Los 879 días en el espacio que cambiaron a este astronauta ruso
A lo largo de 17 años y cinco vuelos, Gennady Padalka ha acumulado más tiempo de permanencia en órbita que ninguna otra persona.
Gennady Padalka llega tarde.
No me esperaba esto de un ex piloto militar que también es uno de los cosmonautas rusos más condecorados. Mato el tiempo traduciendo los nombres escritos en cirílico en los pósters a mi alrededor en el Instituto de Investigación Espacial de la Academia de Ciencias Rusa: Venera, Lunokhod, RadioAstron; todos son programas que los rusos ingeniaron durante su larga y legendaria historia de exploración espacial.
En los primeros días de la carrera espacial, los soviéticos iban ganando claramente. Lanzaron en Sputnik, el primer satélite, en 1957. Y el 12 de abril de 1961, pusieron al primer humano en órbita, cuando el cosmonauta de 27 años Yuri Gagarin subió a su nave espacial esférica y emprendió el vuelo.
Aunque solo duró 108 minutos, la misión de Gagarin demostró que los humanos podían visitar el espacio y regresar de forma segura, y avivó la competición en curso entre las superpotencias mundiales enfrentadas.
En la actualidad, los humanos pueden vivir en el espacio durante meses y algunos viajeros espaciales tienen la suerte de visitar el reino de la microgravedad más de una vez, aprendiendo no solo a sobrevivir en un entorno hostil y extraterrestre, sino a adaptarse a la vida en la Tierra cuando regresan.
Con 879 días acumulados a lo largo de 17 años, Padalka ostenta el récord de permanencia en el espacio, así que nos pareció la persona perfecta con la que hablar sobre cómo el vuelo espacial cambia a una persona.
De repente, la puerta se abre y Padalka irrumpe en la habitación, sacudiéndose la monótona lluvia de octubre y con el aspecto exacto de sus fotografías. Murmura algo sobre el maldito tráfico de Moscú, se disculpa y a continuación se va, dando zancadas por un pasillo lleno de modelos de naves espaciales y de información sobre las aventuras del país en la exploración interplanetaria.
No tengo ni idea de adónde va, así que lo sigo con mi grabadora y mi libreta. Su destino —el baño de caballeros— no es precisamente el mejor lugar para una entrevista, así que me detengo cerca de la puerta cuando me doy cuenta de lo que está pasando. Encuentro la mirada cómplice de Ludmila Mekertycheva, que será la intérprete durante nuestra conversación, y ambas empezamos a reírnos de la metedura de pata.
Cuando Padalka vuelve, se sienta y se disculpa de nuevo, ya que el tráfico era horrible. A continuación, dice que no cree que pueda ayudarme mucho con mi historia.
«No soy filósofo», dice.
Pero durante más de una hora, Padalka habló mucho sobre el tiempo que pasó en el espacio: sus experiencias, sus remordimientos, sus frustraciones. Al final de nuestra conversación, quedó claro que, aunque Padalka puede no considerarse un filósofo, sin duda es un pensador sin miedo a la introspección o a compartir sus ideas. En el aniversario del viaje récord de Gagarin, presentamos una transcripción editada de esta conversación.
Ha pasado 879 días en el espacio, en cinco vuelos y 17 años. ¿Es el planeta diferente ahora en comparación con cuando voló por primera vez?
No, el planeta no ha cambiado. Diecisiete años, durante los que hice mis vuelos, son un periodo de tiempo muy corto. Nuestro planeta, como usted sabe, tiene 4.000 millones de años. Nada ha cambiado.
¿Existen lugares o cosas de la Tierra que haya echado de menos en el espacio? ¿Hizo el vuelo espacial que quisiera volver a casa?
Yo no diría tanto. No exactamente. Claro que echas de menos tu hogar, claro que echas de menos a tu familia. Pero no es como si cada vez que vuelas quisieras volver a casa, visitarla, verla. No. Como Moscú, por ejemplo, sobrevuelas Moscú... pero luego recuerdas el tráfico. Ah, el tráfico. ¡Está bien salir de Moscú!
No hay atascos en el espacio.
Se tarda solo unos segundos, en lugar de muchas horas y días, en sobrevolarlo. Pero, por ejemplo, a veces me encantaba salir y sentir la lluvia. Nunca podía hacerlo allí arriba. O simplemente zambullirme en el mar. O quizá escalar el monte Elbrus y gritar desde la cima: «¡Estoy aquí!».
Muchos astronautas han dicho que ver el planeta desde tan lejos puede hacer que se preocupen más por él. ¿Pensó algo parecido mientras estaba en el espacio?
El cambio climático, los problemas ecológicos, no creo que sean los principales problemas de la Tierra. El mayor problema es la gente que lucha entre sí. Mire lo que ha ocurrido en el mundo.
Pero si nos ve a los astronautas y a los cosmonautas, colaboramos en un espacio muy pequeño, rusos, estadounidenses, canadienses y japoneses juntos. Hablamos un idioma común. Nos entendemos. ¿Por qué no podemos aplicarlo a la Tierra?
¿Qué podemos aprender de la forma en que se gestiona la estación espacial?
En los últimos 20 años, he trabajado en un proyecto internacional. He visitado Estados Unidos varias veces al año. Canadá, Europa, Japón, todos participan en este proyecto. Tengo un montón de amigos. Y estando en el espacio, volando allí arriba, sabíamos que fuera cual fuera la situación, la vida de tu amigo depende también de ti.
En realidad, lo más importante que he ganado durante el entrenamiento espacial fueron amigos. Empecé en 1989, al final de la Guerra Fría, y nuestro primer proyecto fue el transbordador Mir. Empezamos reuniéndonos con el personal espacial estadounidense y europeo. Y después el proyecto de la estación espacial internacional nos unió aún más. Y estamos tan unidos que no podemos vivir en el espacio los unos sin los otros.
Es probablemente mi mejor descubrimiento, que la gente de naciones diferentes, de países diferentes, bajo condiciones duras, pueden trabajar bien, ser amigos, entenderse, aunque a veces sus situaciones puedan ser muy estresantes.
Pero hay algo malo en el hecho de que solo dichas dificultades unan a la gente. Eso está mal. Debería haber algo más.
Ha pasado mucho tiempo en el espacio. ¿Cree que los humanos están listos para vivir en el espacio largos periodos de tiempo?
En los sesenta, no entendíamos muchas cosas. No sabíamos si un ser humano soportaría la radiación, que es muy fuerte allí arriba, o si el ser humano puede resistir la ingravidez, ni durante cuánto tiempo. Ahora, como hemos llevado a cabo cientos de experimentos, sabemos que el ser humano puede vivir y trabajar fácilmente en las condiciones del espacio, pese a diferentes factores que parecen ser bastante hostiles para los humanos.
Es fácil estar allí, es fácil vivir gracias a las ideas de los diseñadores que nos han salvado en el espacio y que han aportado las condiciones de vida. Mikhail Kornienko y Scott Kelly pasaron un año en el espacio sin problemas ni consecuencias. Así que la humanidad se ha demostrado a sí misma que es posible vivir y trabajar en el espacio.
¿Querría vivir un año o incluso cinco en el espacio?
Cinco no. Un año, tampoco. Con el tiempo, se hace tedioso. Empiezas a echar de menos la Tierra. Siempre recuerdo con gran alegría cuando entré en la estación. Tenía esa misma alegría y entusiasmo en el trabajo, y tenía el mismo grado de alegría cuando abandonaba la estación.
Usted es oficialmente un héroe de la Federación Rusa...
Uff [pone una expresión avergonzada].
Todo el mundo me dice eso: «¿Por qué todo el mundo me llama héroe?». Pero yo me pregunto: ¿quiénes son sus héroes? ¿A quién admira?
En realidad, nunca tuve ninguno.
¿Nunca?
Bueno, por ejemplo, si alguien se convierte en tu héroe, es un ejemplo a seguir, empiezas a imitar lo que hace. Y pierdes tu individualidad. Todo el mundo tiene un talento propio. Todo el mundo ha nacido con capacidades específicas y diferentes. Algunas se convierten en grandes científicas, ganadoras del Premio Nobel, otras en grandes madres. Hay quien dice que no vivirá en un campo de minas para seguir los pasos de alguien.
Me quedé impresionado al principio de mi carrera espacial, los vuelos al espacio, a la Luna, el aterrizaje lunar... Pero decir «sí, este tío, tengo que parecerme a él». Todos tenemos un talento. Todos somos héroes. Nyet, no hay que suprimir el talento propio.
Nuestro planeta (One Strange Rock), presentada por Will Smith, es la extraordinaria historia de la Tierra, de un planeta interconectado y curiosamente planificado. No te la pierdas los domingos a las 22:00 en National Geographic.