Recordamos a Nancy Roman, «madre del Hubble» y astrónoma de la NASA

La primera jefa de astronomía de la agencia espacial fue una de las impulsoras del inicio de las observaciones desde el espacio.

Por Erin Blakemore
Publicado 4 ene 2019, 12:46 CET
Nancy Grace Roman
Nancy Grace Roman posa con un modelo del Orbiting Solar Observatory en 1962.
Fotografía de Science History Images/ Alamy Stock Photo

Nancy Grace Roman, astrónoma que rompió los límites, directiva de la NASA y defensora incansable del telescopio espacial Hubble, falleció el pasado 25 de diciembre a los 93 años. Roman, apodada la «madre del Hubble» por su papel fundamental en el famoso observatorio, fue la primera jefa de astronomía de la NASA y una de las primeras directivas de la agencia. Durante su larga vida, convirtió una difícil lucha por obtener reconocimiento en el campo científico en una carrera que dio a la humanidad la oportunidad de observar las profundidades más lejanas del universo.

Sobrevuela la nebulosa de Orión en esta nueva visualización en 3D
Esta es una visualización en 3D de la nebulosa de Orión. La nebulosa de Orión es una región cercana creadora de estrellas en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Las nebulosas son nubes de gas y polvo que se reparten por la galaxia. Los especialistas de la NASA han combinado imágenes visibles e infrarrojas de los telescopios espaciales Hubble y Spitzer para crear estas imágenes. Esta es la visualización de múltiples longitudes de onda más detallada de la nebulosa de Orión hasta ahora. Se ha creado a partir de imágenes y datos científicos, y haciendo uso de la magia de Hollywood. La visualización se ha creado como parte de una iniciativa para permitir que el público vea el universo.

Roman nació el 16 de mayo de 1925 en Nashville, Tennessee. Su madre, Georgia Smith Roman, era profesora de música y su padre, Irwin Roman, era geofísico. De niña, Roman y su familia se mudaron de Nashville a Oklahoma, Texas, Nueva Jersey y Míchigan debido a la profesión de Irwin en el creciente sector de la prospección geológica.

Roman citaba el interés de sus padres por el mundo natural —y el tiempo que pasó bajo el firmamento despejado de Reno, Nevada— como inspiración por su interés temprano en la astronomía. Con 11 años e impulsada por su fascinación por las estrellas, fundó su propio club de astronomía con un grupo de niñas de su barrio. Aunque cuando entró en el instituto ya sabía que quería ser astrónoma, su orientador la desanimó, reprendiéndola por querer cursar matemáticas en lugar de latín.

Pese a las dudas que ensombrecían sus ambiciones científicas, Roman luchó para recibir una educación secundaria en astronomía y física. Roman, alumna prometedora en el Swarthmore College, tuvo que ignorar también las advertencias del decano y otros profesores respecto a estudiar ciencias hasta que finalmente se graduó en Astronomía en 1946. Más adelante, recordó que la única persona que la estimuló durante sus años de estudiante universitaria fue un profesor que le dijo: «Normalmente trato de disuadir a las chicas de que se especialicen en física, pero creo que es posible que tú lo logres».

Sin embargo, Roman persistió, y recuerda que «nunca consideré seriamente ninguna ocupación que no fuera la astronomía».

La ciencia en el espacio

En 1949, Roman obtuvo su doctorado en Astronomía en la Universidad de Chicago, donde trabajó más de seis años en el Observatorio Yerkes como instructora y profesora adjunta. Pero Roman estaba convencida de que tenía pocas posibilidades de convertirse en titular siendo mujer.

«Cuando miraba a mi alrededor, no veía a ninguna mujer en puestos de investigación en astronomía», contó a National Geographic. En lugar de esperar a que despegara su carrera, aceptó un puesto en el Laboratorio de Investigación Naval de los Estados Unidos en Washington, D.C. Allí, Roman se quedó perpleja ante su falta inicial de funciones.

«Me quedé desconcertada, no sabía por qué me habían contratado si no tenían trabajo para mí», contó a National Geographic. Más adelante, descubrió el problema: su predecesora, también mujer, no había trabajado bien y sus colegas se mostraban reacios a asignarle tareas a Roman. «Estoy segura de que no habría habido problema con otro hombre, pero yo era la representación femenina», afirmó. Al final, se ganó la confianza de sus colegas y empezó a trabajar en radioastronomía, geodesia y espectroscopia de microondas.

A finales de los años 50, Roman asistió a una conferencia sobre el origen de la luna impartida en la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, que se había fundado recientemente. Allí, habló con un directivo de la NASA que le preguntó si conocía a alguien que quisiera trabajar en la incipiente agencia para fundar un programa de astronomía espacial. «La idea de hacer borrón y cuenta nueva y trabajar para crear un programa que pensé que probablemente influyera en la astronomía durante 50 años era un reto que no podía rechazar», recordó más adelante. «Eso era todo lo que necesitaba».

Por aquel entonces, la NASA era tan reciente que los astrónomos tenían sus recelos al respecto, ya que dudaban que la observación desde el espacio pudiera ser posible. Pero Roman se sintió estimulada por la idea de la ciencia en el espacio. Dedicó el tiempo que pasó en la NASA a iniciar y respaldar la observación desde el espacio, desde satélites hasta la sonda Scout. En 1964, se le puso su nombre a un nuevo asteroide, 2516 Roman.

Pero su mayor logro en la NASA fue quizá el mayor regalo para la astrofísica: el telescopio espacial Hubble, el revolucionario observatorio por satélite que ha dado pie a más de 1,2 millones de observaciones y 14.000 artículos científicos desde su lanzamiento en 1990. Pese a los recortes en la financiación y la necesidad de educar al público sobre por qué debería invertirse en el instrumental científico más caro jamás fabricado, la incansable Roman sentó las bases que finalmente hicieron realidad la visión de la NASA de un observatorio en el espacio.

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    En 1978, Roman contrató a Edward J. Weiler, que trabajaría como científico jefe del telescopio espacial Hubble de 1979 a 1998. Para él, la verdadera fortaleza de Roman yacía en su tenacidad y su perspicacia política.

    «Era toda una maquinadora», contó a National Geographic. «Fue una batalla difícil». En 1974, cuando el Congreso redujo la financiación destinada al telescopio, Roman organizó entre bastidores una campaña de presión que duró años y que garantizó el dinero necesario para el proyecto. «Hubble no hubiera ocurrido sin su liderazgo, su perseverancia y su lógica política», afirmó Weiler.

    Su otro legado

    Ya con la financiación y una fecha de lanzamiento programada, Roman se alejó del desarrollo del telescopio, retirándose de la NASA para trabajar como asesora de contratistas de astronáutica. Además de reconocérsela con un Federal Women’s Award y doctorados honorarios del Swarthmore College, Bates College, Russell Sage College y Hood College, también se le puso su nombre a una beca de la NASA en astrofísica. Casi al final de su vida, siguió impartiendo conferencias sobre astronomía, asistiendo a congresos científicos y manteniéndose al día con los coloquios de la NASA. Ya con más de 90 años, asistía a clases de gimnasia a diario y frecuentaba eventos culturales.

    Aunque para muchos Hubble es su mayor legado, Roman contó a National Geographic que había dos cosas de las que estaba muy orgullosa. La primera era su investigación sobre las estrellas: en su época en Yerkes, Roman descubrió que las estrellas con órbitas circulares y elementos más pesados son más jóvenes que aquellas con órbitas más aleatorias y menos elementos pesados. También observó BD+67 922, una estrella a la que posteriormente llamarían AG Draconis.

    «Mi trabajo ayudó a otros a explorar la evolución de la galaxia», contó. También lo hicieron sus aportaciones al otro proyecto del que estaba orgullosa: el International Ultraviolet Explorer, que facilitó más de 100.000 observaciones de las estrellas.

    Cuando National Geographic le preguntó qué diría a otras mujeres sobre su legado como astrofísica, Roman se rió y, a continuación, se puso seria: «Yo no dejé que el hecho de ser mujer me frenase».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

     
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