Gunther Cologna se sienta en una cámara de temperatura controlada

Se avecina otro verano de calor extremo, y notaremos cada grado

Un estudio reciente revela que los seres humanos son sensibles incluso a pequeños aumentos de temperatura. Los investigadores esperan que los resultados influyan en la forma de afrontar el cambio climático.

Gunther Cologna se sienta en una cámara de temperatura controlada para un experimento sobre percepción térmica en Bolzano (Italia). Durante el experimento, comunicaba por walkie-talkie cada pocos segundos si sentía que la temperatura se había vuelto más cálida o más fría. El estudio reveló que el ser humano es extraordinariamente sensible incluso a los cambios más pequeños.

Fotografía de Gaia Squarci
Por Avery Schuyler Nunn
Publicado 10 jun 2024, 13:05 CEST

En los anales de la historia humana, un pulso sutil pero implacable ha marcado nuestro impacto antropogénico sobre la Tierra. Desde los albores de la revolución industrial en 1850, nuestro planeta se ha calentado cada año, triplicando su ritmo desde 1982. Para el año 2050, los expertos estiman que la temperatura media habrá aumentado 2,7 grados centígrados, con una cascada de repercusiones ecológicas.

2023 fue el año más caluroso jamás registrado, y las previsiones para el verano de 2024 ya anuncian calor extremo en Estados Unidos y Europa. Según estudios recientes, vamos a sentir cada uno de los grados de diferencia.

El estudio publicado en la revista Nature afirma que los humanos somos aún más sensibles a los cambios de temperatura de lo que se pensaba: de hecho, podemos percibir diferencias de temperatura de tan sólo 0,9 °C con una precisión sorprendente. "Seamos o no conscientes de ello, somos biológicamente sensibles", afirma Laura Battistel, estudiante de Ciencias Cognitivas y del Cerebro de la Universidad de Trento (Italia) que dirigió el estudio.

Y eso podría marcar la diferencia a la hora de afrontar el cambio climático.

La investigadora Laura Battistel se encuentra en la cámara térmica

La investigadora Laura Battistel se encuentra en la cámara térmica más grande de terraXcube, donde ha realizado un estudio sobre la sensibilidad humana a los cambios de temperatura. Battistel espera que su investigación ayude a transmitir la importancia de abordar el cambio climático ahora, antes de que la Tierra se caliente hasta un punto sin retorno.

Fotografía de Gaia Squarci

Aunque es crucial tener en cuenta que el impacto real de los cambios de temperatura radica en cómo alteran los sistemas medioambientales y meteorológicos, Battistel espera que su investigación ayude a la gente a comprender hasta qué punto sentirán realmente un cambio de temperatura de un grado centígrado debido al calentamiento global, lo que quizá podría inspirarles a preocuparse por las soluciones al cambio climático.

(Relacionado: Esto es lo que el calor extremo le hace a tu cuerpo)

Cómo se adapta el cuerpo humano al calor

El cuerpo humano está meticulosamente regulado para mantener una temperatura interna de unos 37 °C, vital no sólo para el bienestar físico sino también para los procesos cognitivos. Las temperaturas extremas, ya sean abrasadoras o gélidas, entrañan importantes riesgos para la salud, como los golpes de calor o la hipotermia. Nuestra evolución nos ha adaptado a las fluctuaciones de temperatura para sobrevivir.  Detectar incluso los cambios más leves puede servirnos de sistema de alerta temprana, que nos impulsa a buscar refugio, ajustarnos la ropa y adaptar nuestro comportamiento para mantenernos cómodos. 

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      Cámaras termales de terraXcube en Bolzano (Italia)
      Silla con sensor de temperatura
      Izquierda: Arriba:

      Los cables eléctricos transmiten energía eléctrica a las cámaras termales de terraXcube en Bolzano (Italia). La válvula de la pared se utiliza en caso de emergencia para conectar las cámaras con los pasillos del exterior. Esto puede ser útil durante una simulación que implique altitud y, por tanto, una variación de la presión.

      Derecha: Abajo:

      En una de las cámaras térmicas de terraXcube se coloca un sensor de temperatura en una silla. El sensor se coloca lo más cerca posible del participante, que se sienta en la silla y comunica por walkie-talkie a la investigadora Laura Battistel, a intervalos de unos segundos, si siente que la temperatura se ha vuelto más cálida o más fría que antes.

      fotografías de Gaia Squarci

      Pero estos ajustes tienen un límite. El ritmo y la magnitud del cambio climático contemporáneo plantean retos sin precedentes. El rápido aumento de las temperaturas, unido a las alteraciones medioambientales, ponen a prueba nuestra capacidad de adaptación y nos obligan a tomar medidas proactivas para mitigar sus efectos.

      Battistel se animó a investigar hasta qué punto estamos en sintonía con los cambios de temperatura tras observar la falta de bibliografía sobre la psicología de este fenómeno. "No había nada al respecto: ¿somos conscientes de los cambios? ¿Somos capaces de detectarlos?".

      En el estudio, Battistel y su equipo pidieron a los participantes que caminaran entre dos cámaras de clima controlado, que tenían una diferencia máxima de dos grados centígrados. Lo que descubrieron fue que la respuesta de los participantes era sorprendentemente precisa: eran capaces de detectar menos de un grado completo de cambio de temperatura y, en la mayoría de los casos, pensaron que la diferencia de temperatura era mayor de lo que era. 

      Cámaras de CCTV en las cámaras térmicas

      Para supervisar el experimento, estas pantallas (de izquierda a derecha) muestran cámaras de CCTV en las cámaras térmicas de terraXcube, los mapas de las cámaras térmicas y, por último, las temperaturas en esas cámaras y cómo responden a ellas los participantes.

      Fotografía de Gaia Squarci

      "Nos cuenta una historia de lo desconectados que estamos de nuestro entorno. Nuestros cuerpos están conectados, pero nuestra conciencia no lo está tanto", afirma Battistel.

      Aunque los investigadores señalan que el estudio era bastante preliminar y no preguntaban a los participantes qué cámara preferían en términos de comodidad, subrayan que estudios como éste pueden informar modelos energéticos, orientar el uso futuro de la energía y promover potencialmente prácticas más sostenibles.

      "Nuestra curiosidad se extiende a desentrañar cómo nuestro cuerpo interpreta las señales para formar nuestra percepción de la temperatura", afirma Riccardo Parin, ingeniero coautor del estudio;  "esta exploración promete revelar conocimientos profundos sobre los complejos procesos que rigen nuestras experiencias sensoriales".

      (Relacionado: Cómo prepararnos para el aumento de las olas de calor)

      Uso de la energía y sostenibilidad

      Una cosa que está clara en la literatura científica, dice Parin, es que los riesgos para la salud aumentan a medida que las temperaturas suben por encima de ciertos umbrales. "Esto significa que cada vez necesitamos más energía para estar cómodos a medida que suben las temperaturas", afirma.

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        Leonardo Battistel en una cámara térmica
        Nicole Fant en una cámara térmica de terraXcube
        Izquierda: Arriba:

        Leonardo Battistel, hermano del investigador, también se encuentra en una cámara térmica. Los participantes en el estudio fueron capaces de percibir diferencias de temperatura tan pequeñas como 0,9 °C con una precisión sorprendente.

        Derecha: Abajo:

        Nicole Fant en una cámara térmica de terraXcube. Durante una parte del experimento, se pidió a los participantes que circularan entre cuatro cámaras térmicas cuya temperatura variaba ligeramente de forma continua, y que dijeran a los investigadores si cada habitación era más cálida o más fría que la anterior.

        fotografías de Gaia Squarci

        Parin sostiene que un mejor conocimiento de la sensibilidad humana a los cambios de temperatura podría impulsar avances en la tecnología de los sistemas de climatización, que se basan en algoritmos para optimizar los ajustes en función de los niveles de confort de los ocupantes. Este conocimiento podría permitir el desarrollo de sensores muy precisos capaces de detectar sutiles variaciones de temperatura, lo que en última instancia daría lugar a sistemas de calefacción y refrigeración más eficientes en los hogares.

        Aunque Daniel Swain, científico del clima de la UCLA (Estados Unidos), considera convincente la reciente investigación, señala que los efectos sobre nuestro cuerpo no son lo peor del cambio climático.

        "Es interesante que parezcamos capaces de percibir diferencias de fracciones de grado centígrado bastante pequeñas, lo que nos dice algo sobre la percepción", afirma Swain. "El reto de extenderlo al cambio climático es que la principal razón por la que nos preocupan tanto los grados de calentamiento no es el calentamiento en sí, sino que esas cifras sirven como indicador indirecto de cambios mucho mayores y más consecuentes que se van a producir y esos niveles de calentamiento con respecto a casi todo lo demás".

        Nicole Fant en una cámara térmica de terraXcube

        Nicole Fant en una cámara térmica de terraXcube. Los investigadores afirman que su estudio podría ayudar a mejorar los algoritmos que hacen funcionar nuestros termostatos, lo que a la larga ahorraría energía y dinero.

        Fotografía de Gaia Squarci

        El verdadero reto climático reside en el ámbito más amplio de los sistemas interconectados de la Tierra. El cambio climático ya está transformando nuestro mundo, desde el aumento de fenómenos meteorológicos extremos como huracanes y olas de calor hasta la remodelación de ecosistemas como los arrecifes de coral y el hielo del Ártico. Para evitar los peores efectos, harán falta soluciones integrales como la transición a fuentes de energía renovables, la puesta en marcha de proyectos de reforestación a gran escala y la adopción de prácticas agrícolas sostenibles.

        Ahora sabemos hasta qué punto vamos a sentirlo, pero ¿vamos a actuar?
         

        Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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