Conoce a la mujer que busca al gemelo del planeta Tierra
Munazza Alam no creció contemplando las estrellas. Pero una profesora inspiradora y su pasión por las matemáticas hicieron que se sumergiera de lleno en la caza de planetas habitables.
¿Estamos solos en el universo? Es una cuestión que suele ser motivo de debate. Para una joven llamada Munazza Alam, ha motivado toda una trayectoria profesional.
A Alam no siempre le interesó el cosmos. «De niña, no era una friki espacial», afirma. No tenía un telescopio en el jardín y solía visitar museos con exposiciones de dinosaurios. Prefería jugar fuera y montar en bici a contemplar las estrellas.
Pero en su primer año de universidad, ya había sucumbido ante el hechizo de la astronomía.
Identidad multidimensional
Alam, de 24 años, es todas las acepciones de brillante. Es inteligente y vivaracha, y su voz irradia calidez. Puede debatir los fundamentos de la física de la materia condensada con tanta comodidad y claridad como hablaría de sus sentimientos o su familia.
Alam, musulmana estadounidense de primera generación, se crió en Staten Island, un municipio de la ciudad de Nueva York de mayoría blanca. Su madre nació en Hyderabad, India, y su padre es de Lahore, Pakistán. «Siempre tuve una sensación de otredad, la idea de cuestionarme mi pertenencia», cuenta. Los parientes que tenía en el subcontinente indio la consideraban a ella y a sus hermanas estadounidenses, pero «aquí nos veían como no estadounidenses porque nuestros padres eran inmigrantes», afirma.
Para añadir una dimensión más a su experiencia, Alam y sus hermanas asistieron a una escuela católica desde el parvulario hasta el bachillerato. A un primo suyo le había ido bien en aquel colegio y sus padres querían que sus hijas recibieran la mejor educación posible, de forma que matricularon a las tres. «Fue una forma maravillosa de aprender a fomentar ideas de aceptación, estar entre grupos diferentes y aprender a entender las creencias de otras personas y la ética según la que viven», cuenta Alam.
La inspiración
Su atracción por la física comenzó en el instituto, gracias a una profesora inspiradora cuyo entusiasmo resultaba contagioso. A Alam siempre le habían gustado las matemáticas, la ciencia, el pensamiento crítico y la resolución de problemas, pero la pasión de esta profesora por la física y su capacidad de explicar conceptos complicados quedaron grabadas en Alam.
Su profesora también la inspiró a otro nivel. «Se había mudado desde Israel a Nueva York cuando era pequeña», dice Alam, que añade que sentía que compartían una «especie de identidad duplicada: ella era de primera generación y le encantaba la física, y era una estudiante de una minoría cuando fue a la universidad como mujer».
Cuando empezó su primer año en el Hunter College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, en Manhattan, Alam ya había decidido especializarse en física. Pronto empezó su primer proyecto de investigación sobre objetos poco masivos denominados enanas marrones y, a finales de año, tuvo la oportunidad de visitar el Observatorio Nacional de Kitt Peak, cerca de Tucson, Arizona.
«Tenía 19 años y era la primera vez que veía la Vía Láctea», cuenta. Esa imagen sentó las bases de su decisión de dedicarse a la astronomía a largo plazo. También le recordó lo lejos que había llegado: «De niña, con suerte, veía un puñado de estrellas», dice.
Una estrella en alza
Alam, ahora becada de National Geographic, está sacándose la licenciatura en el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian en Cambridge, Massachusetts. Su investigación actual se centra en una categoría de exoplanetas grandes y brillantes denominados jupíteres calientes.
Empleando datos del telescopio espacial Hubble, «construye el espectro de atmósferas planetarias para inferir su composición y si estos planetas tienen nubes y brumas», cuenta. Realiza un seguimiento de estas observaciones mediante telescopios terrestres en Chile para averiguar cómo se formaron y evolucionaron estos cuerpos celestes.
Uno de los sueños de Alam es descubrir un planeta gemelo de la Tierra, un planeta más allá del sistema solar que tenga un clima como el nuestro y el potencial de albergar vida. Explica que este tipo de investigación es como un puzle sin imagen por la que guiarse. Es preciso colaborar para averiguar cómo encajan las piezas.
Se necesitan mujeres
Alam también quiere inspirar a otras mujeres como ellas para que se dediquen a este campo. «No tengo ningún modelo de conducta que se me parezca o que tenga una identidad dual como la mía», cuenta. «Quiero serlo para otras niñas que tengan un trasfondo cultural similar».
Estadísticamente, la igualdad de género es mejor en la astronomía que en otras ciencias fisicas, «pero todavía no es perfecta», cuenta Alam. Su programa en Harvard cuenta con 52 alumnos y menos de la mitad son mujeres. Pese a esta disparidad, Alam cuenta con varias influencias femeninas en su vida, desde su madre hasta su tutora de doctorado.
Y, aunque sus proyectos parezcan esotéricos, insiste en que la astronomía es para todos. «Hay algo muy humano y natural en alzar la vista a las estrellas y contemplar el cosmos».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.