre un pariente de la humanidad
La antropóloga Marina Elliott, sentada a la entrada del sistema de cuevas Rising Star de Sudáfrica. Su equipo descubrió los nuevos restos en un pasaje remoto de la red de túneles de la cueva.
Enclavada en una estrecha grieta a unos 45 metros bajo tierra en el sistema de cuevas Rising Star de Sudáfrica, Becca Peixotto se escurrió entre las paredes rocosas para abrirse paso por un recodo. Centímetro a centímetro, retorció su cuerpo a través del retorcido pasaje, llegando a ponerse casi boca abajo para llegar a un pequeño saliente donde le esperaba un tesoro científico: dientes y fragmentos de hueso infantiles de hace más de 240 000 años, un enigmático pariente humano conocido como Homo naledi.
Este gran hallazgo de la evolución humana se suma a los casi 2 000 huesos y dientes de H. naledi recuperados en la cueva Rising Star desde que los espeleólogos se tropezaron con los primeros fósiles en 2013. Los restos infantiles -que se calcula que murió entre los cuatro y los seis años- incluyen seis dientes y 28 fragmentos de cráneo.
Ninguno de estos descubrimientos ha sido fácil, debido sobre todo a las aterradoras caídas verticales y a las estrechuras, tan pronunciadas, que obligan a los espeleólogos a tomar aire para comprimir sus cajas torácicas. Dicho esto, los recientes ejercicios de contorsionismo ejecutados por Peixotto, arqueóloga de la American University de Washington, D.C., en Estados Unidos, y los miembros de su equipo han sido algunos de los más desafiantes hasta la fecha.
La laberíntica aventura para descubrir los restos del niño, apodado "Leti" por la palabra setswana que significa "perdido", pone de relieve una pregunta acerca de estos misteriosos parientes humanos que ya se ha vuelto repetitiva: ¿Cómo y por qué se adentraron tanto en esta oscura y retorcida cueva?
"Ninguno de los que participamos en este proyecto esperaba encontrar huesos de naledi en estas situaciones", dice John Hawks, paleoantropólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos. "Estamos entrando en lugares que están a metros y metros de profundidad por pasajes imposibles".
El descubrimiento del niño, descrito en un nuevo estudio publicado en la revista PaleoAnthropology, fue parte de un esfuerzo realizado en 2017 y 2018 para explorar los tramos más profundos de la cueva. El equipo cartografió más de 300 metros de nuevos pasadizos y detalló el sistema laberíntico en un segundo estudio. El trabajo reveló solo una entrada desde el sistema de cuevas más amplio al subsistema Dinaledi, donde se han encontrado la mayoría de los restos de H. naledi. Los últimos restos son los más profundos encontrados hasta ahora en el subsistema, depositados a más de 30 metros de su apertura.
Los descubrimientos sugieren que los restos pueden haber sido traídos deliberadamente por otros H. naledi como forma de deshacerse de sus muertos, según apuntan los autores del estudio. "No podemos ver ninguna otra razón para que el cráneo de este pequeño niño esté en semejante posición, tan peligrosa y extraordinariamente difícil de alcanzar", dijo el líder de la expedición Rising Star, Lee Berger, paleoantropólogo de la Universidad de Witwatersrand de Sudáfrica y explorador de National Geographic, en una conferencia de prensa sobre el hallazgo.
Sin embargo, hay científicos, que no han participado en el estudio, que aún no están convencidos. El hecho de que los H. naledi llevaran a sus muertos a la cueva tiene una gran importancia para los paleoantropólogos y arqueólogos. Este tratamiento intencional de los difuntos implica un nivel de complejidad cultural que antes se consideraba exclusivo de nuestra especie, el Homo sapiens.
"Nuestra reacción ante la muerte, nuestro amor por otros individuos, nuestros lazos sociales con ellos: ¿en qué medida son rasgos que dependan del hecho de ser humanos?" se pregunta Hawks.
Todo un gimnasio geológico
La desconcertante mezcla de rasgos modernos y antiguos de H. naledi entusiasmó a los científicos tras el anuncio del descubrimiento de la especie en 2015, demostrando que la evolución humana es más compleja de lo que se pensaba. Pero uno de los aspectos más sorprendentes sobre estos homínidos de baja estatura es lo difícil que ha sido recuperar sus restos y, por tanto, lo difícil que debió de ser para ellos aventurarse tan profundamente en la cueva.
La cámara Dinaledi de la cueva contiene los restos de al menos 15 Homo naledi, uno de los cuales se muestra en un esqueleto compuesto arriba.
El primer equipo de excavación, formado en 2013, estaba compuesto por seis científicas, todas ellas expertas espeleólogas y, lo que es más importante, lo suficientemente pequeñas como para caber en el gimnasio geológico de la cueva. A lo largo de los años, las expediciones financiadas en parte por la National Geographic Society han reunido al menos 20 ejemplos de H. naledi, 15 de los cuales se encontraron en una sola cámara del subsistema de Dinaledi.
Tales concentraciones de cadáveres suelen ser el resultado de una "trampa mortal", una caverna subterránea que se abre a la superficie y en la que pueden caer animales o personas desprevenidas. Pero estas trampas matan a una gran variedad de animales, como el menagerie (o conjunto de fieras) encontrado en el interior de la cueva sudafricana de Malapa, mientras que la gran mayoría de los huesos de Rising Star son exclusivamente de H. naledi.
Según el equipo del estudio, muchas otras explicaciones sobre cómo acabaron los restos en la cueva también se quedan cortas. Es poco probable que los carnívoros arrastraran al H. naledi a la cueva, porque los huesos no presentan signos de marcas de dientes. Los restos tampoco parecen haber sido arrastrados por el agua hasta la cueva, ya que algunas partes del cuerpo se encontraron casi intactas, incluida una mano con los huesos dispuestos como lo harían en vida: con la palma hacia arriba y los dedos curvados hacia dentro.
Marina Elliott explora una cámara lateral con la paleontóloga Ashley Kruger durante la expedición de 2013. Elliott fue una de las seis científicas de la expedición con la habilidad y el físico necesarios para llegar a la cámara de Dinaledi.
Sin embargo, la entrada en la cueva habría sido peligrosa, especialmente con un cadáver a cuestas. Una inspección minuciosa del único punto de entrada del sistema sugiere que en la época de los H. naledi había dos formas de bajar: una caída casi vertical de 12 metros conocida como tobogán, o una red de grietas apenas transitables en una de las paredes del tobogán.
El equipo propuso inicialmente que los H. naledi se deshacían de sus muertos en la caída vertical que conducía a la cámara. Pero las excavaciones adicionales revelaron tres lugares, incluido el recién descubierto, que se encontraban a mayor profundidad en la cueva.
"Estos son lugares en los que el material óseo del Homo naledi no podría estar presente a menos que el Homo naledi estuviera también en este subsistema, lo que significa que los Homo naledi vivos bajaban por el vertedero y entraban en esta cueva", dice Hawks.
Una nube de preguntas
Son varios los científicos que también tienen dudas al respecto. La cartografía y los nuevos huesos encontrados "no demuestran todavía que los restos hayan sido depositados deliberadamente por otros humanos", escribe en un correo electrónico Paul Pettitt, arqueólogo de la Universidad de Durham (Reino Unido), añadiendo que el último hallazgo "lo hace más probable".
Él y otros investigadores sugieren que todavía hay explicaciones alternativas que deben ser descartadas. Quizá los homínidos utilizaban las cuevas para algún fin concreto y murieron allí, dice Aurore Val, postdoctorada de la Universidad de Tubinga, en Alemania.
Señala a los babuinos, que a menudo pasan las noches -y a veces mueren- en las cuevas. Los babuinos muertos suelen ser muy jóvenes o viejos, y mueren por diversas causas naturales, como las enfermedades, dice. En un estudio reciente, Val y sus colegas encontraron una distribución similar de jóvenes y viejos entre los restos de H. naledi en Rising Star y los babuinos de la cueva de Misgrot, también en Sudáfrica. "No digo que hayamos resuelto el problema", dice Val. "Pero creo que vale la pena explorarlo".
Los científicos acaban de empezar a desvelar los numerosos secretos del sistema de cuevas de Rising Star, y están entusiasmados con lo que puede quedar por descubrir.
También es necesario un trabajo más detallado para documentar a fondo la geología de la cueva y cómo ha cambiado a lo largo de los milenios. Y la datación de Leti y otros fósiles recién descubiertos también podría ayudar a precisar cómo era la cueva cuando se depositaron los restos de los homínidos, dice Andy Herreis, paleoantropólogo y geoarqueólogo de la Universidad de La Trobe (Australia) y explorador de National Geographic. "Las cuevas son lugares complejos", escribe en un correo electrónico. "Los pasajes se abren y las entradas se derrumban a través del tiempo".
Aunque la cueva ha cambiado algo, incluyendo desprendimientos de rocas y el estrechamiento de algunos pasajes por la acumulación de depósitos minerales, los análisis anteriores del equipo sugieren que la estructura primaria del subsistema de Dinaledi ha permanecido bastante estable durante cientos de miles de años, dice la autora del estudio Marina Elliott, antropóloga de la Universidad Simon Fraser (Canadá) que dirigió las excavaciones de la cueva entre 2013 y 2019.
Sin embargo, el debate seguramente está lejos de haber terminado. La confirmación de que los H. naledi se enfrentaban a los sinuosos pasadizos de la cueva para deshacerse de sus muertos supondría un gran cambio de mentalidad para muchos científicos. Los Homo sapiens son la única especie viva que entierra deliberadamente a sus muertos, aunque algunos neandertales también pueden haber realizado estas prácticas.
Tal vez no sea tan sorprendente que otros homínidos se deshagan deliberadamente de sus muertos, dice Elliott.
"Como humanos, nos gusta mucho sentirnos especiales y no nos gusta nada que otras especies se entrometan en ello", afirma. Pero muchos de los rasgos que los científicos consideraban definitorios del Homo sapiens, como la fabricación de herramientas, han demostrado ser compartidos con otros homínidos y primates.
Elliott reconoce que muchas preguntas siguen sin respuesta, y el par de nuevos estudios parece profundizar el misterio. "Pero eso es obviamente bueno", dice. "Eso nos da mucho que trabajar".
La National Geographic Society, comprometida con el descubrimiento y la protección de las maravillas de nuestro mundo, ha financiado el trabajo de Lee Berger. Más información sobre el apoyo de la Sociedad a los exploradores.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.