Una resonancia magnética en color de un tumor canceroso en la mama de una mujer

¿Y si nuestros genes pudiesen avisarnos de que vamos a padecer cáncer de mama?

El análisis de miles de tumores demuestra que los genes heredados determinan, desde sus fases más tempranas, cómo se desarrolla un tumor de mama.

Una resonancia magnética (RM) en color muestra un tumor canceroso (en amarillo) en la mama de una mujer. Nuevas investigaciones demuestran que las células cancerosas pueden dar indicaciones más tempranas sobre la gravedad final de la enfermedad.

Fotografía de Zephyr, SCIENCE PHOTO LIBRARY
Por Carrie Arnold
Publicado 30 sept 2024, 11:19 CEST

Los genes heredados de una mujer son un poderoso indicador del tipo de cáncer de mama que podría desarrollar, según ha revelado un estudio reciente.

En concreto, los genes dictan la visibilidad de los epítopos, o proteínas que decoran el exterior de todas las células, incluidas las cancerosas. Estos epítopos funcionan como un letrero en el exterior de un negocio que lo identifica como panadería, bufete de abogados o teatro. Los epítopos llamativos actuarían como una señal de neón intermitente para atraer la atención de las células inmunitarias que patrullan en nuestro organismo.

A partir de datos de decenas de miles de pacientes, una investigación publicada en Science muestra que los cánceres que tenían epítopos más llamativos y eran detectados por el sistema inmunitario tenían menos probabilidades de convertirse en invasores. Sin embargo, si esas células cancerosas más llamativas escapaban a la detección inmunitaria, tenían más probabilidades de convertirse en metastásicas.

Estos resultados indican que el potencial mortal de un tumor se establece muy pronto durante la enfermedad, afirma la autora principal Christina Curtis, investigadora del cáncer y científica de datos de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos. En el futuro, esto podría ayudar a las mujeres con mayor riesgo de padecer un cáncer agresivo (es decir, aquellas cuyo sistema inmunitario podría pasar por alto signos llamativos) a someterse a más pruebas de detección y a nuevas terapias, salvando así muchas más vidas.

“Si podemos entender qué mutaciones impulsan el desarrollo de estos tumores más agresivos, será muy útil para predecir qué pacientes van a sufrir más la enfermedad”, afirma Michalina Janiszewska, bióloga oncológica del Instituto Scripps de la Universidad de Florida (Estados Unidos).

(Relacionado: ¿Salvan vidas las pruebas de detección del cáncer de mama? Los médicos siguen sin ponerse de acuerdo)

Cómo identifica el cáncer nuestro sistema inmunitario

Según Kornelia Polyak, bióloga molecular del Instituto Oncológico Dana-Farber de Boston (EE. UU.), una mutación genética que haga que las células se vuelvan rebeldes no es tan rara como podría pensarse. Por eso nuestro sistema inmunitario vigila constantemente las anomalías y, en general, las detecta con gran eficacia. Nuestro sistema inmunitario escanea los epítopos de todas las células, el conjunto de proteínas que decoran el exterior de una célula y que sirve como tarjeta de identidad molecular.

La genética desempeña un papel importante en este sentido, ya que los genes influyen en los tipos de señales que muestran las células. Los epítopos llamativos atraen la atención del sistema inmunitario, lo que conduce a la destrucción de la célula.

El estudio de Curtis demuestra que incluso antes de que las células cancerosas formen un tumor reconocible, muestran epítopos que pueden marcar su potencial maligno.

Células cancerosas que han nacido para ser malas

Hace más de una década, los científicos creían que la mayoría de los cánceres eran algo que ocurría a lo largo de la vida. Se pensaba que las células sanas producían células cancerosas al azar, que el hecho de que el cáncer se volviera invasivo y mortal también dependía del azar y que era imposible transmitirlo a los hijos.

Entonces, en 2015, Curtis encontró pruebas de que la genética afecta a los epítopos de todas las células, incluido el cáncer. Utilizando muestras de tumores colorrectales, Curtis descubrió que, incluso en sus etapas más tempranas, los tumores colorrectales agresivos y metastásicos tenían un aspecto celular diferente al de sus homólogos más indolentes.

Las células cancerosas jóvenes no sólo son diferentes de las sanas, sino que también suelen ser muy distintas entre sí. El trabajo de Polyak mostró altos niveles de variación molecular y genética dentro de un mismo tumor de mama en una misma mujer. Las células tumorales no eran clones idénticos entre sí, sino que podían variar ampliamente tanto en los genes que portaban como en sus características físicas. Esto significa que un tratamiento como la terapia hormonal no necesariamente acabaría con las células tumorales: algunas células pueden sobrevivir y sembrar un tumor de mama triple negativo, totalmente resistente, que es más agresivo y tiene pocas opciones de tratamiento, afirma Polyak.

La comunidad científica conoce desde los años 80 la importancia de las mutaciones hereditarias en genes como BRCA1 y BRCA2 en el desarrollo del cáncer, afirma Curtis. Las personas portadoras de determinadas versiones de estos dos genes tienen un riesgo extremadamente alto de desarrollar cáncer de mama, ovario y otros tipos de cáncer. Pero muchas personas que han heredado un mayor riesgo de cáncer de mama no tienen estas dos variantes, lo que lleva a los científicos a preguntarse de dónde procede este riesgo.

Lo que Curtis y su compañera de posdoctorado Kathleen Houlahan querían saber era cómo las diferencias inmunitarias heredadas podían ayudar a explicar por qué algunas mujeres desarrollan cánceres de mama fácilmente tratables y otras recaen décadas después de un tratamiento aparentemente exitoso.

Este tipo de investigación requiere muchos datos, por lo que Houlihan y Curtis reunieron información procedente de diversos conjuntos de datos, como atlas de células tumorales y registros de cáncer. Su análisis de más de 6000 tumores de mama mostró que las células variaban en lo que los científicos denominan su “carga de epítopos de línea germinal”, lo que podría ayudar a predecir la agresividad de un cáncer.

Lo que descubrieron es que las mujeres con una mayor carga de epítopos de la línea germinal (es decir, más señales de neón llamativas) tenían más probabilidades de detectar y eliminar precozmente las células cancerosas y evitar que se convirtieran en invasoras. Sin embargo, si las mujeres tenían un cáncer con signos llamativos y escapaban a la vigilancia inmunológica, "el patrón se invierte", afirma Houlahan en un informe para la Universidad de Stanford. Es más probable que el cáncer se vuelva agresivo y aprenda a burlar al sistema inmunitario. Podría volverse invasivo, afectando a tejidos cercanos, o extenderse y metastatizar en partes distantes del cuerpo.

Este estudio, según Polyak, podría ayudar a separar a las mujeres en grupos de alto y bajo riesgo, lo cual es importante para la prevención. Las mujeres con menor capacidad para detectar células cancerosas llamativas podrían ser identificadas y recibir mamografías y otras revisiones con mayor frecuencia. "Este artículo es sólo la punta del iceberg. Cuanto más sepamos, mejor podremos predecir el riesgo", afirma.

Curtis dice que estos resultados son importantes no sólo para avanzar en nuestra comprensión de cómo se desarrolla el cáncer, sino también para crear mejores tratamientos de medicina de precisión para el cáncer de mama y otros tipos de cáncer. La investigadora es capaz de imaginarse una posible prueba genética que pueda ayudar a predecir quiénes tienen mayor riesgo de desarrollar un cáncer de mama agresivo y desarrollar terapias para estos subtipos específicos de la enfermedad.

"Ahora mismo, nuestra vigilancia es un poco irregular", afirma Curtis. "No estamos haciendo lo suficiente por las mujeres con mayor riesgo de muerte si no las tratamos y vigilamos de forma diferente. Creo que estamos fracasando", avisa.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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