Benzodiacepinas: la adicción camuflada del consumo de ansiolíticos en España
Colección de las benzodiacepinas (ansiolíticos) más usadas en España. En 2021, un promedio de 110 españoles por cada mil habitantes consumió al menos una dosis de benzodiacepinas al día.
Belén tenía 23 años cuando, en la Noche de Reyes de 2018, decidió autoregalarse lo que por entonces consideraba lo más práctico para su vida: una sobredosis de ansiolíticos bañados en alcohol. “Así, dejo de ser un problema para mi familia, para mi novio y para mí misma”, me dice que pensó. Poco después de empezar a nublársele las letras del WhatsApp, se quedó dormida con el teléfono en la mano. Abrió los ojos con la cabeza en los pies de la cama, un ataque de ansiedad de proporciones inéditas, y una certeza: enfiló corriendo el pasillo para despertar a su madre y ponerla al corriente de las novedades que traía la vida. “Se acabaron las tonterías, si esta vez he fallado, la próxima vez que lo intente no será un juego, la vida me ha dado una segunda oportunidad. No me voy a morir”, le contó llorando. Cinco años después de aquello, en una cafetería al abrigo de la lluvia de Madrid, el rostro rebosante de orgullo de Belén es el último que uno imaginaría encontrarse en una entrevista con un máximo exponente de a lo que puede conducir la adicción a las drogas. En este caso, a las benzodiacepinas.
Entre los efectos del clonazepam están el de disminuir la irritabilidad y la ansiedad gracias a su efecto tranquilizante e incluso somnífero. También suele usarse para controlar ciertos tipos de convulsiones. Uno de sus nombres comerciales más populares en España es Rivotril.
Para la joven, los ansiolíticos eran a la vez la solución y el problema. "De adolescente, con los ansiolíticos descubrí la panacea. Yo no quería pensar, porque mis pensamientos eran malos, y cuando descubrí las benzodiacepinas pensé 'esto es lo mío, ya voy a dejar de pensar, ya voy a dejar de estar loca, he encontrado mi cura".
No está sola: según el Ministerio de Sanidad, más de un tercio de los españoles tiene problemas de salud mental, siendo los más habituales los denominados Trastornos Mentales Comunes, como la ansiedad (con una prevalencia del 6,7% de la población, 8,8% en mujeres, 4,5% en hombres). En 2021, un promedio de 110 españoles por cada 1000 habitantes consumió al menos una dosis de benzodiacepinas al día. Somos el país del mundo con mayor tasa de consumo de ansiolíticos, sedantes e hipnóticos por cada 1000 habitantes, según el último informe de la ONU, a través de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (Bélgica y Portugal son segundos con 84 y 80 consumidores diarios respectivamente).
Belén es un ejemplo superlativo del peor derrotero imaginable al que puede conducir la adicción al Orfidal (lorazepam), Valium (diazepam) o Trankimacin (alprazolam), por citar algunos de los nombres comerciales de los ansiolíticos más populares. Aunque el consumo en jóvenes ha aumentado en los últimos años, el perfil mayoritario sigue siendo el de mayores de 50 años, con mayor prevalencia en mujeres que en hombres. Según el sindicato CSIF, casi la mitad de los empleados públicos en España consume ansiolíticos a diario.
El bromazepam, cuyo nombre comercial más popular es el de la marca Lexatin, es uno de los ansiolíticos más consumidos de España.
En el caso de Belén, el cóctel de antidepresivos y ansiolíticos (y la creciente tolerancia y aumento de dosis) fue el combustible de una montaña rusa de estados de ánimo, trastornos mentales y tendencias adictivas que arrastraba desde los cuatro años. "Si no hubiesen sido las benzodiacepinas, me habría enganchado a otra cosa". El problema está en el sigilo con el que los ansiolíticos se adueñaron de su vida sin que nadie de su entorno tuviera sospecha alguna. O sí, pero completa indiferencia. Al fin y al cabo, sólo son ansiolíticos ¿no?
Todo el mundo toma ansiolíticos ¿Qué podría pasar?
Me cito con Jesús Poveda, una eminencia de la psiquiatría, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid desde 1995. Según me cuenta, el problema de base es que en los últimos años se ha producido una simplificación de la medicina, “en cuanto a su mercantilización, utilidad y visión presupuestaria, como si el acto médico sólo fuese una cosa que se puede cuantificar. Basta ya de pensar que los fármacos son la última solución”, comenta el también psiquiatra del Atlético de Madrid. Acto seguido, Poveda señala una de las estatuas que nos rodean en el restaurante del Círculo de Bellas Artes: “Si a la medicina le quitas el arte, entramos en unas dinámicas de escasez de tiempo y de recursos".
Este profesional con décadas de experiencia en el hospital madrileño de la Paz asegura que el caso de adicción a los ansiolíticos de Belén es un escenario muy habitual. “Probablemente fuese una persona con una baja tolerancia a la frustración, seguramente generada por una infancia en la que, en cuanto había un problema, se resolvía farmacológicamente. Esta persona, al llegar a la adolescencia, empieza a ser tratada con fármacos y a los 18 años ya no le hacen nada", me dice Poveda, que asegura que lleva años sin tomarse vacaciones en Navidades; “es el momento del año con más intentos de suicidio, tanto Nochebuena como Reyes”. Poveda calcula que ha podido expedir cerca de un millón de recetas en toda su vida: "Yo soy pro fármacos, pero con un sentido de controlar el síntoma para ir más allá del síntoma; las medicinas deben ser complementarias, no alternativas".
Jesús Poveda De Agustín, psiquiatra: "Los recursos para terapias dejan mucho que desear en la sanidad pública. Tratamientos que se necesitan en, como mucho 24 o 48 horas, se prolongan tanto que luego son ineficaces. Que esto pase en la Justicia o en el Tribunal Constucional, pues no pasa nada; en cambio en la Medicina se paga en vidas humanas".
¿Cuál es la responsabilidad del laboratorio farmacéutico?
En cuanto a la teoría de que la problemática del abuso de ansiolíticos en España es culpa del afán de lucro económico de las compañías farmacéuticas, Poveda tiene sus dudas: "Sí, alguna vez me he encontrado con representantes de un laboratorio (suelen esperar a última hora, cuando ya vas a cerrar consulta), pero creo que esto es algo más del pasado: cuando acabé la carrera, sí que recuerdo una presión muy alta. Te podían llegar a pagar un viaje a África o montarte un congreso, pero ahora no es tan intenso como antes, todo eso está más regulado".
"Uno tiene que tener la suficiente formación y personalidad como para no depender del laboratorio", dice el médico que, confiesa, una vez rechazó un ofrecimiento de 10 000 euros por parte de un paciente que, en pleno proceso de divorcio, quería que mintiera y certificase que su esposa estaba tomando psicofármacos.
No obstante, el poder de las farmacéuticas es innegable en ciertos campos que escapan al control del profesional médico. "Los laboratorios quieren mejorar la situación social, pero también mejorar sus cuentas. A veces me da rabia, y entro en alerta, cuando un fármaco que sé que está funcionando (y que receto desde hace 10 años) desaparece de la farmacia porque un laboratorio mayor lo ha comprado y lo ha retirado del mercado". Poveda asegura que en estos momentos está teniendo lugar una "guerra de laboratorios", y pone como ejemplo la retirada de ansiolíticos como el tepazepan, conocida por tener una dosis muy baja de benzodiacepinas.
Antonio Cano, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, asegura con rotundidad que en la actualidad las multinacionales farmacéuticas no ganan dinero con los psicofármacos, sino con las fármacos nuevos para el cáncer, mucho más costosos de investigar y producir. "Hoy en día, una benzodiacepina está tirada de precio. Aunque se vendan millones, no viven de eso. No invierten en eso cuando se vende solo", me dice por teléfono.
El diazepam y lorazepam son las benzodiacepinas más conocidas en España (sobre todo bajo las marcas comerciales de Valium y Orfidal, respectivamente). Tienen propiedades ansiolíticas, sedantes e hipnóticas. En la imagen se ve una tableta de lorazepam, el ansiolítico más consumido de España (25% del total de benzodiacepinas recetadas), según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).
¿De quién es la culpa del alto consumo de benzodiacepinas en España?
Comparado con cifras de 2010, el consumo de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes ha subido un 10% en España (de 82,50 dosis diarias por 1000 habitantes a de 93,04 dosis diarias por 1000 habitantes en 2021), según la Agencia Española del Medicamento (AEMPS). Antonio Cano asegura que en España tenemos “una doble problemática”: la adicción a las benzodiacepinas, y que los especialistas sólo saben resolver los problemas emocionales y de salud mental con psicofármacos que, “en lugar de resolver los problemas, los cambian y taponan”. Cano, que ha sido presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, tiene identificada una batería de factores importantes que influyen en el abuso que hacemos de las benzodiacepinas:
- Atención primaria: Los médicos de la atención primaria no tienen los conocimientos apropiados, hay sobreabundancia de pacientes y en muchas ocasiones la única herramienta que tienen es la prescripción farmacológica. “¿Qué puede hacer un médico en cinco minutos? ¿Cuál es su formación? El médico no está formado en trastornos mentales ni problemas emocionales”, comenta Cano, quien asegura que sólo el 0,9% de los pacientes reciben tratamiento psicológico.
- Falta de psicólogos: Cada año salen 200 plazas de psicología clínica a concurso para 4000 aspirantes. A pesar de que el tratamiento psicológico es “el preferido por la población, es muy difícil de conseguir”. Sólo hay seis psicólogos clínicos por cada 100 000 habitantes, (la media europea es 18), y la lista de espera es de seis meses. Los que tienen la suerte de conseguir uno, se encuentran con ayuda insuficiente (“¿aprenderías a conducir si te dejaran un coche 20 minutos cada seis semanas?”) y una derivación al psiquiatra (los psicólogos no pueden prescribir fármacos).
- Atención psiquiátrica: La mayoría de los psiquiatras que están en el departamento de salud mental se especializan en trastornos mentales graves. “La ansiedad y la depresión son trastornos mentales comunes. Por lo general, los psiquiatras lo que hacen es cambiar la medicación y devolver al paciente a atención primaria para que haga el seguimiento.
- Ministerio de Sanidad, competencias transferidas y falta de unicidad: “Tu vas a Alemania, y si tienes problemas de adicción de benzodiacepinas te llevan a una casa de reposo”, comenta Antonio Cano, en base a un caso conocido. “En Alemania desde hace años se propusieron seguir la evidencia: disminuir el consumo de diacepinas. Y esta evidencia es igual para todo el mundo. Es como si en España se siguiera haciendo cirugía sin anestesia”.
“En Alemania desde hace años se propusieron seguir la evidencia: disminuir el consumo de diazepinas. Y esta evidencia es igual para todo el mundo. Es como si en España se siguiera haciendo cirugía sin anestesia.”
A través del proyecto PsiCap, Antonio Cano ha demostrado que bastan siete sesiones de tratamiento de hora y media de duración en grupos de ocho a 12 personas para lograr resultados muy efectivos y prometedores en contraposición al simple uso de fármacos. El estudio, publicado en Psychological Medicine, hace énfasis en la importancia de explicarle al paciente qué le pasa y por qué. Y esto fue lo que ayudó a Belén a encender los motores de su nueva vida. “Cuando decidí voluntariamente ir a un centro de desintoxicación, hablé antes con personas que ya habían pasado por eso, y fue como ‘Dios mío, me entiende", dice Belén, que asegura que los 15 psiquiatras que había visto hasta entonces sólo le hablaban de teoría: “Nunca me decían qué me pasaba”.
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Doctora Marta Soto, psiquiatra: "En los últimos cinco años y, sobre todo, después de la pandemia, el consumo de ansiolíticos se ha disparado. Es un fármaco que se receta mucho desde atención primaria, y que es muy fácil de pautar y de conseguir, porque, ¿quién no tiene un ansiolítico en su casa? Cuando mucha gente viene a la consulta, ya directamente vienen tomando el ansiolítico. Falta mucho control".
Responsabilidad del paciente
Salvo por motivos legales como la conmutación de pena o casos muy excepcionales, los ingresos en centros de desintoxicación como el de Belén siempre se producen de forma voluntaria. El problema es el sigilo, el camuflaje de esta droga que, socialmente, “está tan normalizada como la nicotina y el alcohol”, asegura Marta Soto, médico psiquiatra y directora del programa de patología dual de la clínica de salud mental López Ibor, en Madrid. Reconoce que tiene pacientes que necesitan un ingreso para poder desintoxicarse de benzodiacepinas, un fármaco que, al generar tolerancia, presenta síntomas de abstinencia similares a los de otras droga como el cannabis o la heroína: “Las benzodiacepinas no se consideran en un marco conceptual de adicto porque, como se venden en farmacia y me las está prescribiendo un médico, rompen el concepto de adicción”. La doctora asegura que ha tenido muchos pacientes que, al pasar a consulta, ya estaban tomando ansiolíticos, facilitados por algún familiar o conocido (“¿quién no tiene un ansiolítico en casa?”, comenta por teléfono).
La automedicación sumada al abuso termina por anular los efectos. “A veces nos encontramos con la triste situación de que hay gente que lleva dos años tomando un determinado ansiolítico y nunca más ha vuelto a ir al médico, al ser recetas que se renuevan de forma casi automática, el paciente las está consumiendo con un efecto completamente placebo porque la tolerancia y la dependencia ya están instauradas”.
Es frecuente que las benzodiacepinas y los antidepresivos se prescriban juntos. Los antidepresivos (en la imagen, una tableta de citalopram) pueden tardar semanas en hacer efecto, mientras que las benzodiacepinas son de efecto casi inmediato. Es por eso que los antidepresivos no provocan adicción y los ansiolíticos sí.
Aunque los antidepresivos como el citalopram (en la imagen, una tableta de citalopram de la farmacéutica Cinfa) no suelen interferir en el rendimiento de una persona, las benzodiacepinas sí, siendo la somnolencia el principal efecto secundario de los ansiolíticos.
Soto asegura que, estando como médico residente en atención primaria, el listado de renovaciones automáticas de medicaciones hace que a veces el paciente ni esté presente. “Hacemos una llamada a la responsabilidad. La gente tiene mucho miedo de que le recetemos un antidepresivo, pero le pones un Orfidal o un hipnótico para dormir, y están encantados. Hay un concepto muy banalizado de lo que es un psicofármaco a nivel ansiolítico. Cuando nos llegan pacientes adictos a la benzodiacepina, la adicción es muy potente y parecida a otras sustancias”. Esta falta de control, de farmacovigilancia casi inexistente es responsabilidad del profesional, y Soto incide en la importancia del lenguaje: “la palabra ‘ansiolítico’ no genera miedo en los pacientes”.
En Belén, la palabra “ansiolítico” generaba deseo, tranquilidad. Paz. “Sólo cuando los descubrí sentí que podría hacer una vida normal”, me dice. Consumidora ocasional desde los 14 años, y de un diario absoluto desde los 17, la post adolescencia de Belén podría resumirse usando el personaje del “monstruo interior” que ella misma me describe. En sus peores momentos, esta dualidad psicológica (“yo me había construido un personaje”) normalizó, por ejemplo, la ingesta cada domingo por la mañana de un par de diazepanes para mantener a raya la depresiva resaca de la borrachera del sábado.
Marta Payá, presidenta del Colegió Farmacéutico de Murcia, afirma que las benzodiacepinas tienen hasta seis usos clínicos principales: ansiolíticos, hipnóticos,
antiepilépticos, relajantes musculares y abstinencia de alcohol y otras drogas.
Hace casi cinco años, la localidad murciana de Molina del Segura puso en marcha una campaña de uso racional de benzodiacepinas bajo la etiqueta #YoNoMeBenzo. ¿Sirvió de algo? Al comparar la evolución del consumo desde 2015, hubo una reducción en el consumo de benzodiacepinas de un 7% en mayores de 65 años y en un 4% en población adulta general. En mujeres adultas se incrementó un 5% menos que en el resto de la Región de Murcia, de acuerdo a los datos facilitados por el Servicio Murciano de Salud. Contactada por correo, la presidenta del Colegio de Farmacéuticos de Murcia, Paula Payá, asegura que la fase de intervención que tuvo más impacto en la disminución del consumo fue aquella en la que el grupo de investigación intervino sobre los profesionales sanitarios, implicándolos directamente en su actuación con la población.
En una sociedad en la que cada vez impera más la inmediatez, la salud mental sigue requiriendo sus plazos. Si existe alguna certeza, es que no existe una única solución para este problema, y sí un conjunto de acciones que deben ser llevadas a cabo por médicos y pacientes. Pero sobre todo, por el sistema de salud pública. "Desde la aportación de más recursos sanitarios para que los tratamientos, como primera elección, no estén basados en la farmacología, hasta acciones pedagógicas para hacer ver que, en muchas ocasiones, las soluciones a un problema de ansiedad o insomnio han de abordarse a medio plazo, no de manera inmediata", afirma Payá.
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Intervencionista familiar en adicciones, una figura inexistente en España
“La gente se cree que esto es una broma y que es como tomarse un ibuprofeno; el síndrome de abstinencia de las benzodiacepinas es muchísimo peor que el de la heroína. Te entran dolores, espasmos o incluso ataques epilépticos”, afirma José Luis Martínez, experto en adicciones. Martínez, que reivindica la importancia del intervencionista familiar (una figura muy conocida en Estados Unidos o Reino Unido, pero inexistente en España), afirma que nuestro problema no son las personas, sino el sistema: “La gran diferencia con EEUU es la falta de estigma que hay con las benzodiacepinas. Si en EE UU llevo un blíster de benzos encima, tengo que llevar la receta conmigo. Si no, es como si tuviese una bolsa de cocaína”.
José Luis Martínez, intervencionista en adicciones: "En España, las mujeres de más de cincuenta años son el gran mercado de las benzodiacepinas. Falta mucha pedagogía. En Estados Unidos se consume lo mismo, pero la gente lo hace conociendo y asumiendo los riesgos".
Según la legislación y normativas sanitarias actuales, el sistema no puede hacer nada por el paciente hasta que no toque fondo. "¿Y tocar fondo qué es? ¿Morirse?”, se pregunta Martínez. Su labor va dirigida sobre todo a familiares desesperados que ya no saben que hacer ya que “por lo general el paciente nunca cree que necesita ayuda”. Recibe llamadas de toda España y se desplaza para trabajar con las familias y enseñarles cómo tienen que comportarse con el enfermo y, "entre algodones", dice, llevarle a que acepte recibir un tratamiento de desintoxicación como el que recibió Belén durante un año en un retiro en medio del campo en Cataluña.
La de Belén es una historia con final feliz: aunque lleva años sin tocar un ansiolítico, todavía faltan unos pocos meses para que sea considerada una ex adicta de forma oficial. Su caso, tan paradigmático y atípico (por juventud y éxito) llamó la atención del hermano de Jesús Poveda, el también psiquiatra José María Poveda (fallecido hace un año de forma repentina por un aneurisma). Juntos, Belén y él tejieron una relación muy especial.
Belén afirma que José María Poveda le ayudó mucho a subir su autoestima y que incluso le pedía consejo sobre casos particulares de pacientes. Esto la animó a dedicarse a las adicciones de forma profesional con el objetivo de dar visibilidad a las benzodiacepinas y su consumo compulsivo. Cuando termine de estudiar intervención social en la Universidad Oberta de Catalunya, irá a por todas con el máster de adicciones: "Antes de ingresar en el centro de desintoxicación, siempre había sido el ejemplo de qué no hacer con tu vida, y ahora me ha pedido ayuda tanta gente... de todas las drogas que hay, la adicción a las benzodiacepinas es la más invisible de todas. No debemos ver la adicción como un vicio: el adicto es un enfermo mental igual que el bipolar o que el esquizofrénico".