Explicando el atractivo del miedo
Los expertos opinan sobre la respuesta biológica y psicológica que hace que el miedo sea placentero.
La adrenalina, la dopamina y el cortisol influyen en cómo reaccionamos ante experiencias que nos inducen miedo, como una intensa atracción en la Feria Estatal de Minnesota.
Más de 1300 personas han participado este año en un sorteo para tener la oportunidad de pagar una noche en una habitación de hotel de Chattanooga, Tennessee (Estados Unidos). En concreto, una habitación supuestamente encantada donde Annalisa Netherly fue decapitada en 1927 por su amante.
La popularidad de esta rifa es sólo un ejemplo de la extendida devoción por asustarnos hasta la saciedad. Hay buenas razones, psicológicas y físicas, por las que nos gusta sentir terror.
Nuestra respuesta biológica al miedo es increíblemente compleja, e implica neurotransmisores y hormonas que afectan a zonas de todo el cerebro, desde la amígdala hasta el lóbulo frontal, dice el Dr. Elias Aboujaoude, profesor clínico de psiquiatría y ciencias del comportamiento en Stanford Medicine (EE. UU.) y jefe de la Sección de Trastornos de Ansiedad. Esta compleja respuesta activa otras emociones, tanto desagradables, como el estrés, como placenteras, como el alivio.
Nuestro cuerpo ha evolucionado para responder a lo que nos asusta preparándose para luchar o huir: dilatando las pupilas para ver mejor, ensanchando los bronquios para absorber más oxígeno y desviando sangre y glucosa a los órganos vitales y los músculos del esqueleto, explica Aboujaoude.
El efecto del miedo en todo el cuerpo puede ser estimulante y, psicológicamente, podemos sentir satisfacción o incluso triunfo cuando el objeto del miedo desaparece. A continuación, los expertos explican por qué sentir miedo puede ser tan adictivo.
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La biología de la emoción
La adrenalina, la dopamina y el cortisol son tres sustancias químicas importantes que el ser humano ha evolucionado para liberar cuando se encuentra amenazado.
Cuando detectamos un peligro, nuestros instintos de lucha o huida se activan mediante la liberación de adrenalina. Según David Spiegel, catedrático de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de Stanford Medicine y director del Stanford Center on Stress and Health, este aumento de adrenalina aumenta funciones corporales como el ritmo cardíaco, la presión arterial y la frecuencia respiratoria. "Puede darte un 'subidón' como la 'euforia del corredor'. Puedes sentirte vigoroso y enérgico".
La hormona del estrés, el cortisol, se libera constantemente para regular una serie de funciones corporales. Pero el cortisol puede aumentar cuando nos esforzamos por superar una situación o experiencia.
Esta hormona puede ayudar a mantenerse alerta tras el estallido inicial de las hormonas de "lucha o huida", incluida la adrenalina, e incluso desencadenar la liberación de glucosa del hígado para obtener energía durante una emergencia.
Cuando alguien tiene niveles crónicamente altos de cortisol, "no es bueno para su cuerpo", dice Spiegel. "Tu cuerpo está en pie de guerra crónica cuando no debería estarlo".
Tanto la adrenalina como el cortisol se asocian con el estrés, que puede provocar síntomas físicos de dolor en el pecho, dolores de cabeza o temblores, agotamiento, tensión muscular, y síntomas emocionales de irritabilidad, ataques de pánico, tristeza.
La dopamina es más bien un neurotransmisor del bienestar general. Se asocia con el placer y la expectativa o la experiencia de una recompensa, que puede incluir la superación de una amenaza "como superar el miedo, ganar una carrera, recibir respeto y aprobación de los demás", dice Spiegel.
Eso no significa que el objeto del miedo tenga que desaparecer antes de que la dopamina llegue: es la anticipación de la recompensa, afirma Spiegel. En el caso de los drogadictos, la dopamina les produce un subidón durante la búsqueda, incluso antes de conseguir la droga.
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Cuando el miedo es divertido
Ya sea en una casa encantada o en una montaña rusa, Aboujaude afirma que el miedo puede volverse emocionante si sabemos que al final estaremos a salvo.
"Ciertos tipos de experiencias pueden darnos la ilusión de que, efectivamente, podemos dominar y sobrevivir a situaciones amenazadoras", afirma. "Enfrentarse a la amenaza se siente como una victoria, y de hecho puede ser bueno enfrentarse a lo que se teme".
Enfrentarse a cosas que dan miedo puede desensibilizar a algunas personas a sus efectos desencadenantes, ya que no ha pasado nada malo, pero también puede tener su lado negativo.
"Algunas personas obtienen más placer o alivio de esos encuentros y pueden encontrarse coqueteando con el peligro cuando no deberían", afirma Spiegel. Una persona sana puede ir a esquiar, conociendo los riesgos, y ser prudente, dice. Alguien que persigue una emoción puede ir más rápido de lo que sabe que es seguro. "El peligro implica una evaluación del riesgo, y si sales del otro lado habiendo sobrevivido al riesgo te sientes bien por ello".
Si has notado que las diversiones que dan miedo, como las casas encantadas y las películas de terror, suelen ir dirigidas a adolescentes y adultos jóvenes, también hay una conexión.
"Es la edad demográfica en la que realmente intentan enfrentarse a la mortalidad, a lo que temen y a lo valientes que pueden llegar a ser", dice Tok Thompson, profesor de antropología de la USC Dornsife en California (Estados Unidos) que imparte un curso sobre historias de fantasmas. Enfrentarse a los miedos forma parte de la edad adulta en todas las culturas, afirma.
"Muy a menudo se trata de una empresa social, muy a menudo es la juventud la que se pone a prueba a sí misma para ver si una casa encantada está realmente encantada", afirma.
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¿Qué nos asusta?
Algunos miedos humanos están "preprogramados" a través de la evolución, afirma Alice Flaherty, profesora asociada de neurología y psiquiatría de la Universidad de Harvard. Nuestros antepasados aprendieron a evitar los estímulos que les asustaban, lo que les ayudó a sobrevivir y a transmitirnos esos instintos.
"Los niños no necesitan aprender a tener miedo a los ruidos fuertes, las arañas, las serpientes, la sangre y los objetos que se acercan rápidamente", dice Flaherty, refiriéndose a lo que se llaman miedos innatos, que según ella están "configurados".
Pero la mayoría de los demás miedos se desarrollan a través de la experiencia. Son tan variados como individuos hay que los aprenden: desde el miedo de por vida a los perros tras sufrir una mordedura de niño, hasta el miedo a las abejas tras sufrir una reacción alérgica a una picadura.
En lo que respecta a estos estímulos de miedo, las investigaciones demuestran que no es necesario que sean reales para asustar, pero un mayor realismo hace que asusten más.
"Es de esperar que una serpiente real asuste más que una simulación de realidad virtual de la misma y que, a su vez, asuste más que una fotografía granulada", afirma Aboujaoude.
También sabemos que el miedo varía según el sexo, afirma Flaherty. "Todo el mundo dice que a los chicos les gustan más las películas de miedo que a las mujeres, pero hay pruebas muy sólidas de que ellos se identifican con el depredador y las mujeres con las víctimas", afirma.
Nuestro panteón del miedo es la razón por la que en un lugar como Scream-a-Geddon, un parque de terror de 24 hectáreas en Estados Unidos, encontrarás una amplia red de tácticas para asustar, dice el director de marketing, Jon Pianki. En este parque que incluye payasos, brujas, una escena carcelaria y un experimento biocientífico que sale mal, la mayoría de la gente llega en pareja o forma parte de un grupo de amigos.
"No creo que la gente se asuste de la misma manera que se asustaría ante un encuentro en un callejón oscuro", afirma Pianki, y añade que la experiencia en el parque está diseñada para "crear ansiedad", pero también con momentos de alivio: "La gente entra caminando despacio, apiñada en grupos; luego, en cuanto acaba el susto, salen gritando y riendo".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.