Estos árboles viajaron al espacio y ahora viven en la Tierra
Estas rarezas arbóreas, cultivadas con cientos de semillas que viajaron a la Luna en la misión Apolo 14, casi se perdieron en la historia.
Cincuenta años después de que Neil Armstrong se convirtiera en el primer ser humano en pisar la Luna, National Geographic conmemora este hito histórico con una espectacular programación dedicada a la exploración espacial y al programa Apolo, que se podrá disfrutar cada domingo de julio, con maratones durante todo el día y estrenos a las 16:00 y a las 21:30 horas.
Desde 1977, un plátano occidental majestuoso ha dado la bienvenida a los visitantes del Centro de vuelo espacial Goddard de la NASA. Parece un plátano occidental cualquiera, un árbol de muchos en el tranquilo y frondoso campus a las afueras de Maryland.
Pero lo que muchos transeúntes no saben cuando se protegen bajo su sombra veteada o admiran su follaje cambiante es que este árbol viajó a la Luna.
El plátano de Goddard es uno de los denominados «árboles lunares» repartidos por todo Estados Unidos, cultivados a partir de semillas que viajaron con el astronauta Stuart Roosa en la misión Apolo 14 en 1971. Roosa fue el piloto del módulo de mando, lo que significa que permaneció en órbita lunar mientras el comandante Alan Shephard y el piloto del módulo lunar Edgar Mitchell visitaban la superficie de la Luna. Durante ese periodo, Roosa tenía cientos de semillas en su kit personal.
Las semillas, en parte un experimento científico, en parte una iniciativa de relaciones públicas, representaban un proyecto conjunto entre el Servicio Forestal estadounidense y la NASA. Roosa había sido bombero paracaidista del Servicio Forestal antes de convertirse en astronauta y llevar las semillas al espacio ayudó a dar a conocer la agencia federal, proporcionando a la vez a los científicos de la NASA la oportunidad de investigar una pregunta importante: ¿cómo afecta la microgravedad a las plantas?
Tras el amerizaje, las semillas entraron en cuarentena con la tripulación. La cuarentena, que entonces era un protocolo estándar, tenía el objetivo de impedir que los microbios lunares potencialmente dañinos llegaran a la Tierra. Se produjo un breve momento de pánico cuando la lata que contenía las semillas se abrió dentro de una cámara de vacío, pero las semillas sobrevivieron y la mayoría pudo germinar con normalidad.
En los años posteriores, los brinzales se plantaron por todo el país, muchos de ellos durante 1976 en las celebraciones del bicentenario de los Estados Unidos. La plantación de los árboles, quizá eclipsada por aquel aniversario histórico, recibió relativamente poca atención nacional y, salvo por algunas celebraciones locales con algo de bombo y platillo, quedó relegada a un segundo plano.
Un punto de inflexión
Unos 20 años después, Dave Williams recibió un email. A Williams, científico planetario de Goddard, se le había encargado la tarea de archivar los datos lunares y planetarios en la página web de la agencia que, como otras páginas web de los 90, estaba en pañales.
Por su parte, una profesora de tercero de primaria de Indiana llamada Joan Goble había estado leyendo detenidamente la página web en busca de información sobre un árbol curioso que había encontrado. Cuando vio el nombre de Williams, que figuraba en los datos que había catalogado en Internet, decidió enviarle un correo electrónico. Goble le explicó que un proyecto sobre árboles locales la había llevado a ella y a sus alumnos hasta un campamento de girl scouts cerca del colegio. Allí había un árbol con un cartelito de madera que lo describía como «árbol lunar», escribió Goble. Pidió a Williams si podía explicarle aquel curioso mote y decirle si existían otros árboles lunares.
«Le contesté que nunca había oído hablar de este árbol», afirma Williams, a quien le encantó tanto la misión que se tomó la búsqueda del significado de «árboles lunares» como un proyecto personal. «Pregunté en Goddard. Hay muchos veteranos que trabajaron en el programa Apolo», cuenta. «Pregunté a todo el mundo, pero nadie sabía nada de [los árboles lunares]».
Williams siguió pesquisando en Internet y pidió ayuda a la oficina de historia de la NASA. La búsqueda dio sus frutos y obtuvo las ubicaciones de casi media docena de árboles lunares y algunos recortes de periódicos que mencionaban los árboles lunares de la Apolo 14. También se topó con un telegrama de 1976 del presidente Gerald Ford que se envió a varias ceremonias de plantación de árboles lunares, una parte del cual decía: «Envío un cordial saludo a los asistentes a esta ceremonia única dedicada a un arbolito que se llevó desde la Tierra a la Luna el 31 de enero de 1971 a bordo del Apolo 14. Este árbol, transportado por los astronautas Stuart Roosa, Alan Shepard y Edgar Mitchell en su misión a la luna, es un símbolo viviente de nuestros espectaculares logros humanos y científicos».
Williams compartió lo que había conseguido con Goble y tuvo una idea.
«Me pareció una historia fantástica», cuenta. Por eso creó una página en el archivo de la NASA donde se podía leer información sobre los árboles lunares de Apolo. También invitó a otras personas a participar en la búsqueda. «En el pie de página decía: “Si sabes que hay un árbol lunar cerca, envíame un correo electrónico y házmelo saber”, porque no había registros sobre los lugares donde se habían plantado», explica. «Y empecé a recibir correos».
La página de Williams de los árboles lunares sigue viento en popa, con un total de 80 árboles verificados. Algunas entradas, como un pino taeda plantado en la Casa Blanca, se marcan con un asterisco para indicar que el árbol ha muerto. Otros, como un abeto de Douglas que logró germinar en el Capitolio del Estado de Oregón en Salem, incluyen un enlace con información ampliada sobre el árbol y su ubicación.
Plantar fuera de la Tierra
Además de demostrar que muchas de las semillas parecían crecer perfectamente en la Tierra, los árboles lunares nunca fueron estudiados formalmente, por lo que no aportan demasiada información sobre los efectos botánicos de un paseo alrededor de la Luna. Por suerte, la NASA fue más allá de los árboles.
Por ejemplo, en el Centro Espacial Kennedy en Florida, los investigadores están experimentando con cultivos en la Estación Espacial Internacional.
«El mayor reto que tenemos ahora es el agua y cómo regar las plantas», cuenta Gioia Massa, científica del proyecto de ciencias de la vida. La solución actual exige a los astronautas regar las plantas a mano rociando el líquido con una jeringuilla en el sustrato de arcilla donde crecen las semillas. «Es todo manual y es mucho trabajo», cuenta.
Pero la recompensa es muy dulce, o, en este caso, picante. Massa cuenta que, desde 2015, los astronautas han podido consumir lo que cultivaban y ahora mismo en la ISS disfrutan de mostaza mizuna, una hoja verde con gusto a pimienta.
«Pueden comerse la mitad y el resto vuelve aquí, para la ciencia», explica Massa.
Una de las cosas que estudian Massa y su equipo es la seguridad alimentaria. En el entorno cerrado de una nave espacial, el ecosistema está compuesto por humanos, plantas y microorganismos, y conseguir ese equilibrio es fundamental. Massa también estudia los perfiles químicos y nutricionales de las plantas y si los futuros cultivos en Marte podrían emplear la tierra y los minerales del propio planeta rojo.
Otro posible factor fundamental de la agricultura extraterrestre consiste en aprovecharse de un proceso denominado evapotranspiración.
«Eso significa que el agua que absorben se evapora por las hojas en forma de vapor de agua muy puro», afirma Massa. «Es algo que podemos recoger y utilizar, así que las plantas serían un componente esencial de un futuro sistema de soporte vital. Sobre todo a largo plazo, cuando intenten ser independientes de la Tierra».
Pero claro, podría pasar bastante tiempo antes de que los humanos —y los árboles— prosperen en Marte. Mientras tanto, los aspirantes a astronauta pueden visitar un árbol lunar y quizá así se sientan más cerca de vivir una gran aventura fuera de nuestro mundo.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.