Tu cuerpo sufrirá dos 'estallidos' de envejecimiento a los 44 y a los 60: te explicamos cómo frenarlos

Un nuevo estudio demuestra que el envejecimiento no es un proceso totalmente gradual o lineal. Aunque la investigación ofrece lecturas muy variadas, los resultados podrían ayudarnos a envejecer de manera más agradecida.

Por Daryl Austin
Publicado 4 sept 2024, 11:09 CEST, Actualizado 7 oct 2024, 15:34 CEST
NationalGeographic_2797785Levantar peso para frenar el envejecimiento

Un profesor de patología que cree que el ejercicio es la clave para prevenir enfermedades en la vejez levanta 138 kilos en peso muerto. Si alguna vez has notado de repente tu edad, las nuevas investigaciones demuestran que se debe a que nuestro cuerpo envejece significativamente a nivel molecular entre los 40 y los 60 años. Afortunadamente, hay formas de mitigar los efectos del envejecimiento, como levantar pesas.

Fotografía de David Guttenfelder, Nat Geo Image Collection

En un estudio publicado recientemente, varios científicos de la universidad estadounidense de Stanford han puesto de manifiesto que no envejecemos gradualmente, tal y como siempre se ha pensado. En lugar de ello, envejecemos en dos “estallidos” significativos a lo largo de nuestra vida posterior a la pubertad: uno se produce a mediados de los 40 y otro a principios de los 60 años.

Los cambios moleculares que se producen durante cada periodo podrían explicar signos aparentemente repentinos de envejecimiento, como la aparición de arrugas, la flacidez de la piel, el encanecimiento del cabello, los dolores musculares y articulares y una mayor vulnerabilidad a las infecciones víricas.

“Este estudio revela por qué muchas personas empiezan a 'sentir' su edad de forma bastante repentina”, explica John Whyte, médico de medicina familiar y ex director de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés), que no participó en la investigación. Al mismo tiempo, dice, “desafía la visión tradicional de que el envejecimiento es un proceso lento y continuo.”

David Sinclair, genetista molecular, investigador de la longevidad y profesor de la Facultad de Medicina de Harvard, que tampoco participó en la investigación, lo expresa de forma más directa: “La investigación parece ir en contra de los modelos actuales de envejecimiento, en particular el reloj epigenético y otros cambios graduales y lineales como el aumento constante de los niveles de azúcar en sangre”.

Y aunque el estudio puede no aplicarse a todo el mundo, Sinclair califica sus conclusiones de “provocativas” y afirma que, en efecto, muestra “grandes cambios en nuestra biología a los 40 y 60 años en relación con otras épocas de la vida posteriores a la pubertad.”

El estudio también sigue una evolución de la visión científica sobre cómo envejecemos, ya que otros estudios han señalado periodos similares en los que parece producirse un envejecimiento repentino. “Numerosas investigaciones han demostrado que los cambios relacionados con el envejecimiento pueden producirse de forma más repentina en determinados momentos de nuestra vida”, explica Mitch McVey, biólogo de la Universidad de Tufts (EE. UU.) especializado en la reparación del ADN y los mecanismos moleculares relacionados con el envejecimiento, que no participó en la investigación.

Uno de los autores del estudio de Stanford, el científico del microbioma Xiaotao Shen, dice que el trabajo del equipo también se basa en hallazgos anteriores, “demostrando colectivamente que el envejecimiento no es lineal.”

Pero estos hallazgos no tienen por qué hacerte temer llegar a los 40 y 60 años. Entender cómo y cuándo envejecemos puede ayudar a las personas y a los profesionales sanitarios a tomar medidas específicas para prevenir (o al menos prepararse para) algunos de los efectos más indeseables del envejecimiento.

Durante casi dos años, los científicos de Stanford responsables de la investigación midieron la actividad molecular analizando los microorganismos contenidos en muestras de sangre, piel, nariz, boca e intestinos, los cuales eran tomados de cada tres a seis meses de 108 participantes de diversos orígenes étnicos, y con edades comprendidas entre los 25 y los 75 años.

Los científicos utilizaron las muestras para examinar más de 135 000 moléculas y microbios diferentes, incluidos metabolitos, lípidos, proteínas y precursores de proteínas (moléculas de ARN) que se sabe que están relacionados con la salud inmunitaria, la función cardiovascular, el metabolismo, la función renal y la estructura muscular y cutánea.

En total, las muestras formaron unos 246 000 millones de puntos de datos (biomarcadores) que el equipo pudo medir a lo largo de los 50 años de edad de los participantes. “Buscábamos cuándo se producían los cambios y alteraciones más frecuentes a nivel molecular y bioquímico”, explica Michael Snyder, coautor del estudio y director del departamento de genética de Stanford Medicine.

Los resultados muestran que el 81% de las moléculas no cambiaron de forma continua (como cabría esperar con un envejecimiento lineal), sino que se transformaron significativamente en torno a los 44 y 60 años.

A los 44 años, algunos de los cambios observados se produjeron en células que afectan al metabolismo (lo que podría explicar por qué nos cuesta más absorber y procesar la cafeína y el alcohol a medida que envejecemos), proteínas del tejido adiposo (lo que podría explicar los niveles más altos de colesterol y el inesperado aumento de peso a mediana edad) y proteínas del tejido conjuntivo asociadas a la estructura de la piel y los músculos (lo que podría explicar por qué la piel empieza a descolgarse, aparecen las arrugas y “por qué la gente tiene más problemas relacionados con la tensión muscular y las lesiones”, explica Snyder).

A los 60 años, el equipo observó más de esos mismos cambios moleculares junto con nuevas fluctuaciones notables en moléculas relacionadas con la función renal y la salud inmunitaria. Esto, según Snyder, podría explicar por qué los adultos mayores son más vulnerables a enfermedades como la COVID-19 y por qué las tasas de cáncer, los problemas renales y los trastornos cardiovasculares aumentan tan drásticamente a los 60 años. 

Samuel Lin, profesor asociado de cirugía de la Facultad de Medicina de Harvard y cirujano plástico del Centro Médico Beth Israel Deaconess de Estados Unidos, que no participó en la investigación, explica que los cambios moleculares que se producen repentinamente durante la primera ráfaga de envejecimiento pueden agravarse aún más cuando llegamos a los 60 años, y que cada periodo tiene resultados visibles como la disminución de la producción de colágeno y elastina, la reducción de la melanina y los cambios hormonales que contribuyen a disminuir la calidad de la piel y a encanecer y debilitar el cabello.

“Estos signos visibles del envejecimiento son consecuencia directa de los cambios moleculares y microbianos subyacentes que se producen en nuestro organismo”, afirma.

Más allá de lo visible, Lin señala que los cambios en las comunidades microbianas de todo el cuerpo también pueden promover la inflamación, un factor clave en muchos trastornos relacionados con la edad y enfermedades crónicas.

Identificar los cambios moleculares que se producen en estos dos periodos distintos “es útil porque nos indica qué cosas pueden ir mal en estas etapas de nuestra vida”, afirma Venki Ramakrishnan, científico galardonado con el Premio Nobel y autor de Why We Die: The New Science of Aging and the Quest for Immortality [Por qué morimos: la nueva ciencia del envejecimiento y la búsqueda de la inmortalidad], que no participó en la investigación.

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Limitaciones y preguntas sin respuesta

A pesar de los beneficios que podrían aportar estos conocimientos, el estudio tiene una serie de limitaciones y deja importantes preguntas sin respuesta.

Por ejemplo, una advertencia importante es que todos los participantes en el estudio viven en California (Estados Unidos), lo que aumenta la probabilidad de que compartan antecedentes, estilos de vida y factores ambientales similares. “Por ello, es posible que nuestra cohorte no represente plenamente la diversidad de la población en general”, afirma Shen.

Además, los cambios moleculares observados en el estudio sólo se rastrearon en múltiples individuos de distintas edades, y no dentro de los mismos individuos a lo largo del tiempo. Esta carencia puede ser esencial, ya que las investigaciones publicadas anteriormente en Stanford demuestran que cada persona envejece de forma diferente, por lo que los resultados del estudio pueden ser distintos en el mismo individuo sometido a seguimiento durante décadas.

El estudio tampoco incluyó a ningún participante mayor de 75 años, “lo que significa que no tiene en cuenta los patrones de envejecimiento en las últimas etapas de la vida”, añade Lin.

Cabe destacar que la investigación tampoco llega a la raíz de las causas de estos cambios y no tiene en cuenta las variaciones en la dieta o los cambios de comportamiento, como el estrés o la disminución de la calidad del sueño. Tampoco tiene en cuenta si una persona fuma, bebe o toma medicamentos recetados, que también podrían explicar algunas de estas alteraciones moleculares.

De hecho, otras investigaciones demuestran que algunas personas experimentan una “crisis de la mediana edad” a finales de los 30 y principios de los 40, o una “crisis de la tercera edad” a finales de los 50 y principios de los 60, dos periodos de tiempo que coinciden con estos “estallidos” de envejecimiento. En otras palabras, “es posible que los cambios psicológicos y de estilo de vida asociados sean los responsables de estos cambios en el envejecimiento y no se deban a nuestra biología inherente”, explica Sinclair.

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¿Pueden prevenirse estos estallidos de envejecimiento?

Independientemente de lo que haya detrás de estos cambios moleculares, “es muy probable que las causas subyacentes del envejecimiento sean las que ya hemos identificado”, dice Ramakrishnan, así que tenemos una buena idea de lo que se puede hacer para prevenir algunos de sus resultados más indeseables.

Por ejemplo, Shen aconseja reducir el consumo de alcohol y cafeína al acercarse a los 40 o 60 años, ya que al organismo le resulta más difícil metabolizar ambas sustancias.

Snyder recomienda vigilar especialmente los niveles de colesterol y hablar con el médico al entrar en los 40 sobre los medicamentos que pueden ser eficaces para controlarlo y reducir otras grasas en la sangre.

También subraya la importancia del ejercicio regular, “especialmente levantar pesas para mantener la masa muscular”, así como beber más agua para contrarrestar los problemas renales relacionados con la edad y consumir más alimentos ricos en antioxidantes para reducir los efectos adversos del estrés oxidativo.

Sinclair sugiere limitar la ingesta de carnes rojas y procesadas, comer más verduras, dar prioridad al sueño, minimizar el estrés, mantener a raya el exceso de peso y mantenerse activo.

Considera también el uso de productos para el cuidado de la piel que contengan retinoides o antioxidantes como la vitamina C, “que pueden ayudar a mantener la salud de la piel impulsando la producción de colágeno y reduciendo el daño causado por los radicales libres”, aconseja Lin.

“Aunque no podemos detener el proceso de envejecimiento, “comprender los cambios moleculares destacados en esta investigación nos faculta para tomar medidas que pueden mejorar nuestra calidad de vida y ayudarnos a envejecer con más gracia”, añade.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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