Así se ha equivocado la ciencia por ignorar a las mujeres
El machismo ha sesgado durante años la investigación, pero una nueva ola de científicas está cambiando su curso.
Angela Saini sabe cómo es ser la única mujer en la sala, sobre todo cuando esa sala es un laboratorio de ciencias. En la universidad, era la única mujer en su clase de ingeniería. Antes, había sido la única chica de su clase de matemáticas y química. Finalmente, obtuvo dos másteres, uno en ingeniería y otro en ciencia y seguridad. Saini, ahora periodista galardonada, saca a la luz la historia de la ciencia, un campo que, pese a toda su buena labor, ha perjudicado a las mujeres —y la investigación— al rechazarlas.
Saini ha hablado con nosotros desde Londres, donde vive, sobre su libro de 2017, Inferior, y sobre por qué existe una campaña para introducirlo en todos los colegios de la ciudad de Nueva York. Ha expuesto las capas del machismo dentro de la ciencia, ha explicado por qué la biología y la represión sexual han seguido manteniendo a las mujeres al margen, y cómo una nueva ola de feministas e ideas feministas está modificando el discurso. Su siguiente libro, Superior: The Insidious Return of Race Science, se publicará en verano.
Las científicas son una minoría. Háblanos de cómo esta infrarrepresentación puede afectar —o sesgar— la investigación y las conclusiones a las que se llegan en última instancia.
Durante gran parte de la historia de la ciencia moderna, las mujeres han sido excluidas deliberadamente. Si hay un grupo infrarrepresentado, la gente que lo estudia recae en sus propias suposiciones culturales o sociales. Y si existe un campo donde los hombres son dominantes, y los hombres lo han sido durante la mayor parte de la historia de la ciencia, entonces claro que sus suposiciones sobre las mujeres van a introducirse en el tipo de investigación que llevan a cabo y en las teorías que elaboran. Eso es precisamente lo que ocurre.
Esto sorprende a algunas personas porque se cree que la ciencia es objetiva, ya que se enseña a los científicos a evitar sus prejuicios. Pero el sexo o la raza de los investigadores sí puede importar.
Charles Darwin, pese a todas sus aportaciones positivas a la ciencia, tenía una perspectiva pésima sobre el lugar de las mujeres en ella. ¿Qué opinaba y en qué se basaban esas ideas?
El título de mi libro procede de una frase directa suya. En una carta, describía a las mujeres como intelectualmente inferiores a los hombres. Veía la sociedad victoriana y observaba que las mujeres no lograban tantas cosas como los hombres, de forma que sacó la conclusión de que las mujeres no tenían las mismas capacidades y habilidades que los hombres. Que, de algún modo, habían evolucionado menos.
Lo raro de Darwin —y todavía lo considero un héroe científico— es que era muy exhaustivo y cuidadoso en su trabajo, pero en este tema pareció bastante chapucero. No examinó las razones por las que las mujeres tenían menos logros. No pensó que quizá era porque no se permitía a las mujeres hacer nada, al menos en la Inglaterra victoriana. Si las personas no están en igualdad de condiciones, no es justo compararlas, y eso fue precisamente lo que hizo. Si siguiera con vida, no creo que hubiera cometido esos errores, porque era un científico muy minucioso. Creo que cayó en una trampa en la que cayeron muchas personas, una trampa de su época, y de aceptar las ideas culturales sobre hombres y mujeres en lugar de cuestionarlas.
Hablando de Darwin, háblanos de Eliza Burt Gamble, la dura profesora y activista por los derechos de la mujer que se enfrentó a él. ¿Quién era y cómo cuestionó sus teorías?
Parecía una mujer increíble. Era muy autosuficiente e independiente. Como muchas mujeres del siglo XIX, no tuvo la educación más amplia, así que fue autodidacta. Intentó estudiar la teoría de la evolución y examinar las pruebas desde un punto de vista distinto. Y se le ocurrió una conclusión diferente: que las mujeres son superiores por naturaleza. No digo que estuviera en lo cierto, pero lo que demostró era que se podían observar las pruebas de maneras diferentes. Y según tus prejuicios, según tu punto de vista, puedes sacar una conclusión diferente.
La historia está llena de pioneras anónimas. Preséntanos a algunas de tus favoritas de los archivos científicos.
Había una mujer maravillosa llamada Helen Hamilton Gardner, que investigaba el cerebro. Esto era en los primeros días de la neurología y la anatomía cerebral, cuando se asumía que las mujeres tenían cerebros más pequeños y que, por lo tanto, eran más estúpidas. Gardner observó que, si el tamaño cerebral fuera un indicador de inteligencia, entonces los humanos no serían la especie más inteligente, ya que no poseemos el cerebro más grande. Está relacionado con el tamaño del cuerpo y, como las mujeres son ligeramente más pequeñas que los hombres, tiene sentido que sus cerebros sean ligeramente más pequeños.
Se enfrentó a mucha resistencia por sus ideas, en parte porque los hombres biólogos estaban muy interesados en la idea de que debía existir una base biológica de la inferioridad femenina. Y dejó bastante claro que, en realidad, quizá no existía, lo que sentó las bases de gran parte del trabajo posterior que se ha llevado a cabo desde entonces. Creo que es muy fácil sacar conclusiones biológicas precipitadas, pero también es algo muy vago.
Tu libro profundiza en territorio oscuro, como la mutilación genital femenina (MGF) y el vendaje de los pies. ¿Qué papel desempeñan estas y otras formas de supresión en la historia de las mujeres en la ciencia?
Existe la idea generalizada de que las mujeres son castas por naturaleza, modestas y monógamas, y que los hombres son promiscuos por naturaleza. Una mujer llamada Sarah Blaffer Hrdy lo cuestionó y se preguntó qué pruebas biológicas existen para respaldarla. Su postura era que, si las mujeres son castas y modestas por naturaleza, ¿por qué hacemos cosas como la MGF, un acto tan brutal y violento? Se les ha practicado a millones de mujeres para evitar que mantengan relaciones sexuales. No tiene ningún otro propósito. ¿Por qué necesitamos hacerlo si son castas por naturaleza? Hrdy fue la primera en hacer esta observación.
También existen formas de represión sexual más sutiles. Diría que la tutela masculina es un ejemplo de ello: la idea de tener que quedarte encerrada y no poder hacer nada sin el permiso del hombre. Hasta hace poco, las mujeres de Arabia Saudí no podían conducir. Ese tipo de control de la libertad de una mujer es, en realidad, un control de su comportamiento sexual, para garantizar que no transgreda.
Hablando de algo más positivo, el feminismo también desempeña un papel en la ciencia. ¿Cómo ha mejorado ese campo?
Creo que a mucha gente le pone nerviosa traer la política a la ciencia, porque la ciencia se considera algo separado de la política, pero yo diría que, cuando estudiamos la biología y el comportamiento humanos, la política siempre ha estado presente. Por ejemplo, a principios del siglo XX, un importante biólogo de reproducción llamado Walter Heape escribió que las mujeres malgastaban su energía reproductiva al luchar por el derecho a voto. Eso demuestra que, desde el principio, todo esto era inherentemente político.
Creo que lo que las feministras han hecho dentro de la ciencia es rebatir esta antigua ortodoxia masculina y se han preguntado: ¿Es necesario hacerse estas preguntas de nuevo? ¿Tienen estas preguntas un tono diferente al analizar la historia y la cultura como una forma de explicar cosas en lugar de biología? Esto ha sido de gran ayuda. Ha mejorado la investigación realizada y las teorías sobre las diferencias entre sexos.
Gracias a la física Jess Wade, del Imperial College London, tu libro está ahora en todas las escuelas públicas de Reino Unido, y las de Nueva York serán las siguientes. Háblanos de sus esfuerzos y de qué significan para ti.
Es una señal de lo querida que es y de cómo mucha gente apoya sus esfuerzos. Creo que dice más de ella que del libro, porque es toda una fuerza de la naturaleza. Le estoy muy agradecida, no tengo palabras para expresar lo maravillosa que es. Y no soy solo soy yo, apoya a muchas mujeres en ciencias y a las minorías en la ciencia en general.
Por el momento, ha recaudado 4.000 dólares (3.500 euros) para que el libro llegue a todas las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York. Pretende recaudar 10.000 dólares (8.700 euros). Otro grupo de mujeres ha puesto en marcha una campaña similar de crowdfunding en Canadá.
Ambos tenemos hijos pequeños. ¿Cómo esperas que sea el campo científico cuando sean lo bastante mayores como para leer Inferior?
Mis editores de Reino Unido están creando una versión escolar del libro con una introducción de Jess y mía. Explico que, algún día, me encantaría que mi hijo [de cinco años] encontrara el libro en la biblioteca de su colegio cuando sea lo bastante mayor como para leerlo.
Espero que el mundo sea diferente entonces, espero que estos ya no sean problemas. Pero, ahora mismo, hay tanta confusión en el mundo que no sé qué pensar. Espero que no retrocedamos en este tema, que podamos defender nuestros derechos y avanzar.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.