Hacer remo es muy beneficioso para las mujeres mayores: te cuento por qué lo hago

Julia Flynn Siler es una de las muchas mujeres de más de 40 años que han tomado los remos en los últimos años. Esto es lo que ha aprendido sobre la alegría (y otros beneficios) del ejercicio para las mujeres mayores.

Por Julia Flynn Siler
Publicado 26 ago 2024, 12:01 CEST
Marin Rowing Association practicando en la bahía de San Francisco.

En los últimos años se ha producido una oleada de mujeres de entre 40 y 69 años que practican el remo por sus beneficios para la salud, entre ellas algunas de las mujeres miembros de la Marin Rowing Association que se ven aquí practicando en la bahía de San Francisco.

Fotografía de Christie Hemm Klok

Antes del amanecer, ocho palas surcan las aguas de la bahía de San Francisco, seguidas de un rítmico chu-chin. Oigo la respiración de la mujer que está detrás de mí y sigo la cadencia de la remera que tengo en frente mientras nos deslizamos hacia delante y hacia atrás en nuestros asientos. Empujamos contra las camillas de los pies mientras nuestros brazos guían los remos dentro y fuera de la bahía. Nuestra embarcación avanza mientras las cintas rosas del cielo transforman mágicamente el color del agua bajo nosotros.

A los 64 años, nunca pensé que me encontraría llegando a un cobertizo para botes antes del amanecer para remar tres o cuatro días a la semana. Mis compañeras de equipo son mujeres de edades comprendidas entre los 20 y los 70 años. Muchas de nosotras crecimos en una época en la que la mayoría de los deportes de equipo estaban reservados a los hombres. Que me haya convertido en una atleta de competición en mi sexta década (después de sobrevivir a una enfermedad que puso en peligro mi vida) es algo con lo que nunca había contado.

Según U.S. Rowing, la federación que regula este deporte en Estados Unidos, en los últimos siete años se ha producido una oleada de mujeres de entre 40 y 69 años dispuestas a tomar los remos. Algunas reman e incluso compiten hasta bien entrada la vejez. Hay mañanas en las que me encuentro subiendo a un bote con una octogenaria o incluso una nonagenaria.

Izquierda: Arriba:

La escritora Julia Flynn Siler se unió a la Marin Rowing Association a los 60 años para volver a ponerse en forma y aliviar su aislamiento social tras la pandemia de COVID-19 y una enfermedad que puso en peligro su vida. A sus 64 años, ahora es una atleta de competición.

Derecha: Abajo:

Lydia Arellano, de 71 años, en el cobertizo para botes de la Marin Rowing Association después del entrenamiento. Arellano insiste en llevar su propio remo individual de 14 kilos desde el muelle hasta el cobertizo para botes, argumentando que mantenerse fuerte "es una mentalidad".

fotografías de Christie Hemm Klok
Izquierda: Arriba:

Marta Osterloh, de 75 años, cerca del arroyo de Corte Madera desde donde salen y practican las embarcaciones de la Marin Rowing Association. Osterloh fue una de las ocho mujeres que ganaron la primera medalla de oro de la historia en la categoría de más de 70 años en la regata Head of the Charles.

Derecha: Abajo:

Beverlee Bentley, de 86 años, frente al cobertizo para botes. Ha ganado medallas de oro en el famoso Head of the Charles y en otras regatas. Su éxito inspiró a la autora a seguir adelante como nueva remera.

fotografías de Christie Hemm Klok

No hay nadie ni remotamente parecido a mí o a mis compañeras de equipo en la reciente adaptación cinematográfica de The Boys in the Boat [Los chicos del bote], el libro de no ficción de Daniel James Brown sobre un grupo de jóvenes remeros olímpicos y cuyo título en español es Remando como un solo hombre. Algunas de nosotras hemos empezado a bromear diciendo que somos "las viejas del bote".

¿Por qué hay tantas mujeres como yo canalizando su Diana Nyad interior?

Recientemente, se han realizado muchas investigaciones científicas sobre los beneficios del ejercicio cardiovascular intenso para las mujeres mayores, incluido un estudio de 2024 sobre cómo el ejercicio ayuda a aumentar el volumen de nuestro cerebro. Otros estudios, además, sugieren que puede reducir el riesgo de cáncer de mama. También hay pruebas de que el ejercicio puede reducir los efectos que la soledad y el aislamiento social pueden tener sobre la salud.

Sin embargo, estos hallazgos sobre la salud no me sorprenden tanto como la inesperada alegría de las amistades intergeneracionales que he descubierto gracias a este deporte.

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    Las remeras sacan el bote de ocho del agua y se lo ponen sobre los hombros para llevarlo al cobertizo de botes después del entrenamiento matutino. Los estudios demuestran que el remo puede ayudar a las mujeres a desarrollar su fuerza y su condición aeróbica.

    Fotografía de Christie Hemm Klok

    Por qué remamos

    Mi propio viaje como remera empezó hace nueve años, cuando me diagnosticaron un aneurisma sin rotura en la vena que hay detrás del ojo izquierdo. Me operaron a cerebro abierto para reparar el vaso sanguíneo debilitado. Como la reparación estaba tan cerca del nervio óptico, sufrí visión doble e inestabilidad.

    Al cabo de unos seis meses, una mañana me desperté y descubrí que la visión doble había desaparecido. Pero, durante todo ese tiempo, perdí mi condición física y pasé demasiado tiempo sola. Me sentía frágil, agobiada por la sensación de mi propia mortalidad.

    Un amigo que me había llevado a las citas durante mi recuperación me sugirió que me apuntara al equipo de principiantes de la Marin Rowing Association. Finalmente, decidí intentarlo durante la pandemia, ansiosa por tener un motivo para salir de casa. Convertirme en una remera de competición nunca había sido mi objetivo. Me uní al equipo en abril de 2021 para volver a ponerme en forma y aliviar mi aislamiento social.

    Mis primeros días como remera no fueron prometedores. Tuve que luchar contra distensiones musculares en la espalda, ampollas supurantes y baños inesperados en la bahía a 12 grados. Cuando llegué era incapaz de hacer una sola flexión. También descubrí por las malas que beber vino la noche anterior era una forma segura de estropear el entrenamiento de la mañana siguiente.

    Pero cada vez que me desanimaba por mis lentos progresos como remadora, echaba un vistazo a las mujeres mayores del embarcadero y estas me inspiraban a imaginarme un futuro diferente para mí.

    Marcia Felton, de 91 años, sigue remando con su equipo tres días a la semana. Ya no ayuda a transportar la embarcación, sino que lleva los remos desde el cobertizo para botes hasta el muelle.

    Fotografía de Christie Hemm Klok

    Una de ellas era Beverlee Bentley, de 86 años, que acababa de retirarse del equipo a tiempo completo pero sigue remando con el club para no dejar vacío un asiento vacante de la embarcación. Es una de las remeras más veteranas del club, con muchas medallas a sus espaldas, entre ellas oros en la famosa regata Head of the Charles, que se celebra cada otoño en Boston.

    Como cuidadora a tiempo completo de su difunto marido tetrapléjico, Beverlee encontró una comunidad a través del remo. "Si un médico me hubiera recetado un tratamiento de salud mental para hacer ejercicio y relacionarme con la gente, no habría salido mejor", afirma.

    Los días en que me sentía mal por competir en un deporte que favorecía a las personas más altas, buscaba a mi compañera de equipo de 70 años, Lydia Arellano, que mide 1,70 y pesa algo más de 50 kilos. Nacida y criada en Cuba, Lydia tiene mechas moradas que adornan su pelo gris. Una mañana me ofrecí a ayudarla a llevar su remo de 14 kilos desde el muelle hasta el cobertizo para botes. Lydia se negó.

    Mantenerse fuerte "es una cuestión de mentalidad", me explicó, vestida con una camiseta verde fluorescente de manga larga que la hace más visible para los barcos más grandes. "Tienes que ser independiente para llevar tu sola (tu barco)” todo el tiempo que puedas, dice.

    Una embarcación femenina de ocho plazas se desliza por el agua tras navegar por los puentes entre la bahía de San Francisco y Corte Madera Creek. La comunidad científica ha demostrado que vivir momentos de asombro como presenciar el amanecer en el agua puede ayudar a reducir el estrés y mejorar la sensación de bienestar.

    Fotografía de Christie Hemm Klok

    Los beneficios que hemos cosechado

    Ahora puedo remar 10 900 metros en un entrenamiento matutino, y hacer unas 20 flexiones. Hago ciclismo de montaña y largas caminatas al menos una vez a la semana.

    Al esforzarme por dominar el nuevo y difícil deporte del remo, obligué a mi cerebro a seguir aprendiendo. Los estudios demuestran que aprender nuevas habilidades a medida que se envejece puede estimular el crecimiento de las células cerebrales y ralentizar el deterioro cognitivo. Esos beneficios se multiplican cuando la nueva habilidad implica un ejercicio cardiovascular intenso, que envía más flujo sanguíneo al cerebro y estimula las sustancias químicas que pueden ayudar a reparar las células cerebrales.

    Más difícil de cuantificar pero igual de important, presenciar el amanecer en el agua y ver llegar escuadrones de pelícanos blancos en verano ha repuesto mi sentido del asombro, el asombro que perdí en los oscuros días posteriores a mi operación y a la pandemia. Un estudio de 2023 descubrió que a medida que las personas experimentan más momentos cotidianos de asombro en sus vidas, sienten menos estrés y una mayor sensación de bienestar. Y algunas mañanas tengo que decirme a mí misma que deje de mirar embobada a los pájaros y vuelva a concentrarme en remar.

    Además de perder unos cinco kilos y mejorar mi condición aeróbica, descubrí que, en los últimos años, las supervivientes de cáncer de mama han empezado a unirse a equipos de remo Dragon Boat en todo el mundo, y que realmente les ayuda a fortalecerse, mejorar su imagen corporal y elevar su estado de ánimo. Muchas de esas supervivientes nunca habían formado parte de un equipo deportivo.

    Para mí, lo mejor de unirme a un equipo ha sido hacer nuevos amigos. Nos reímos y nos compadecemos mutuamente de los músculos tensos, el agua agitada y los retos psicológicos de aprender nuevas habilidades. Hemos competido en regatas (y, por desgracia, también hemos chocado contra las boyas y quedado en último lugar). El ejercicio intenso a primera hora de la mañana me hace ver los retos del resto del día con más perspectiva y me da confianza. También me ayuda a dormir mejor por la noche.

    No soy la única. La “chica” de más edad en nuestro cobertizo para botes es Marcia Felton, una maravilla de fuerza, buen humor y agilidad a sus 91 años. Marcia empezó a remar hace un cuarto de siglo y ha seguido haciéndolo, con breves interrupciones por dos prótesis de rodilla. Aunque ya no lleva la barca al muelle, cree que el remo ha contribuido a su buena salud mental, gracias a la camaradería que crea. “La sincronicidad que tiene es tan bonita”, me dijo.

    Hace poco pregunté a mi mentora Marta Osterloh, de 75 años, cuánto tiempo más pensaba seguir remando. Era una de las ocho mujeres que ganaron la primera medalla de oro de la historia en la categoría de más de 70 años en 2015 en el Head of the Charles (las categorías se basan en la edad media de los remeros de la embarcación).

    Su respuesta: “¡Tanto como pueda!”.

    Sigo el plan de Marta.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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