La imagen de la Tierra saliendo sobre la luna en 1968 que lo cambió todo
Esta famosa instantánea de Nochebuena fue el inicio de cinco décadas de concienciación sobre la belleza y la fragilidad de nuestro planeta.
Hace medio siglo, tres humanos partieron a la órbita lunar, dieron 10 vueltas alrededor de la luna y volvieron a casa. Para cuando la gravedad terrestre los había atado firmemente al planeta, la tripulación de la Apolo 8 celebraba ser los primeros terrícolas en visitar nuestra compañera celeste.
Pero su verdadero legado fue desvelado tres días después, el 30 de diciembre de 1968, cuando la NASA publicó una imagen sacada en Nochebuena que muestra nuestro planeta suspendido sobre la luna.
La imagen, que ahora se llama Earthrise («Salida de la Tierra»), es legendaria, una postal de las primeras almas que abandonaron verdaderamente la Tierra. Es cierto que las naves espaciales habían enviado imágenes como estas antes, pero esta foto fue la primera de este tipo sacada por un humano embelesado con una cámara. En ella, la belleza jaspeada de la Tierra destaca sobre la oscuridad del espacio, amplificada por el sombrío y casi monocromático horizonte lunar en primer plano.
«Es sin duda la fotografía más importante que se ha sacado», afirma Brian Skerry, fotógrafo de National Geographic, que compara la imagen con la primera vez que la humanidad se miró a un espejo. «Son astronautas en una nave en otro lugar, contemplando este hermoso planeta junto a otro cuerpo celeste al fondo. Es asombrosa. Cumple todos los requisitos».
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La creación de Earthrise
La fecha de vuelo de la Apolo 8, que inicialmente se esperaba retrasar por problemas con el hardware, se trasladó a diciembre de 1968, por los rumores de que los soviéticos planeaban enviar de forma inminente un humano a la luna. Tras haber sido vencida en el espacio por el cosmonauta Yuri Gagarin siete años antes, la NASA se mostró reacia a perder esta oportunidad anunciando primero un vuelo espacial diferente.
De forma que, cuando el comandante Frank Borman, el piloto Jim Lovell y el novato Bill Anders se subieron al mayor cohete que se ha construido, iban a bordo de una bomba controlada que no se había revisado por completo, dentro de una nave cuya evaluación no era satisfactoria para todos.
Pero el lanzamiento fue como la seda y la tripulación pronto pudo observar un mundo arremolinado de color aguamarina cremoso que se empequeñecía cada vez más. Anders estaba a cargo de las cámaras Hasselblad en la cabina y sacó unas cuantas imágenes del planeta Tierra mientras se alejaban, así como imágenes de las cordilleras y cráteres de la superficie lunar.
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«Parece yeso blanco o algún tipo de arena grisácea», contó Lovell al control de misión en Houston.
La tripulación dio tres vueltas alrededor de la luna y después saludó a los ciudadanos de la Tierra desde la órbita lunar durante una transmisión en Nochebuena. Sin embargo, en su cuarta vuelta, la tripulación se encontró con algo para lo que no estaban del todo preparados: una vista asombrosa de su hogar, que tras la luna se parecía a una bola de bolos deforme.
«¡Dios mío! ¡Mirad esa imagen!», exclamó Anders. «La Tierra está saliendo. Madre mía, es precioso».
Sacó una instantánea de la escena en blanco y negro mientras Lovell intentaba encontrar un carrete en color, pero tardó tanto que, cuando lo colocó en la cámara unos 40 segundos después, la imagen había desaparecido.
«Creo que nos lo hemos perdido», se lamentó Anders.
Pero el planeta apareció de nuevo en una ventana diferente y Anders flotó hasta ella para capturar la escena mientras discutía con Lovell sobre los ajustes de exposición y encuadre. Esa serie de imágenes en color, que hoy suelen verse giradas 90 grados a la derecha, contiene la fotografía ahora inmortalizada y adorada; el producto de un destello de emoción y 90 segundos de actividad frenética.
«Cuando ocurre algo así, nos transmite algo a un nivel que quizá no comprendamos del todo», afirma Skerry. «Como artista, fotógrafo o escritor, no puedes predecirlo necesariamente. Simplemente ocurre. Esa es la magia del arte, ¿no? Creamos cosas que, como seres humanos, transmiten algo a la gente de formas diferentes».
Pálido punto azul
Suele decirse que aquella fotografía de la Tierra contribuyó a iniciar el movimiento medioambiental y ha inspirado 50 años de imágenes de nuestro hogar visto desde el espacio. Muchas de ellas también contienen una carga emocional o nos deleitan de formas diferentes.
Una imagen de la Apolo 17, la última misión humana a la luna, muestra al astronauta Jack Schmitt sobre la superficie lunar mientras la Tierra ocupa el lugar de la luna en lo alto del cielo. Décadas después, una instantánea sacada por una sonda de camino a Marte presenta una Tierra creciente y una luna creciente, cuyos tamaños relativos y su separación son marcadamente evidentes.
“¿Qué podemos hacer ahora para garantizar un 2068 para nuestra Tierra?”
Pero pocas imágenes con el carácter de Earthrise son tan profundamente reveladoras, a excepción, quizá, de la que sacó la sonda Voyager 1 el día de San Valentín de 1990. En su camino hacia el sistema solar y al comienzo de un viaje solitario e infinito por el espacio interestelar, la Voyager se volvió para contemplar su hogar. Allí, desde el límite de lo desconocido, nuestro pálido punto azul colgaba suspendido «como una mota de polvo en un rayo de sol», como escribió Carl Sagan en 1994.
«Es nuestro hogar. Somos nosotros», escribió Sagan. «Quizá no haya una mejor demostración de la locura de la vanidad humana que esta imagen distante de nuestro diminuto mundo. En mi opinión, pone de relieve nuestra responsabilidad de tratarnos con más amabilidad, y conservar y valorar el pálido punto azul, el único hogar que conocemos».
Para muchos, Earthrise y la familia de retratos terrestres a la que dio lugar destacan el contexto paradójico en el que existimos: nuestro planeta es al mismo tiempo cósmicamente insignificante y lo más importante que compartimos como especie.
La Tierra en 2068
Ahora, la cuestión es si algo podría repetir el impacto de la Earthrise original, que fue la primera en situar a la humanidad en aquel contexto totalmente nuevo.
«Nunca digas nunca, pero no sé si se podrá hacer algo con la magnitud de revelación a tantos niveles que creó esa imagen y que todavía tiene hoy», afirma Skerry. «Puedes contemplarla durante décadas y no pasa de moda».
Pero es posible llevar el legado de esa imagen al futuro para poder celebrar el centenario de su creación. El astronauta de la NASA Leland Melvin, junto a un grupo de viajeros espaciales, intenta hacerlo compartiendo las lecciones que aprendieron estando en órbita.
«Me hizo desear estar en casa y romper cualquier barrera u hostilidad, intentar ser un mediador entre las personas y decir: “Tenemos este planeta en el que existimos y si no nos ponemos las pilas, vamos a acabar matándonos y diezmaremos el planeta al mismo tiempo”», afirma Melvin.
«¿Qué podemos hacer ahora para garantizar un 2068 para nuestra Tierra?», se pregunta.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.