Un meteoroide interestelar podría haber caído en la Tierra en 2014

De confirmarse, el meteoroide que atravesó nuestra atmósfera en 2014 sería el segundo visitante conocido procedente de más allá de nuestro sistema solar.

Por Nadia Drake
Publicado 17 abr 2019, 14:00 CEST
El asteroide 'Oumuamua
El asteroide 'Oumuamua, que vemos en una ilustración, fue la primera roca espacial procedente de otro sistema estelar. Ahora, los astrónomos sospechan que una bola de fuego que atravesó nuestra atmósfera en 2014 sería solo la segunda visitante interestelar documentada.
Fotografía de Esa, Hubble, NASA, Eso, M. Kornmesser

A veces, un viaje de mil años luz puede acabar en llamas. Pocos minutos después de las tres de la mañana del 9 de enero de 2014, una bola de fuego atravesó los cielos sobre la costa noreste de Papúa Nueva Guinea. Se trataba de un meteoroide que estaba desintegrándose en la atmósfera terrestre.

Pero según la nueva investigación, este visitante no era una roca espacial cualquiera que acabó con una colisión violenta. Se trataba de un intruso interestelar, un visitante que había viajado por el cosmos desde las profundidades de otro sistema estelar.

De confirmarse, el meteoro sería el segundo objeto de este tipo documentado por humanos. La primera roca espacial, llamada ’Oumuamua, atravesó nuestro sistema solar en 2017 y ahora ha emprendido su viaje de vuelta a las estrellas. En cambio, el meteoroide de 2014 terminó su trayecto aquí, lo que quizá la convierta en la primera roca documentada de más allá de nuestro sistema solar que ha entrado en la atmósfera terrestre.

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«Me sorprendió mucho. No me lo esperaba. Pensé que no veríamos nada», cuenta Avi Loeb, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, que describe el hallazgo en un artículo científico presentado a Astrophysical Journal Letters. «Pero, en retrospectiva, como con cualquier descubrimiento, piensas: ¿cómo es que no se me ocurrió buscarlo desde el principio?».

Procedencia alienígena

Loeb y Amir Siraj, estudiante en Harvard, vieron el meteoroide merodeador en un catálogo recopilado por el Center for Near Earth Object Studies. El catálogo, mantenido por el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, contiene un registro de las fechas, horas, ubicaciones y velocidades de los meteoroides entrantes.

A principios de este año, mientras escrutaba los registros de unas bolas de fuego meteoríticas denominadas bólidos, Siraj reparó en uno con una velocidad sorprendentemente alta. Se desplazaba demasiado rápido como para estar unido gravitacionalmente a nuestra estrella, ya que viajaba a casi 60 kilómetros por segundo respecto a los movimientos del sol y la Tierra. Ante la sospecha de haber detectado otro objeto interestelar, Siraj y Loeb emplearon la información del catálogo para derivar la órbita del raro meteoroide.

«Sabemos el movimiento de la Tierra [y] lo ajustamos a la gravedad de la Tierra, la gravedad del sol, la gravedad de todos los planetas», afirma Loeb. Empleando esa información, los detectives cósmicos pudieron trazar la trayectoria probable del meteoroide.

Finalmente, calcularon que el meteoroide del Pacífico Sur no había recibido ayuda para acelerar lanzándose mediante otros planetas del sistema solar, un truco que la NASA suele utilizar para mandar una nave más allá de la Tierra. También descubrieron que el meteoroide no tenía una órbita hiperbólica ligada, lo que significa que no se originó dentro de nuestro sistema solar. El equipo sospecha que procede de las profundidades de otro sistema estelar, quizá de una población antigua dentro de la Vía Láctea conocida como estrellas del disco grueso.

«Creo que es razonable concluir que este meteoroide de alta velocidad procedía de la población de objetos interestelares», afirma Kat Volk, de la Universidad de Arizona, que estudia el desplazamiento de los objetos por nuestro sistema solar. «Parto del supuesto de que los objetos interestelares son lo bastante habituales —a partir de consideraciones teóricas y de las implicaciones de 'Oumuamua— como para creer que un origen interestelar es la explicación más sencilla para este bólido».

Una fracción de ‘Oumuamua

El asteroide interestelar inicial, ‘Oumuamua —que medía decenas de metros de largo y se comportaba de una forma algo rara—, dio pie a algunos estudios de seguimiento y hasta provocó especulación, incluso por parte de Loeb, sobre si sería de origen artificial. Pero ese no es el caso de la nueva roca espacial.

Con unos 90 centímetros de diámetro y un peso que ronda los 500 kilogramos, el meteoroide medía solo una pequeña fracción del tamaño de ‘Oumuamua. Eso significa que no tenía el tamaño suficiente para sobrevivir al viaje por la atmósfera terrestre. Tras haberse desintegrado por completo en los cielos al norte de la isla Manus, es demasiado tarde como para estudiar este objeto e intentar determinar su composición.

Pero, según Loeb, es probable que esos objetos sean numerosos, ya que una sola estrella podría producir hasta 60 sextillones de rocas. Si los astrónomos pudieran hallar otro visitante interestelar antes de que llegue a nuestra atmósfera, podrían recopilar una valiosa información científica observando su fogosa desintegración.

Según Loeb, «si identificamos algo así en tiempo real, quizá podríamos tomar un espectro y averiguar su composición» conforme se queme en la atmósfera de la Tierra.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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