Mitos, creencias y medias verdades; ¿de dónde viene nuestro miedo a los vampiros?
Los vampiros son uno de los pilares de la literatura y el cine de terror, además del imaginario de Halloween. Pero durante cientos de años también fueron chivos expiatorios de enfermedades.
Este esqueleto de 700 años de Sozopol (Bulgaria) fue encontrado con los dientes extraídos y apuñalado en el pecho con una barra de hierro. Los estudiosos sospechan que los habitantes de la ciudad lo hacían para ahuyentar a los vampiros, un temor muy real en Europa durante cientos de años.
Los rasgos comunes de los vampiros de hoy en día están bastante bien establecidos: tienen colmillos, beben sangre humana y no pueden verse en los espejos. Se les puede ahuyentar con ajo o matar con una estaca en el corazón. Algunos, como Drácula, son aristócratas que viven en castillos.
Pero, en sus comienzos, los vampiros no estuvieron tan claramente definidos. Los estudiosos sospechan que la concepción moderna de estos monstruos de Halloween evolucionó a partir de varias creencias tradicionales que se tenían en toda Europa. Estas creencias se centraban en el miedo a que los muertos, una vez enterrados, pudieran seguir haciendo daño a los vivos.
A menudo, estas leyendas surgieron de un malentendido sobre cómo se descomponen los cuerpos. Cuando la piel de un cadáver se encoge, puede parecer que sus dientes y uñas han crecido. Y cuando los órganos internos se descomponen, un "líquido de purga" oscuro puede salir por la nariz y la boca. La gente que no está familiarizada con este proceso interpreta este líquido como sangre y sospecha que el cadáver ha estado bebiendo de los vivos.
Los cadáveres ensangrentados no eran el único motivo de sospecha. Antes de que la gente entendiera cómo se propagaban ciertas enfermedades, a veces imaginaban que los vampiros estaban detrás de las fuerzas invisibles que asolaban lentamente sus comunidades. "La única constante en la evolución de la leyenda de los vampiros ha sido su estrecha asociación con la enfermedad", escribe Mark Collins Jenkins en su libro Vampire Forensics. Intentar matar a los vampiros, o evitar que se alimenten, era una forma de sentir que se tenía cierto control sobre la enfermedad.
Las historias locales de strigoi (en rumano, vampiros o "las almas de los muertos") inspiraron la novela Drácula de Bram Stoker.
Este cráneo del siglo XVI fue enterrado en Venecia (Italia) con un ladrillo en la boca. El ladrillo debía evitar que la persona saliera de la tumba para comerse a la gente.
Vampiros de Europa
Por ello, los sustos de los vampiros solían coincidir con los brotes de peste. En 2006, los arqueólogos desenterraron en Venecia (Italia) un cráneo del siglo XVI que había sido enterrado entre las víctimas de la peste con un ladrillo en la boca. El ladrillo era probablemente una táctica de enterramiento para evitar que los strega (vampiros o brujas italianos) salieran de la tumba para comerse a la gente.
No todos los vampiros salían físicamente de su tumba. En el norte de Alemania, los Nachzehrer, o "devoradores posteriores", permanecían en la tierra, masticando sus mortajas. Una vez más, esta creencia tiene probablemente que ver con el líquido de purga, que podía hacer que el sudario se combara o desgarrara, creando la ilusión de que un cadáver lo había estado masticando.
Se seguía pensando que estos masticadores inmóviles causaban problemas en la superficie, y también se creía que eran más activos durante los brotes de la peste. En el tratado de 1679 Sobre los muertos que mastican, un teólogo protestante acusó a los Nachzehrer de dañar a sus familiares supervivientes mediante procesos ocultos. Escribió que la gente podía detenerlos exhumando el cuerpo y rellenando su boca con tierra, y tal vez una piedra y una moneda por si acaso. Sin la capacidad de masticar, afirmaba el tratado, el cadáver moriría de inanición.
Las historias de vampiros siguieron floreciendo en las naciones del sur y el este de Europa en los siglos XVII y XVIII, para disgusto de algunos dirigentes. A mediados del siglo XVIII, el Papa Benedicto XIV declaró que los vampiros eran "ficciones falaces de la fantasía humana", y la gobernante de los Habsburgo, María Teresa, condenó las creencias vampíricas como "superstición y fraude".
(Relacionado: La sangrienta leyenda de la condesa asesina de Hungría)
Aun así, los esfuerzos contra los vampiros continuaron. Y, tal vez lo más sorprendente de todo, uno de los últimos grandes sustos a los vampiros se produjo en la Nueva Inglaterra del siglo XIX, dos siglos después de los infames juicios a las brujas de Salem.
Del Viejo al Nuevo Mundo
En 1892, Mercy Brown, de 19 años, de Exeter, Rhode Island, murió de tuberculosis, entonces conocida como tisis. Su madre y su hermana ya habían muerto, y su hermano Edwin estaba enfermo. Los vecinos, preocupados, temían que una de las mujeres Brown recientemente fallecidas pudiera estar haciendo daño a Edwin desde la tumba.
Cuando abrieron la tumba de Mercy Brown, encontraron sangre en su boca y en su corazón y lo consideraron un signo de vampirismo (aunque no lo llamaron así). Los vecinos quemaron el corazón de Mercy y mezclaron las cenizas en una poción para que Edwin la bebiera, una táctica común contra los vampiros. La poción debía curarlo; en cambio, murió unos meses después.
Este no fue un incidente aislado. El folclorista y autor de Food for the Dead, Michael Bell, calcula que hay 60 ejemplos conocidos de rituales antivampíricos en la Nueva Inglaterra de los siglos XVIII y XIX, y varios más en otras partes del país. Estos rituales eran más comunes en el este de Connecticut y el oeste de Rhode Island, dice Brian Carroll, profesor de historia de la Universidad Central de Washington que está escribiendo un libro sobre el tema.
Carroll cree que estos rituales antivampíricos fueron "introducidos como procedimiento médico en la época de la Revolución Americana" por médicos alemanes que trabajaban para las fuerzas de Hesse. Por ello, cree que los vampiros de Nueva Inglaterra se basaron en el Nachzehrer alemán. A diferencia de los vampiros rumanos chupasangre, los de Nueva Inglaterra permanecían en su tumba, dañando a los vivos mediante "magia simpática" desde la distancia, argumenta.
Bell, sin embargo, cree que las prácticas antivampíricas en Nueva Inglaterra procedían de muchos lugares y que los presuntos vampiros de Nueva Inglaterra eran en realidad más parecidos a los vampiros rumanos que al Nachzehrer. Al igual que los rumanos, los habitantes de Nueva Inglaterra "buscaban sangre líquida en los órganos vitales, no pruebas de masticación de mortajas", afirma. El remedio antivampírico de "arrancar el corazón, quemarlo hasta convertirlo en cenizas y dar las cenizas al enfermo o a los enfermos" también se practicaba (y se practica) en Rumanía.
(Relacionado: Vampiros sueltos en Serbia)
Sea cual sea el origen de estas creencias en Nueva Inglaterra, estaban impulsadas por las mismas preocupaciones sociales que las anteriores: el miedo a la enfermedad y el deseo de contenerla.
(Relacionado: Aparecen dos cadaveres vampíricos en Bulgaria)
Superando el miedo a los vampiros
Durante el pánico a los vampiros en Nueva Inglaterra, los vampiros encontraron un nuevo papel en libros europeos como The Vampyre (1819), Carmilla (1871-72) y Drácula (1897), así como en obras de teatro de temática vampírica. Aunque se inspiraban en leyendas populares y en el miedo a los vampiros del pasado, estos vampiros aristocráticos y sexuales se parecían más a los vampiros que conocemos hoy.
El pánico a los vampiros disminuyó en el siglo XX a medida que estos monstruos ficticios sustituyeron a las creencias populares (y a medida que mejoraron los conocimientos médicos); sin embargo, hubo un extraño resurgimiento a finales de la década de 1960, cuando Seán Manchester, presidente de la Sociedad Oculta Británica, dijo que un vampiro estaba haciendo que la gente viera cosas extrañas en el cementerio londinense de Highgate.
Los periódicos ya se habían hecho eco de los informes sobre una figura alta con ojos ardientes y otras visiones espectrales que flotaban en el cementerio, y los periodistas no tardaron en recoger la teoría de Manchester de que estos avistamientos eran obra de un vampiro de Europa del Este. Los periódicos incluso adornaron un poco sus afirmaciones, llamando a la figura un "rey vampiro", o escribiendo que el vampiro había practicado magia negra en Rumanía antes de viajar a Londres en su ataúd.
En 1970, Manchester dijo a un equipo de noticias de televisión que planeaba exorcizar al vampiro el viernes 13. Esa noche, cientos de jóvenes se presentaron en el cementerio de Highgate para verle realizar un exorcismo que finalmente no realizó.
El pánico de Highgate no fue un caso de uso de vampiros como chivo expiatorio de una enfermedad, sino más bien una sensación mediática y un ejemplo de pasatiempo para jóvenes que gustan de acudir a lugares supuestamente embrujados para poner a prueba su valentía.
En la historia de las leyendas de vampiros, el incidente de Highgate es un fenómeno moderno. Tiene menos que ver con el deseo de controlar la salud de una comunidad y mucho más con el entretenimiento moderno basado en pasarlo mal a base de sustos, como los espeluznantes avistamientos de payasos que se hicieron virales este año: aunque la gente no lo crea, son muchos los que se sienten atraídos por el terror.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.