La luna libera cantidades de agua sorprendentes durante las lluvias de meteoros
Nuestro satélite parece tener un antiguo embalse de agua a pocos centímetros bajo la superficie, según sugieren datos de la NASA.
El desolado paisaje lunar es mucho más húmedo de lo que creían los científicos. Una sonda de la NASA enviada para estudiar el polvo y la atmósfera lunar también captó indicios de agua que se libera cuando los meteoros impactan en su superficie lunar. Esta detección sin precedentes, publicada en la revista Nature Geoscience, demuestra que los pequeños impactos liberan hasta 220 toneladas de agua al año, mucho más de la que debería haber en la superficie, basándose en datos anteriores.
«Había tanta que el instrumental de la sonda actuó como una esponja y absorbió el agua que se desplazaba por la atmósfera», explicó la líder del estudio Mehdi Benna, científico planetario del Centro de vuelo espacial Goddard de la NASA. «Cuando encendimos el instrumental, lo que descubrimos fue muy emocionante».
El descubrimiento aporta nuevas pruebas a lo que sabemos de la formación de la luna y aporta objetivos interesantes para futuras misiones humanas, que algún día podrían aprovechar el botín acuoso de la luna para la hidratación y la propulsión.
«Siempre creemos que la luna es un lugar pacífico y desolado», afirma Benna. «Y ahora, con estos datos, vemos que la luna en realidad es muy activa y receptiva».
Lluvias de meteoros
Desde hace años, hemos sabido que la luna alberga algo de agua, la mayoría en forma de hielo en los cráteres que están permanentemente a la sombra u oculta bajo la superficie. El agua puede llegar a la luna de dos maneras. El hidrógeno del viento solar puede mezclarse con el oxígeno en la superficie y crear una sustancia química relacionada llamada hidroxilo, que a su vez interactúa con las rocas lunares para crear minerales hidratados. Los cometas y asteroides también pueden depositar agua en la luna cuando impactan en ella.
Pero los nuevos datos, recopilados por la sonda LADEE de la NASA, ya retirada, revelaron algo inesperado. Mientras LADEE estaba en órbita alrededor de la luna, presenció lluvias de meteoros. Durante determinadas épocas del año, nuestro sistema planetario atraviesa las órbitas de los cometas, algunas de los cuales están sembradas de fragmentos. La mayor parte de estos restos de cometas se queman en nuestra atmósfera y provocan los espectáculos celestes anuales que llamamos Gemínidas, Perseidas y Leónidas, entre otros. En la luna, que no tiene aire, estas lluvias de meteoros bombardean la superficie.
«Cada corriente consta de millones de partículas, como una lluvia de pequeños proyectiles», afirma Benna. «Observamos 29 corrientes de meteoros conocidas, y cada corriente está vincualda a un cometa».
Cuando estas partículas colisionan con la superficie, extraen la capa superior de suelo, o regolito, y revelan mucha más agua de la que esperaba encontrar el equipo bajo los primeros centímetros.
«Esta pérdida de agua puede compensarse con la implantación de hidrógeno del viento solar o con el agua que traen los micrometeoritos», afirma Benna. «Así que debe haber más agua bajo la superficie de la luna de la que puede remplazarse con estas dos fuentes conocidas. La única forma de explicarlo es que tenga un antiguo embalse de agua que básicamente se ha agotado con el paso del tiempo geológico».
Embalses superficiales
Benna y su equipo estiman que la luna posee una cantidad relativamente constante de agua a pocos centímetros bajo la superficie. Esto significa que la luna contiene más agua de la que podría haber llegado con el viento solar o los cometas a lo largo de su vida, lo que evidencia un problema que los científicos planetarios han tratado de resolver durante décadas.
En los primeros días de la formación del sistema solar, las gigantescas masas de los planetas jóvenes se estrellaron las unas contra las otras, expulsando escombros al espacio. Todo el material que creó la Tierra y la luna dio vueltas en un ballet cósmico. Como consecuencia, la luna y la Tierra comparten algo de historia, aunque ha sido complicado explicar por qué la luna parecía tener tan poca agua respecto a las reservas de la Tierra. Aunque los vínculos exactos son inciertos, la cantidad de agua podría estar relacionada con la historia volcánica primitiva de la luna o el intercambio de material entre la luna y la Tierra en los primeros días del sistema solar.
«Se trata de un estudio importante porque mide la liberación de agua en la actualidad», afirma Carle Pieters, científico planetario de la Universidad de Brown que no participó en la investigación. «Han empezado el debate preguntándose qué ocurre allí: ¿es reciente este agua? ¿Es antigua? ¿Está vinculada a un proceso en superficie o es un embalse antiguo? Esas son las preguntas que hay que plantearse».
Los datos del equipo podrán aportar información a los científicos que trabajan en teorías sobre el origen de la luna y el proceso de obtención de agua. Además, como la NASA quiere volver a enviar humanos a la luna, se dedicarán misiones enteras a cartografiar el agua lunar y averiguar si la luna podría abastecer a futuras tripulaciones con los recursos necesarios para sobrevivir.
«Es emocionante porque lo han captado mientras ocurre: han observado el agua que se desplaza por la exosfera antes de volver a posarse en la superficie o perderse en el espacio», afirma Pieters. «Es una parte importantísima de la historia».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.