Las mejores imágenes del fotógrafo oficial de la NASA
Tras tres décadas dedicado a esta labor, Bill Ingalls ha cubierto los mayores hitos de la exploración espacial gracias a una beca universitaria.
Si te gusta el espacio, es muy probable que hayas admirado las obras de Bill Ingalls. Durante 30 años, ha sido el fotógrafo principal de la NASA, un trabajo que le ha llevado por todo el mundo —aunque no más allá de nuestro planeta, todavía— para cubrir los momentos más importantes de la exploración espacial.
Sus encargos, desde eventos elegantes en la Casa Blanca a aterrizajes de naves espaciales en la gélida estepa kazaja, han dado lugar a algunas de las imágenes más emblemáticas de la agencia. Es uno de los solo dos fotógrafos galardonados con el premio de prensa de la National Space Club. A pesar de todo, conserva la humildad.
«Treinta años debería equivaler a un corpus de trabajo enorme», afirma. «Pero la verdad es que siento que mis obras de los últimos cinco o diez años son obras que veo y pienso “esta es una imagen con la que me siento bien”».
Todo comenzó con una beca universitaria. Ingalls, originario de Pittsburgh, estudió comunicación visual e inglés en la Universidad de Waynesburg.
«La televisión fue mi primer amor», afirma. Para seguir su pasión, trabajó como becario en la NASA en un puesto de escritor y productor de televisión, dedicándose a la fotografía como algo secundario. Tras trabajar una breve temporada como profesor tras graduarse, Ingalls se dio cuenta de lo mucho que quería volver a la NASA. Pidió a la agencia un trabajo, llamándolos cada semana y preguntando si tenían algún puesto disponible. Al final, tuvo suerte.
«Creo que se hartaron de que los llamara y dijeron: “Por Dios, dadle una mesa. Ponedlo en una esquina”».
A Ingalls le ofrecieron dos trabajos: investigador fotográfico o fotógrafo, un puesto que había estado languideciendo desde los días de las misiones Apolo, cuando lo ocupaba Bill Taub. Ingalls escogió el puesto de fotógrafo y lo invitaron a explorar los contenidos del armario de cámaras de la agencia espacial, que contenían gran parte del equipo de Taub.
«Respecto al equipo fotográfico, soy una especie de acaparador», afirma. «Todavía conservo todo lo que había en aquel armario, porque va acompañado de historias». Su botín incluye dos cámaras subactuáticas Nikonos que, según Taub contó a Ingalls, «fueron utilizadas por buzos durante las recuperaciones del amerizaje de las Apolo».
Hoy en día, Ingalls se ha pasado a lo digital y, al igual que su equipo, su trabajo también ha evolucionado. Desde los primeros días, en los que aprendió a sacar retratos y experimentar con «fondos alquilados de bibliotecas», pasó a cubrir eventos destacados. Uno de sus primeros grandes encargos consistió en cubrir el vigésimo aniversario del alunizaje de la Apolo, momento en el que conoció a George H.W. Bush, entonces presidente de los Estados Unidos.
«No me lo podía creer. Era solo un chico de Pittsburgh y le dije [al taxista]: “Lléveme a la entrada noroeste de la Casa Blanca, por favor”», cuenta.
Además de eso, Ingalls ha fotografiado al robot Dante II dentro de un volcán activo en Alaska, colgado de helicópteros a unos 10.000 pies para capturar los aterrizajes de naves rusas, documentado lanzamientos de transbordadores y captado innumerables fenómenos astronómicos. Pero su trabajo, elaborar una crónica de todos los aspectos de la exploración espacial, podía cambiar de repente de lo espectacular a lo lúgubre.
En 2003, cuando el transbordador espacial Columbia se desintegró al descender a la Tierra y mató a sus siete tripulantes, Ingalls se encontraba en la sede de la NASA en Washington, D.C. Recuerda fotografiar al entonces administrador adjunto Fred Gregory mientras hacía llamadas, y decirle: «Me siento incómodo haciendo lo que hago, me parece poco apropiado».
Ingalls cuenta que todavía se le pone un nudo en la garganta al recordar la respuesta de Gregory: «Lo primordial es que la gente jamás olvide este día. Necesita verse, necesita recordarse, cada momento».
Quizá decepcione a los aficionados al espacio saber que Ingalls no estaba obsesionado con el cosmos de niño.
«No coleccionaba pósters ni leía libros, no hacía nada por el estilo», afirma, señalando que la fotografía fue siempre su primer amor. Pero cuando surgió el trabajo como becario en la NASA, seguido de la oportunidad de convertirse en el fotógrafo principal de la agencia, se vio obligado a admitir que la temática de sus imágenes era impresionante.
El fotógrafo Bill Ingalls ha trabajado como fotógrafo principal en la sede de la NASA desde 1989. Síguelo en Instagram @ingallsimages.