La primera misión a Marte desde los EAU pretende inspirar a una nueva generación de científicos espaciales

La sonda Hope llegará al planeta rojo en febrero de 2021 y estudiará los patrones meteorológicos y la atmósfera durante dos años.

Por Kareem Shaheen
Publicado 21 jul 2020, 11:19 CEST

Un cohete japonés H-IIA despega con la sonda Hope, un orbitador marciano desarrollado por el Centro Espacial Mohamed bin Rashid (MBRSC, por sus siglas en inglés) en los Emiratos Árabes Unidos.

Fotografía de The Yomiuri Shimbun, via AP Images

A primeras horas de la mañana del 20 de julio, en Tanegashima, una islita en la costa meridional de Kyushu (Japón), un cohete de 53 metros despegó con un rugido, transportando una sonda en la primera manga de un viaje de 493 millones de kilómetros a Marte.

Sin embargo, la sonda no es japonesa. La «al-Amal» o «Hope» se diseñó y gestionó en el Centro Espacial Mohammed bin Rashid (MBRSC, por sus siglas en inglés) en los Emiratos Árabes Unidos. Una vez se separe del cohete japonés, la sonda activará sus propios propulsores para abandonar la órbita terrestre en dirección a Marte, dentro de unos 28 días. Su llegada está prevista para febrero de 2021, cuando completará el primer viaje interplanetario iniciado por un país árabe.

«Fue una sensación indescriptible. Este es el futuro de los EAU», declaró tras el lanzamiento Sarah Al-Amiri, ministra de Ciencias Avanzadas y líder científica de la misión Hope.

Otras dos potencias espaciales se aprovecharán de la ventana de lanzamiento de este verano, cuando la Tierra y Marte estarán alineados, algo que solo ocurre cada 26 meses. En los próximos días se han programado los lanzamientos del próximo róver insignia de la NASA, el Perseverance, y el aterrizador chino Tianwen-1 y un pequeño róver, que también llegarán a Marte a principios de 2021.

Dos imágenes de Marte sacadas con un mes de diferencia en 2001 por el Mars Global Surveyor de la NASA, antes y después de que una tormenta de arena envolviera el planeta. La Hope, una nueva sonda de los Emiratos Árabes Unidos, llegará a Marte en febrero de 2021 para estudiar las tormentas de arena y otros fenómenos atmosféricos.

Fotografía de NASA, JPL, Msss

La sonda Hope fue la primera en partir; su despegue se produjo a las 6:58 a.m. en hora local japonesa. Su misión principal durará 687 días —un año en Marte—, durante los cuales estudiará la atmósfera y los patrones meteorológicos del planeta.

La misión también refleja la ambición de los EAU de impulsar la innovación en ciencia y tecnología y diversificar la economía del país diminuto pero rico en petróleo. Para los científicos y los líderes políticos emiratíes, la misión inicia un nuevo capítulo para una parte del mundo con una historia abundante de descubrimientos científicos.

«Los árabes adoramos vincular cosas con nuestro patrimonio y el pasado, pero Hope representa el futuro», afirma Nidhal Guessoum, astrofísico y profesor de la Universidad Americana de Sharjah en los EAU. «Hope significa que nos alejamos de los conflictos y nos centramos en el desarrollo humano y económico».

Llegada a Marte para el jubileo de oro

En 2014, el primer ministro de los EAU, el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum de Dubái, puso en marcha la Emirates Mars Mission (EMM). Dirigió el programa espacial del país —que lanzó su primer satélite en 2009— para enviar una sonda a Marte antes del cincuentenario de la fundación de los EAU el 2 de diciembre de 2021.

«Muchos asumen que es una cuestión de prestigio, pero no lo es. Las CTIM se convierten en una prioridad», afirma Guessoum. Añade que, al centrarse en la exploración espacial, los líderes emiratíes esperan inspirar a una nueva generación de jóvenes árabes para que opten por carreras científicas y estimulen la competición en una región que se enfrenta a numerosos retos.

Los EAU son una federación de siete territorios, o emiratos, en el golfo Pérsico. En los últimos años, el país ha tratado de diversificar su economía ante las perturbaciones de los mercados y las tendencias locales, que han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de los países del Golfo por su dependencia del petróleo, ya antes de que la pandemia de coronavirus provocara el desplome de los precios del crudo. Los líderes emiratíes pretenden que la sonda Hope sirva de acontecimiento disruptivo y empuje el país hacia una economía del conocimiento que retenga a investigadores de talla mundial para que trabajen en los campos científicos y tecnológicos.

La misión también está cargada de simbolismo, ya que es el primer viaje interplanetario emprendido por un país árabe. El legado de la Edad de Oro del islam —que comenzó en el siglo VIII y en la que científicos árabes y musulmanes hicieron grandes avances en campos como las matemáticas, la astronomía, la medicina y la filosofía— aún posee un gran poder emocional en una parte del mundo afectada por el desempleo, el extremismo, el desplazamiento, las guerras civiles y la pobreza.

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    El primer ministro de los EAU, el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum de Dubái (izq. en el escenario), habla de la misión a Marte de los Emiratos Árabes Unidos con la sonda Hope —o al-Amal en árabe— durante una ceremonia en Dubái en mayo de 2015.

    Fotografía de Centro Espacial Mohammed bin Rashid

    «Como región, solíamos generar conocimiento», afirma Omar Sharaf, director del proyecto Hope. «Muchas de las tecnologías que utilizamos en la actualidad y la ciencia que se hace hoy en día se basan en las conclusiones de científicos de la región, de distintas procedencias, de distintos grupos étnicos».

    Sharaf señala que el vuelo interplanetario a Marte podría estimular la competición entre países de Oriente Medio y del norte de África para el desarrollo de industrias CTIM propias. Asimismo, para seleccionar de entre el amplio conjunto de trabajadores de la región, los EAU pusieron en marcha un nuevo programa para contratar a investigadores árabes y formarlos en astronomía y ciencia planetaria. Los líderes de la misión esperan que esta iniciativa inspire a los jóvenes de países árabes a dedicarse a la ciencia y que contrarreste el interés por los grupos extremistas y limite la fuga de cerebros a otras partes del mundo.

    «Entonces, ¿cómo creas oportunidades a partir del conocimiento, que es el combustible de la mayoría de las economías del mundo?», pregunta al-Amiri. «Los héroes de los que necesitamos hablar son aquellos que fomentan la estabilidad haciendo cosas que tengan un impacto económico a través de la creación de empleo y de oportunidades para la juventud».

    Hope es el último de varios avances importantes logrados por el programa espacial de los EAU. En 2018, Hazza al-Mansouri se convirtió en el primer emiratí que viajó a la órbita. Pasó poco más de una semana en la Estación Espacial Internacional y más adelante, daría decenas de charlas por todo el país. Por su parte, el programa de astronautas, creado en 2017, ha anunciado el loable objetivo de establecer una base humana en Marte para 2117.

    Estos rápidos avances en el espacio, como el lanzamiento en 2018 del primer satélite de observación terrestre construido íntegramente por ingenieros emiratíes, se deben en parte a un enfoque único de la colaboración internacional.

    Mentoría interplanetaria

    La misión Hope se diseñó para maximizar la transferencia de conocimiento al joven cuadro de ingenieros y científicos de los EAU, un equipo con una media de edad de 27 años. Con este fin, el programa espacial del país recurrió al Laboratorio de Física Atmosférica y Espacial (LASP, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Colorado, Boulder, que cuenta con una larga trayectoria de construcción de sondas e instrumentos espaciales, así como a la Universidad del Estado de Arizona y la Universidad de California, Berkeley.

    El acuerdo, inspirado en la colaboración previa de los EAU con Corea del Sur en su primer satélite, ayudó a los científicos y técnicos emiratíes a especializarse en la exploración de Marte.

    Las integrantes del equipo de la Emirates Mars Mission (EMM) posan frente a la sonda Hope.

    Fotografía de Centro Espacial Mohammed bin Rashid

    «Los emiratíes decidieron hacerlo por la vía difícil», afirma Pete Withnell, director de programas en el LASP. «Querían estar muy implicados en todos los niveles, desde el liderazgo a la ingeniería y todo lo que hay entre medias».

    En el periodo de seis años previo al lanzamiento también trabajaron con la comunidad científica internacional para desarrollar el programa de ciencia marciana «completamente desde cero», afirma al-Amiri. «Tuvimos que desarrollar una división nueva que nos era ajena, y eso es la ciencia espacial». Añade que las mujeres representan un 80 por ciento del equipo científico de Hope, una cifra que refleja el alto porcentaje de mujeres en programas CTIM entre la juventud de los EAU y en sus universidades.

    «Para nosotros no es raro ni es algo que se salga de la norma», afirma al-Amiri. «Se basa en el mérito».

    Pero la preparación rápida para el lanzamiento a tiempo para el cincuentenario de los EAU se frustró cuando la pandemia de coronavirus cerró aeropuertos y ralentizó las industrias internacionales. «La misión estaba en peligro», afirma Sharaf.

    Sus colegas y él decidieron acelerar la misión y enviar equipos avanzados al lugar del lanzamiento en Japón con suficiente antelación para pasar dos semanas en cuarentena. La sonda se envió desde Colorado a Dubái para las pruebas finales, después al aeropuerto de Nagoya en Japón y finalmente llegó en barco al Centro Espacial de Tanegashima.

    Un verdadero satélite meteorológico marciano

    Se calcula que la sonda Hope llegará a Marte en febrero del año que viene y que entrará en una órbita elíptica alrededor del ecuador que la acercará a entre 20 000 y 40 000 kilómetros de la superficie del planeta. La misión, que volará a más altura que los satélites marcianos anteriores, proporcionará una información única sobre los patrones climáticos del planeta.

    «El sistema climático marciano es bastante complejo», afirma François Forget, astrofísico francés y experto en Marte que trabajó con el equipo científico de Hope. Por ejemplo, tiene tormentas de arena que crecen tanto que llegan a engullir el planeta entero y bloquean la luz del sol. La mayor parte de la fina atmósfera del planeta consta de dióxido de carbono y una parte importante se congela cada invierno y forma nubes de hielo de CO2 y casquetes polares transitorios.

    La mayoría de los orbitadores marcianos vuelan alrededor de los polos, lo bastante cerca para estudiar la superficie en detalle. Sin embargo, su proximidad limita su observación de los patrones meteorológicos globales. La órbita ecuatorial y distante de Hope permitirá que la sonda analice la dinámica del planeta a gran escala durante las cuatro estaciones del año marciano.

    «Lo veremos todo», señala Forget.

    Mediante el estudio de las interacciones entre las atmósferas inferior y superior y la medición de la fuga de hidrógeno y oxígeno al espacio, la misión arrojará luz sobre el misterio de cómo Marte perdió gran parte de su atmósfera y su agua líquida, transformando un planeta potencialmente habitable en el mundo árido que vemos en la actualidad. Su órbita permitirá observar la misma ubicación de forma continua durante un máximo de 12 horas, lo que ofrecerá un panorama de los fenómenos meteorológicos en tiempo real, como la aparición de tormentas de arena.

    Los modelos atmosféricos detallados también podrían desempeñar un papel fundamental en las futuras misiones tripuladas a Marte e informar la selección de lugares de aterrizaje, las estrategias para sobrevivir en la superficie y la comprensión del ciclo hídrico del planeta. Ser capaces de pronosticar las tormentas de polvo será crucial para los humanos que quieran despegar de la superficie marciana para volver a casa.

    Pero además de los descubrimientos sobre Marte, adentrarse en el espacio interplanetario supone un salto científico para el mundo árabe y un regreso a un pasado próspero.

    «Todos coexistían y la gente aceptaba las diferencias», dice Sharaf sobre el periodo de prosperidad cultural y científica entre los siglos VIII y XIV en Oriente Medio. «En el momento en el que dejamos de aceptar las diferencias, empezamos a retroceder».

    Sharaf espera que volar a Marte sea la chispa que encienda los sueños de una nueva generación: «La misión trata de crear futuros héroes», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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