Estroncio

¿De dónde venían los esclavos negros? La respuesta podría estar en sus huesos

La comunidad científica ha creado un innovador mapa de los isótopos de estroncio encontrados en el África subsahariana que podría ayudar a los descendientes de los esclavos a reconstruir su historia familiar.

El estroncio es un metal alcalinotérreo blando, de color blanco plateado, que se vuelve amarillo cuando se expone al aire. También aparece en el lecho rocoso, por lo que los investigadores están utilizando este elemento para ayudar a rastrear las raíces de los antepasados desplazados a la fuerza por la trata transatlántica de esclavos.

Fotografía de SCIENCE PHOTO LIBRARY
Por Jalen Coats
Publicado 4 mar 2025, 10:05 CET

“¿De dónde eran mis antepasados?” es una pregunta que persigue a Andre Kearns desde que tiene uso de razón. Aún recuerda la tarea de geografía que le asignaron en secundaria: colorear un mapa de Nueva York con los distintos enclaves étnicos de principios del siglo XX. Cuando Kearns empezó a sombrear un barrio negro, su profesor le indicó que se centrara sólo en los inmigrantes irlandeses, griegos e italianos. Desconcertado (aunque curioso), Kearns reconoce ahora este momento como una llamada temprana para que profundizara en su linaje.

Desde entonces, Kearns se ha convertido en una de las pocas personas negras de Estados Unidos que ha rastreado el origen de su familia hasta un período temprano de la trata transatlántica de esclavos. Mediante una combinación de investigación en registros públicos y pruebas de ADN, Kearns descubrió que es descendiente materno de Emanuel y Joan Cumbo, que llegaron esclavizados a las costas de Virginia hacia 1628 procedentes de Angola, y cuyo hijo obtuvo la libertad más de 35 años después. Kearns atribuye la posibilidad de remontarse tanto en su árbol genealógico a una tenaz persistencia, pero también a la suerte.

“Como eran nominalmente libres desde el siglo XVII, aparecen en los registros de impuestos, tierras, tribunales y censos”, explica Kearns. Pero para la parte de su familia que estuvo esclavizada hasta la emancipación, la historia es un poco diferente: “Llevo cuatro generaciones y ni siquiera estoy cerca de un manifiesto de embarque”.

Kearns no está solo. Rastrear el camino de los antepasados esclavizados es increíblemente difícil para los descendientes. Los registros son escasos y, aunque las pruebas genéticas pueden vincular a una persona con amplias zonas geográficas o nuevos parientes, no pueden revelar dónde nació y creció un antepasado esclavizado.

Un metal pesado llamado estroncio podría ayudar a arrojar luz sobre estos orígenes ancestrales. Los isótopos del estroncio son versiones del elemento con huellas químicas diferentes; se abren camino desde la tierra hasta la cadena alimentaria y, de ahí, a tejidos humanos como huesos y dientes. Comparando los valores de estroncio encontrados en los dientes de una persona con los valores de estroncio de un paisaje, la comunidad científica puede determinar la procedencia de esa persona.

Tras más de una década de desarrollo, la antropóloga Vicky Oelze y un equipo de colegas han creado un mapa detallado de las firmas de estroncio de la Tierra en el África subsahariana.

Estas firmas contienen pistas sobre los orígenes de las personas de ascendencia africana que fueron esclavizadas en todo el mundo y podrían convertirse en un recurso para genealogistas como Kearns. “Las historias individuales quedan completamente borradas” por la trata de esclavos, dice Oelze, pero las firmas de estroncio pueden ayudarnos a ver “lo invisible”.

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Las limitaciones de las pruebas genéticas

La investigación genealógica presenta retos únicos para los descendientes negros de personas esclavizadas. Los registros que se conservan de la trata transatlántica de esclavos pueden mostrar los nombres de los barcos y los capitanes, pero los cautivos se documentan mediante un simple recuento. Del mismo modo, hasta 1870, las personas esclavizadas en EE. UU. sólo podían figurar en el censo como propiedad, identificadas únicamente por su edad, sexo y color.

Muchos descendientes han recurrido a las pruebas genéticas de consumo, a través de empresas como AncestryDNA y 23andMe, pero los investigadores hacen hincapié en la necesidad de educar al público sobre las limitaciones de las pruebas.  

“La precisión de estas pruebas de ADN depende totalmente del conjunto de datos de referencia”, afirma Aja Lans, antropóloga de la Universidad Johns Hopkins. Las bases de datos de las pruebas genéticas carecen de suficientes muestras de África para realizar cotejos detallados, y también reflejan dónde vive la gente ahora, no necesariamente dónde vivían sus familias hace 400 años.

A los expertos les preocupa que, sin una orientación interpretativa, los consumidores puedan confundir sin darse cuenta ancestros genéticos y genealógicos. “Puedes estar genéticamente emparentado con alguien de hace 2000 años a través de un cromosoma Y lejano o de mitocondrias lejanas, pero eso no significa que sea de tu familia”, afirma Raquel Fleskes, investigadora de ADN antiguo de la Universidad de Dartmouth. Investigadores como Fleskes utilizan técnicas especiales para analizar el ADN de restos encontrados en yacimientos arqueológicos, pero incluso ellos pueden toparse con límites similares con genomas de referencia.  

También preocupa que, cuando las empresas comercializan sus pruebas en términos raciales, se fomente la idea errónea de que el ADN puede determinar la herencia racial o étnica. “A día de hoy, los seres humanos son genéticamente idénticos en un 99,9%”, afirma Lans. “Cualquier persona, en cualquier lugar de la Tierra, puede tener el mismo gen que otra. Ése es el significado de la afirmación de que 'la raza es una construcción social".

Utilizar el ADN como parte de una caja de herramientas más amplia podría ayudar con estas complejidades y ofrecer una vía diferente a la pregunta: ¿Cuáles eran los orígenes de los más de 12 millones de personas que fueron secuestradas en África durante la mayor migración forzada de la historia?

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¿Qué son los isótopos de estroncio y qué podemos aprender de ellos?

Los isótopos son variaciones de un mismo elemento que tienen el mismo número de protones pero distinto número de neutrones, lo que les confiere un carácter distintivo.

El estroncio existe en el lecho rocoso y deja su huella en el agua y las plantas que crecen en la zona. Las criaturas que beben esa agua y comen esas plantas almacenan esas firmas en sus dientes. Los científicos pueden llevar una pequeña muestra de un diente (o de cualquier material orgánico) al laboratorio y leer sus valores isotópicos. La comparación de esos valores con un mapa de referencia puede revelar de dónde procede el material analizado.

Las firmas de estroncio son tan específicas que los investigadores las han utilizado para una serie de estudios sensibles a la localización, como determinar el origen de poblaciones prehistóricas, rastrear las migraciones de aves y seguir la pista del comercio ilegal de marfil.

“Aunque el concepto de análisis isotópico no es nuevo, su uso todavía no está muy extendido”, afirma el arqueólogo Hannes Schroeder, que utilizó esta técnica en Barbados. El estudio de Schroeder analizó el hueso, el colágeno dentinario y el esmalte dental de 25 personas enterradas en Newton Plantation, y descubrió que la mayoría habían nacido en la isla. Pero siete de los individuos analizados presentaban proporciones de estroncio y oxígeno que sugerían que habían sido capturados en África. Las muestras de sus dientes diferían de las de sus huesos, lo que apoya aún más la idea de que crecieron en un lugar y pasaron el resto de sus vidas en otro.

Para crear el nuevo mapa de valores de estroncio, los científicos añadieron los datos de casi 800 muestras ambientales procedentes de 24 países del África subsahariana a los datos disponibles anteriormente para la región. Las muestras van desde tierra de termitas a conchas de caracol o dientes de perro y, tras analizarlas, el equipo de investigación utilizó el aprendizaje automático para generar el modelo predictivo que constituye la base del mapa.

Hasta ahora, los investigadores han utilizado el mapa para estimar de dónde procedían las personas esclavizadas enterradas en Charleston (Carolina del Sur) y Brasil con una resolución mayor que nunca. “El poder de este nuevo mapa radica en que los científicos pueden tomar los datos genómicos y los datos de estroncio y volver a analizarlos para obtener información más específica sobre el lugar de nacimiento y de procedencia de estas personas”, explica Fleskes, que ya había estudiado muestras antiguas de ADN del yacimiento de Charleston y había descubierto que los individuos tenían ascendencia de África occidental y centro-occidental.  

Cuando el equipo de Oelze cruzó los datos de estroncio de los esclavos enterrados en Charleston con el nuevo mapa, descubrió que dos individuos procedían probablemente del este de Guinea o de una franja de Costa de Marfil y el sur de Ghana. El estudio también volvió a analizar los datos de los dientes de los esclavos del cementerio de Pretos Novos, en Río de Janeiro (Brasil). Utilizando el mapa, los científicos proyectaron que cuatro individuos procedían de distintas partes de Angola, lo que apunta a la inmensidad de la red intracontinental de comercio de esclavos y a la práctica de los esclavistas de cortar los lazos familiares y comunitarios.

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Rendir cuentas a los descendientes vivos

Al igual que el análisis del ADN antiguo, las pruebas de estroncio requieren el acceso a los restos ancestrales para revelar más sobre la trata transatlántica de esclavos. Los investigadores necesitan pequeñas muestras (por lo general, menos de 10 miligramos) de los dientes de las personas que vivieron en esa época.

“La arqueología puede decirnos mucho, sobre todo cuando no tenemos información”, dice Lans, pero los investigadores también son conscientes de los orígenes coloniales de la antropología y de las prácticas bien documentadas de los europeos y sus descendientes de saquear artefactos y tratar los cuerpos de los negros y los indígenas como propiedad. “Me opongo firmemente a sacar a los antepasados de la tierra a menos que no haya otra opción”, afirma Lans.

Los arqueólogos han pedido a los legisladores que aprueben la Ley de Protección y Repatriación de Tumbas Afroamericanas (AAGPRA, por sus siglas en inglés), que obligaría a universidades y museos a dar cuenta de los restos de afroamericanos que posean, detener las investigaciones y consultar a las comunidades de descendientes sobre los pasos a seguir.

La deferencia hacia las personas que comparten lazos de parentesco con los antepasados forma parte de “intentar curar el trauma global en las comunidades de descendientes de negros”, afirma Alicia Odewale, arqueóloga de la Universidad de Tulsa. También podría ser una salvaguarda para evitar que los científicos continúen con el problemático legado de realizar investigaciones sobre los antepasados sin el conocimiento o el consentimiento de las personas que están conectadas (por la experiencia encarnada, por la esclavitud y por el lugar) con esos antepasados.

“Hay una lista cada vez mayor de cementerios de descendientes de africanos sobre los que estamos intentando obtener más información”, afirma Andre Kearns. Disponer de más información mediante pruebas de estroncio “abre la posibilidad” de crear una imagen más completa de sus vidas: si llegaron en barcos autorizados o proscritos, si crecieron en el interior de África o en la costa, o si sus familias pasaron generaciones en el Caribe. Se trata de un conocimiento significativo, incrustado en un diente e íntimamente ligado a la administración y el permiso.

“Para saber quién soy, necesito saber quién me precedió”, dice Kearns. Aprender más sobre los antepasados que “construyeron una vida y una familia que se extiende hasta mí y de la que estoy orgulloso de formar parte me da una perspectiva importante de mi vida, y me sirve de inspiración. Me recuerda que estoy sobre sus hombros”, afirma.

Aunque el mapa es una herramienta prometedora, Oelze dice que “no es una solución mágica”. Recoger muestras del segundo continente más grande del mundo es un esfuerzo laborioso que dura años. Además, los valores de estroncio pueden variar mucho dentro de una misma región y, por sí solos, no sirven para determinar el lugar de nacimiento de un personaje histórico.

Consultado por sí solo, el mapa proporciona estimaciones basadas en probabilidades. Para aumentar esas probabilidades, los científicos podrían recopilar más datos por lugar e incorporar otros elementos, como oxígeno, nitrógeno y carbono, para desarrollar un enfoque “multiisotópico”, afirma Alex Bentley, antropólogo de la Universidad de Tennessee, Knoxville.

Aunque el uso más inmediato del mapa es que los investigadores puedan dilucidar las realidades del comercio transatlántico de esclavos, su potencial también reside en cómo puede utilizarse junto con otras líneas de pruebas (historias orales, genética, registros históricos) para reconstruir las historias personales de las personas esclavizadas con más textura, más precisión y más color.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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