Estos son los microbios responsables de tu descomposición cuando mueres y son esenciales para la medicina forense
Por lo general, los componentes de nuestro sistema inmunitario intentan buscar y destruir agentes extraños, como la bacteria SARM, que aquí aparece en amarillo escapando de un glóbulo blanco neutrófilo (rojo). Sin embargo, después de la muerte, las bacterias de nuestro cuerpo pueden avanzar sin control y, en última instancia, acabar con nuestro organismo.
En cualquier momento, tu cuerpo contiene tantos microbios como células humanas. Muchos de esos diminutos parásitos están esperando a que mueras para empezar a descomponerte.
Lo que hacen estos microbios después de la muerte podría ofrecer pistas sobre algunas de las cuestiones más difíciles de la ciencia forense, como la determinación de la hora de la muerte o la localización de una tumba oculta.
La descomposición del cuerpo es la siguiente: unos cuatro minutos después de tu muerte, las enzimas de tu cuerpo empiezan a descomponer las células, que se abren como botellas de champán para las hordas de bacterias hambrientas que esperan en tus intestinos. Mientras tanto, las bacterias de tu piel empiezan a trabajar en ti desde fuera hacia dentro.
Esta es la primera fase de la descomposición, con todos los signos familiares de la muerte que todos hemos aprendido de las series de detectives: el rigor mortis, que endurece los músculos a medida que las proteínas faltas de energía se unen, y la lividez, que crea colores amoratados en la piel a medida que la sangre se asienta por gravedad. Durante esta fase, las bacterias del intestino empiezan a proliferar sin control.
Luego, a medida que avanza la descomposición, las bacterias intestinales escapan de sus confines y comienzan a consumir el resto del cuerpo, agotando el oxígeno de los tejidos a medida que avanzan. Con el tiempo, los microbios que pueden tolerar condiciones bajas en oxígeno comienzan a proliferar (sobre todo las bacterias conocidas como Clostridium) produciendo los gases que hacen que un cuerpo se hinche. Al cabo de unos dos días, estas bacterias son tan abundantes que se ha dado en llamar "efecto Clostridium postmortem".
La variopinta comunidad de Clostridium y otros microbios que toma el relevo cuando uno muere se denomina necrobioma, una versión mortecina del microbioma que habita en uno mientras está vivo. Al trazar el patrón de su sucesión en un cadáver, de forma parecida a la sucesión de nuevos árboles en un bosque devastado, los científicos ya están empezando a desvelar algunos de los secretos de la muerte.
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Panorama general
Todo esto es un poco inquietante cuando se empieza a pensar en el destino final de nuestros cuerpos. Y plantea una pregunta: ¿Qué impedía que todas esas bacterias nos descompusieran vivos?
Puedes agradecérselo principalmente a tu sistema inmunitario. Mientras estás vivo, se defiende de un asalto constante de bacterias, hongos y virus a los que les encantaría meterse dentro de ti, consumir tu deliciosa materia orgánica y reproducirse como locos. Llamamos gérmenes a los microbios que hacen esas cosas y, cuando nos hacen daño (ya sea comiéndonos vivos, secuestrando nuestras células para replicarse o fabricando productos de desecho tóxicos), lo llamamos infección.
Nuestro sistema inmunitario está alerta las 24 horas del día, los 7 días de la semana, para combatir a estos invasores, mientras que deja pasar a otras bacterias más benignas, como las que nos ayudan a digerir los alimentos. Cuando los microbios nocivos eluden las defensas del sistema inmunitario, pasamos al plan B e intentamos expulsar a los invasores de una herida o envenenarlos con antibióticos.
Pero, en última instancia, perdemos la batalla contra las bacterias cuando morimos, ya que los grupos microbianos benignos ceden el paso a los que el sistema inmunitario habría combatido.
Aunque la mayoría de nosotros preferimos no pensar en nuestra descomposición final con ningún tipo de detalle, los científicos forenses no tienen esos reparos. En cambio, les resulta muy útil documentar exactamente qué bacterias se alimentan de nuestros cadáveres y cuándo lo hacen.
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Cronometrar una muerte
Hasta hace poco, los científicos sabían muy poco sobre los microbios que consumen a los humanos y los pequeños dramas que se producen cuando compiten por el dominio de un cadáver. El efecto Clostridium postmortem, por ejemplo, no se describió hasta 2017. Se partía de la base de que el necrobioma sería demasiado aleatorio y variable para significar gran cosa.
Esto empezó a cambiar en 2013, cuando la bióloga Jessica Metcalf, de la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos), y sus colegas fueron los primeros en informar de que los microbios que crecían en ratones muertos cambiaban siguiendo un patrón consistente a lo largo del tiempo. Esto significaba que estos microbios podrían ser realmente una herramienta útil para la investigación de la muerte.
Si los tipos de microbios que crecen en un cadáver y el momento en que lo hacen siguen un patrón, los científicos podrían averiguar cuándo murió una persona observando cómo se comparan los microbios de un cadáver concreto con ese patrón general. Es la misma idea que utilizan los entomólogos forenses, que determinan aproximadamente la hora de la muerte a partir del crecimiento de los gusanos en un cadáver.
Los primeros en probar la idea del necrobioma con cadáveres humanos fueron los investigadores de las instalaciones de Ciencias Forenses Aplicadas del Sureste de Texas (EE. UU.), uno de los pocos centros de investigación estadounidenses, a menudo denominados granjas de cadáveres, donde los científicos estudian la descomposición de restos humanos.
En 2013, los investigadores tomaron muestras de dos cadáveres antes y al final de la etapa de hinchazón, cuando las bacterias anaerobias producen prodigiosas cantidades de gas que hinchan un cuerpo. Efectivamente, descubrieron que, al igual que en los ratones, existían patrones en la composición de los grupos bacterianos de los cadáveres a lo largo del tiempo.
A continuación, los científicos tendrían que identificar esos patrones en muchos más cadáveres y en condiciones diferentes. Eso es lo que se propuso hacer Jennifer Pechal, forense de la Universidad Estatal de Michigan (EE. UU.). En colaboración con la oficina del forense de Detroit, ha recogido muestras de más de 2000 cadáveres. Hasta ahora, ha detectado patrones en la comunidad microbiana que permiten determinar si un cadáver lleva muerto más o menos de 48 horas.
Mientras tanto, Metcalf trabaja en modelos informáticos capaces de procesar enormes volúmenes de datos sobre microbios postmortem y sus subproductos para calcular un intervalo postmortem, o tiempo transcurrido desde la muerte, aún más preciso. Una versión de su modelo puede acotar la hora de la muerte a unos tres días dentro de un intervalo de tres semanas. Puede que no suene muy preciso, pero supondría una gran mejora para los médicos forenses en los casos en los que un cadáver lleva muerto demasiado tiempo como para utilizar indicadores como la temperatura corporal o el rigor mortis.
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Centinelas de la muerte
Determinar la hora de la muerte no es el único uso potencial del necrobioma. Investigadores como Pechal esperan que algún día los médicos forenses tomen muestras de cadáveres de forma rutinaria para conocer mejor a las personas fallecidas a través de sus comunidades microbianas.
Por ejemplo, Pechal ha hallado diferencias en los microbios de la boca de cadáveres con y sin cardiopatías. Esto sugiere que el necrobioma de un cadáver podría revelar enfermedades tempranas o no diagnosticadas que podrían no ser evidentes en la autopsia, pero que podrían contribuir a la causa de la muerte.
También hay interés en utilizar el necrobioma para averiguar de dónde procede un cadáver desconocido. Ya se sabe que nuestros microbiomas varían en función de dónde vivamos, por lo que podría ser posible buscar firmas geográficas también después de la muerte.
Por último, algunos investigadores esperan que el necrobioma pueda llevarnos directamente al lugar donde están enterrados los cadáveres. En la Universidad de Tennessee (EE. UU.) la primera y más famosa granja de cadáveres acoge las investigaciones de Jennifer DeBruyn, ecóloga microbiana, y Neal Stewart, ecólogo vegetal. Juntos estudian lo que ocurre en el suelo cuando se descompone un cadáver y cómo los nutrientes y sustancias liberados afectan a las plantas cercanas.
Los agricultores saben que los nutrientes del suelo pueden hacer que las hojas de las plantas varíen visiblemente de color o muestren diferencias más sutiles en su forma de reflejar la luz en distintas longitudes de onda. Ahora es bastante habitual utilizar imágenes de drones que utilizan diversas longitudes de onda para determinar el estado nutricional de los cultivos. ¿Y si la misma idea pudiera aplicarse a un enterramiento oculto, con drones sobrevolando posibles lugares de enterramiento en busca de signos reveladores de un cadáver enterrado?
Mientras tanto, Pechal se muestra positiva: "Soy optimista y creo que esto [utilizar el necrobioma para determinar la hora de la muerte] será algo que los médicos forenses puedan utilizar en el futuro". A medida que avanzan los análisis de ADN y la secuenciación genómica, tanto ella como otros forenses afirman que es un momento apasionante para este campo.
Quizá algún día sea tan habitual escanear las huellas microbianas y químicas de un cadáver como entintar sus huellas dactilares.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.