Esto es lo que el miedo le hace a nuestro cerebro
Ya sea si estás en peligro real o simplemente viendo una película de terror, al principio, tu cuerpo responde al miedo de la misma manera. Aunque tu cerebro suele acabar por distinguir una amenaza real de una imaginaria, el estrés puede tener su coste.
Las películas de terror, las casas embrujadas y asustar a nuestros amigos en esta época del año, cuando se acerca Halloween, suelen ser actividades inofensivas. Pero el miedo que inducen puede activar el sistema de lucha o huida del cuerpo, liberando sustancias químicas en el cuerpo y causando una serie de respuestas fisiológicas.
"La respuesta de nuestro cuerpo al miedo es en realidad una herramienta fantástica para sobrevivir en situaciones peligrosas porque se activa rápidamente, nos llena de energía, aumenta nuestra concentración, fortalece nuestros músculos y nos prepara para lidiar con lo que sea que se nos amenace", dice Kenneth Carter, psicólogo clínico del Oxford College de la Universidad de Emory y autor de Buzz!: Inside the Minds of Thrill-Seekers, Daredevils, and Adrenaline Junkies [Buzz!: Dentro de las mentes de los buscadores de emociones, temerarios y adictos a la adrenalina].
Es un mecanismo de supervivencia instintivo, "que hemos tenido desde que nuestros antiguos antepasados tuvieron que huir de los depredadores", agrega Janice Kiecolt-Glaser, directora del Instituto de Investigación de Medicina del Comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos).
Aunque en su día ayudó a nuestros predecesores a escapar de los tigres dientes de sable y ahora también nos mantiene fuera de peligro, activar la respuesta de miedo del cuerpo no siempre es algo bueno. "Si se desencadena con demasiada frecuencia con el estrés constante o los sustos frecuentes, puede desgastar nuestros cuerpos", advierte Carter.
Esto es lo que el miedo le hace a nuestros cuerpos, cómo nuestras mentes diferencian entre las amenazas reales y las aparentes y por qué algunos fanáticos de las emociones podrían querer tener más cuidado.
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Lo que el miedo le hace a tu cerebro y a tu cuerpo
La respuesta de miedo del cuerpo, o respuesta de lucha o huida, siempre comienza en la amígdala, una parte del sistema límbico del cerebro que es fundamental para reconocer las amenazas y procesar las emociones. Después de percibir una amenaza, la amígdala envía una señal de socorro a una centralita en el cerebro conocido como hipotálamo, que le dice a los sistemas nervioso y endocrino que liberen hormonas y neurotransmisores como cortisol, dopamina, noradrenalina y adrenalina.
"Los neurotransmisores se liberan desde las neuronas del sistema nervioso, mientras que las hormonas se liberan de las glándulas suprarrenales, un par de glándulas endocrinas que se encuentran encima de los riñones", explica Marc Dingman, científico de salud bioconductual de la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos).
Las investigaciones demuestran que estas hormonas y neurotransmisores trabajan juntos para acelerar la respiración y hacer que el corazón bombee sangre rica en oxígeno más rápido a los músculos y órganos vitales. Esto prepara los músculos y el cerebro para coordinar rápidamente una respuesta a la amenaza.
En tal estado, "nuestros músculos se tensan, por lo que estamos listos para la acción; nuestras pupilas se dilatan, para que podamos ver mejor; nuestras mentes se agudizan, por lo que podemos concentrarnos únicamente en la amenaza; y nuestra audición mejora, para hacernos más sensibles a los sonidos", explica Kiecolt-Glaser.
La liberación de adrenalina también reduce el dolor al inhibir las vías de señalización, por lo que podemos correr más lejos o tener más fuerza para luchar de lo que normalmente podríamos tolerar.
Aunque las hormonas del estrés juegan el papel más importante en estos cambios, el miedo también hace que el cuerpo libere dopamina para aumentar aún más el estado de alerta. "Esto puede contribuir al, a menudo sorprendente, sentimiento de placer que algunas personas experimentan en situaciones inducidas por el miedo", dice Emily Hemendinger, investigadora de manejo del estrés y directora clínica del Programa Ambulatorio Intensivo en el Campus Médico Anschutz de la Universidad de Colorado (Estados Unidos).
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¿En qué se diferencian las amenazas reales y las percibidas?
Nuestra respuesta biológica inmediata al miedo es la misma, ya sea que nos enfrentemos a un peligro real o a algo que solo lo parece, dice Holly Blake, profesora de medicina conductual en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nottingham en Reino Unido.
Pero el cerebro generalmente reconoce pronto la diferencia entre una amenaza real y una percibida.
"Hay dos fases en la respuesta al miedo o sobresalto", dice Denise Millstine, doctora de medicina interna y directora de la Clínica de Medicina Integrativa de la Mayo Clinic en Arizona (Estados Unidos). Explica que la primera es "automática e involuntaria", y solo dura un momento. "Este es el 'salto' en la casa embrujada o lo que sucede cuando alguien salta frente a ti", dice.
En otras palabras, ese actor que usa una máscara aterradora y te persigue a través de una casa embrujada con una motosierra falsa inicialmente estresará tu sistema de la misma manera que lo haría un asesino real con una motosierra real.
Pero casi inmediatamente después de que se produce esta respuesta inicial al estrés, la corteza prefrontal, un área del cerebro que nos ayuda a pensar racionalmente e inhibe los impulsos, inicia la segunda fase de la respuesta al miedo: detectar si la amenaza es real o simplemente un tipo con una máscara.
Esta conexión es ayudada por el hipocampo, la estructura cerebral responsable de la formación y salvaguarda de los recuerdos. "El hipocampo ayuda recuperando recuerdos de experiencias pasadas en casas embrujadas para respaldar el argumento de que la situación actual no es realmente mortal", dice Dingman.
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Cómo el miedo puede dañar el cuerpo, incluso si el peligro no es real
Pero a veces el cerebro no tiene esos recuerdos de los que extraer o no sabe qué es real y qué no. Piensa en un amigo que se disfraza para asustarte o en la experiencia de ver una película particularmente aterradora.
Debido a que nuestros cerebros evolucionaron en el mundo real miles millones de años antes de que se comenzaran a hacer películas, a veces identificamos lo que vemos en la pantalla como real o, al menos, como educativo. Así es como Tiburón, una película que muestra a un tiburón asesino mecánico, hizo que millones de personas le temieran a la realidad.
En estas situaciones, es posible que la respuesta lucha o huida del cuerpo no se active totalmente. En cambio, a menudo se liberan cantidades más pequeñas de hormonas del estrés, lo que resulta en efectos reveladores como un corazón acelerado, palmas sudorosas o sensación de nerviosismo.
Aunque son inofensivos y divertidos para muchas personas, "los sustos frecuentes pueden ser estresantes, incluso entre las personas que piensan que lo disfrutan", dice Mihail Zilbermint, médico y director del programa de endocrinos hospitalarios de Johns Hopkins Medicine.
De hecho, Kiecolt-Glaser explica que cuando las hormonas del estrés se liberan con demasiada frecuencia o durante largos períodos de tiempo, "pueden desgastar el cuerpo". En algunas personas, dice, "puede provocar problemas de salud como presión arterial alta, problemas cardíacos, problemas digestivos y desregulación del sistema inmunológico porque su cuerpo está constantemente en modo de 'alerta máxima".
Ademas, se ha descubierto que la adrenalina daña el tejido cardíaco en algunas personas por lo que las personas con afecciones cardíacas deben tener especial cuidado. "Recomiendo evitar los sustos intencionales si tienes una arritmia cardíaca", aconseja Millstine.
Lo mismo ocurre con las personas que padecen dolor de espalda crónico, "ya que las contracciones musculares bruscas que ocurren con un susto pueden desencadenar espasmos musculares y exacerbar los síntomas", agrega.
La sobreexposición a los sustos también puede desensibilizarte al miedo, que, de nuevo, es una importante respuesta evolutiva de supervivencia. "Las personas que disfrutan de las películas de terror o visitan casas embrujadas con regularidad pueden no reaccionar con tanta fuerza ante el peligro real porque su cerebro se acostumbra a estas situaciones a través de un proceso llamado habituación", dice Carter.
Otra consideración es que las personas con afecciones como el trastorno de estrés postraumático, el trastorno obsesivo-compulsivo o el trastorno de ansiedad "pueden tener una amígdala hiperactiva que hace que su respuesta al miedo sea más dramática o que les afecte más que a otros individuos", dice Hemendinger. A esas personas, dice, "les puede venir bien no ir a casas embrujadas este año".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.