Jeff Bezos llega al espacio: un pequeño paso hacia grandes sueños espaciales

El primer lanzamiento tripulado del New Shepard transportó a Bezos, su hermano y las personas más anciana y más joven que han ido al espacio: la pionera de la aviación de 82 años Wally Funk y un estudiante neerlandés de 18 años.

Por Nadia Drake
Publicado 21 jul 2021, 11:52 CEST
Blue Origin lanza su primer vuelo espacial

Blue Origin lanza su primer vuelo espacial con humanos a bordo, entre ellos el fundador de la empresa, Jeff Bezos.

Fotografía de Blue Origin

Esta mañana, mientras el sol salía sobre un puerto espacial privado en una zona rural de Texas, un cohete de seis etapas encendió motores y despegó, transportando una nave con cuatro personas a bordo: los primeros pasajeros que viajan en el cohete New Shepard de Blue Origin. El cohete voló hacia las estrellas y, a unos 76 200 metros de altitud, la cápsula de la tripulación se separó del cohete y continuó hacia el límite de la atmósfera, mientras que el cohete cayó a la Tierra y ejecutó un aterrizaje vertical controlado.

Mientras la cápsula ascendía, los miembros de la tripulación se desabrocharon los cinturones y flotaron en ingravidez durante unos minutos, gritando con entusiasmo mientras disfrutaban de las vistas por las ventanas. A 107 040 metros, no en órbita pero muy por encima de la línea de 100 kilómetros que marca la frontera del espacio reconocida a nivel internacional, la cápsula empezó a caer. Unos diez minutos después del lanzamiento, los paracaídas la ayudaron a aterrizar sana y salva en la Tierra.

La cápsula de tripulación del New Shepard vuelve a la Tierra

La cápsula de tripulación del New Shepard de Blue Origin vuelve a la Tierra tras completar un vuelo el 20 de julio en el oeste de Texas.

Fotografía de Blue Origin

La nave transportaba a una tripulación irregular conforme a los estándares de los vuelos espaciales. Uno de los pasajeros era Jeff Bezos, fundador de Blue Origin y que actualmente es la persona más rica del mundo. Su hermano Mark le acompañó en el vuelo inaugural. También viajó una persona que quizá eclipse a los hermanos Bezos, al menos para los que conozcan historia aeroespacial: Wally Funk, una aviadora de 82 años que ha soñado con ser astronauta desde los primeros días del programa de vuelos espaciales humanos de la NASA. Entrenó para ser astronauta y superó a los siete hombres elegidos para el programa Mercury en muchas de las pruebas, pero no tuvo la oportunidad de ir al espacio.

«¡Está oscuro aquí arriba!», exclamó Funk mientras flotaba en el espacio.

El cuarto tripulante era Oliver Daemen, un joven holandés de 18 años, que se ha convertido en la persona más joven que ha viajado al espacio. El padre de Daemen pagó una cantidad no revelada para que su hijo experimentara la ingravidez, viera el cielo oscuro y contemplara el horizonte curvo de la Tierra durante unos minutos.

«Llevo años esperando para ver cuándo se van a decidir a llevar humanos al espacio», dice Laura Seward Forczyk, fundadora de la consultora aeroespacial Astralytical, sobre Blue Origin. «Está bien que al fin hayan decidido que este es el momento; han tenido este plan durante años, así que se veía venir».

Un pequeño paso hacia un gran sueño

El vuelo de 10 minutos de ayer martes marca un hito para Blue Origin. La empresa ha sido relativamente reservada acerca del desarrollo de su nave comparada con los rivales del sector SpaceX, fundada por Elon Musk, y Virgin Galactic, dirigida por Richard Branson. Como esta última, que llevó a Branson al espacio el 11 de julio, Blue Origin planea ofrecer vuelos a clientes a bordo del New Shepard a partir de finales de este año. Esos vuelos permitirán que hasta seis personas a la vez experimenten la breve emoción de un viaje al espacio, que incluye unos cuatro minutos de ingravidez.

Se desconoce cuál será el precio de tal oportunidad, pero Blue Origin afirma que tiene una lista de pasajeros esperando su turno para realizar este viaje parabólico. Uno de ellos es un cliente anónimo que pujó 28 millones de dólares para poder volar en su vuelo inaugural, pero tuvo que posponer el viaje al espacio en el último minuto por «conflictos de horario», dijo la compañía.

Blue Origin también tiene proyectos más elevados en espera. La empresa está diseñando un aterrizador lunar y un cohete más grande, llamado New Glenn, que podría transportar a humanos a la órbita de la Tierra y más allá, al reino de las estaciones espaciales y los satélites, de los paseos espaciales y los futuros extraterrestres imaginados.

Bezos ha dicho que fundó Blue Origin porque quiere ayudar a crear un futuro en el que millones de personas vivan en el espacio, residiendo en mundos rotatorios y exuberantes en órbita. Enviar a pasajeros en vuelos suborbitales es un primer paso lógico acorde con esa visión, dice la analista del sector Carissa Christensen, fundadora y consejera delegada de Bryce Space and Technology, una empresa de consultoría aeroespacial.

«Me tomo de forma muy literal lo que Jeff Bezos ha dicho públicamente, que realmente cree en la importancia y el valor del acceso de los humanos al espacio, de ampliar y expandir ese acceso, de permitir un futuro en el que las personas vivan y trabajen en el espacio», afirma Christensen. «Jeff Bezos podría invertir su tiempo y su riqueza de muchas formas», señala, pero ha optado por «invertir sus finanzas personales en el lanzamiento de una empresa».

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    La tripulación del primer vuelo espacial humano de Blue Origin

    La tripulación del primer vuelo espacial humano de Blue Origin, de izquierda a derecha: Mark Bezos, Jeff Bezos, Oliver Daemen y Wally Funk.

    Fotografía de Blue Origin

    Sin embargo, los críticos enseguida señalan que ni Blue Origin ni Virgin Galactic amplían realmente el acceso al espacio con estos vuelos al espacio, al menos no por ahora. Estas primeras tripulaciones están compuestas por personas extremadamente ricas y sus invitados, y muchos expertos cuestionan si dichos vuelos suborbitales son solo un paseíto para los ultrarricos. Al fin y al cabo, ¿cómo va a ser accesible el espacio si el precio de un billete es astronómico?

    «El espacio sigue siendo un lugar de élite, un lugar al que es difícil llegar, que es imposible de alcanzar para el 99 por ciento de los humanos y que solo están cambiando los gustos de la élite», afirma el historiador espacial Jordan Bimm, de la Universidad de Chicago. «Si en los años sesenta se necesitaba “lo que hay que tener”, ahora solo hace falta tener los amigos adecuados o las cuentas bancarias adecuadas. No es la visión utópica del espacio que algunas personas transmiten ahora, en mi opinión».

    El origen de Blue Origin

    Bezos fundó Blue Origin en el 2000, pero la empresa pasó desapercibida hasta que el fundador de Amazon escogió un lugar para construir un puerto espacial: el desierto escasamente poblado al norte de Van Horn, en Texas, un pueblo de unos 2000 habitantes que es la sede del condado de Culberson. En 2003, los ganaderos locales empezaron a recibir llamadas persistentes de un abogado de Seattle que representaba a un cliente anónimo que quería comprar sus tierras y que parecía tener bolsillos sin fondo. Algunos se resistieron hasta que las ofertas se volvieron demasiado lucrativas para rechazarlas. Para 2005, Bezos había acumulado casi 67 000 hectáreas en la región (una superficie que hoy casi se ha duplicado) y llamó la propiedad «Corn Ranch».

    Ese mismo año, visitó Van Horn y reveló su gran diseño para el lugar al norte del pueblo, sorprendiendo a los residentes con su idea de un puerto espacial. Desde ahí, dijo Bezos, se lanzaría una nueva nave espacial y serviría como paso en su meta final de enviar a millones de humanos a vivir y trabajar en el espacio. 

    John Conoly, juez del condado de Culberson, quedó impresionado. «Estoy segurísimo de que el mundo hará lo que él diga que hará», contó Conoly a The Associated Press en 2005. «Sé que va a contar con algunas de las mentes más brillantes para este proyecto. No lo hace a medias ni en segunda clase». 

    Paso a paso

    Avancemos hasta hoy. Salvo por unos cuantos astronautas en la Estación Espacial Internacional, los humanos todavía estamos firmemente plantados en este planeta. La misma aura de misterio y determinación sigue caracterizando a Blue Origin, aunque la empresa ha hecho algunas previsiones públicas sobre cuándo alcanzaría cada hito. El vuelo de ayer, por ejemplo, estaba previsto originalmente para 2018.

    Es solo uno de muchos plazos vencidos. Pero Blue Origin sigue adelante.

    «Veo a Jeff Bezos adoptando una especie de enfoque paciente, en el que no quiere la ostentación que se ve en Branson o Musk. Se contenta con mantener los fallos en secreto y producir una victoria tras otra, esperando que se convierta en algo imparable», dice Bimm. «Creo que hay que mirar al desarrollo de Amazon y su trabajo lento y constante y bajo la superficie que acabó por convertirse en un monstruo».

    Como corresponde, el lema de Blue Origin es gradatim ferociter, que significa «paso a paso, de forma feroz». Su mascota es una tortuga, quizá en referencia al reptil perseverante que superó a la veloz liebre.

    En noviembre de 2015, la empresa logró una victoria inesperada contra SpaceX cuando consiguió aterrizar de forma vertical el propulsor de un cohete por primera vez en la historia, un paso importantísimo hacia la reusabilidad, que es clave en la visión de la compañía. 

    Incluyendo ese primer aterrizaje, el New Shepard ha logrado 15 vuelos y 14 aterrizajes con tres propulsores, uno de los cuales ha volado siete veces. Esos vuelos llevaron decenas de cargas útiles científicas y educativas a la frontera del espacio, entre ellas investigaciones sobre los efectos de la microgravedad en la expresión genética, las células y los tejidos. Blue Origin también ha lanzado cargas útiles artísticas, entre ellas dos proyectos producidos en colaboración con el grupo OK Go.

    Como el vuelo de hoy, los propulsores de estos vuelos pasados clavaron sus aterrizajes y las cápsulas de tripulación volvieron a la Tierra, aterrizando en tierra como han hecho las naves Soyuz rusas desde los años sesenta. Mientras Blue Origin trabaja hacia el lanzamiento de vuelos orbitales, la empresa sigue una trayectoria establecida por la NASA al comienzo de la era espacial humana, primero dirigiéndose al espacio suborbital, después a la órbita, y después intentando misiones ambiciosas, como construir estaciones espaciales o volar a la Luna.

    «Es un poco como regreso al futuro», dice Jennifer Levasseur, historiadora espacial del Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsoniano, que hace poco recibió una donación de 200 millones de dólares de Bezos. «Hemos recorrido este camino antes en términos de aumentar la capacidad de los cohetes. Este no es un territorio nuevo».

    Blue Origin también está trabajando en un motor de cohete llamado BE-4 que vendió a la empresa de lanzamiento United Launch Alliance (ULA), aunque supuestamente ULA está frustrada por los retrasos en las entregas.

    El motor BE-4 también es clave para el anticipado cohete de Blue Origin, New Glenn, un vehículo de dos etapas y casi 100 metros que se está construyendo en una fábrica construida por Blue Origin a las afueras de cabo Cañaveral, en Florida, en 2016. Tras varios retrasos, el primer vuelo del New Glenn está previsto para 2022

    Tanto el New Shepard como el New Glenn llevan los nombres de astronautas de la NASA que lograron hitos importantes en el programa Mercury: Alan Shepard, el primer astronauta estadounidense que viajó al espacio suborbital, y John Glenn, el primer estadounidense que orbitó alrededor de la Tierra.

    «Está claro que Bezos está inmerso en el componente histórico de lo que hace», dice Levasseur. «Ha invertido millones de dólares para apoyar la misión de recuperar partes del vehículo de lanzamiento Apolo del fondo del océano Atlántico. He visto algunas de esas piezas en el museo el otro día y he reflexionado al respecto, y la verdad es que hay un largo rastro de pruebas sobre dónde hemos acabado hoy en términos de lo que esta persona específica quería lograr».

    Hasta que Wally Funk despegó en el vuelo de ayer, John Glenn también era la persona de más edad que ha visitado el espacio, habiendo volado a bordo del transbordador espacial Discovery en 1998 a los 77 años. En los años sesenta, Funk superó a Glenn en muchos de los ejercicios que completó cuando entrenaba para el vuelo espacial como parte de un programa privado. Funk y una docena de mujeres apodadas las «13 de Mercurio» participaron en y aprobaron las mismas pruebas rigurosas que los «7 de Mercurio» de la NASA, pero la agencia espacial no aceptaba a las mujeres como astronautas.

    «Le negaron la oportunidad de viajar al espacio muchas veces porque era una mujer en una época en la que discriminaban a las mujeres», dice Forcyzk. «Verla volar al espacio en este vuelo de Blue Origin será muy inspirador para mucha gente que ha seguido la historia de las 13 de Mercurio y que saben la gran injusticia que fue». 

    Construyendo un futuro para todos en el espacio

    Vivimos en una época en la que emprendedores ricos y programas espaciales gubernamentales influyen en el futuro extraterrestre de la humanidad. Musk, Bezos y Branson tienen sendas visiones sobre ese futuro. Para Musk, está en Marte; para Bezos, está más cerca de la Tierra.

    Pero hacer realidad esos sueños está siendo difícil, y no solo por la tecnología. Ahora mismo, la barrera para acceder es astronómica y el espacio sigue siendo el entorno de los ricos y las élites, dice Bimm. Aunque Blue Origin todavía no ha anunciado el precio de sus vuelos, Virgin Galactic ha promocionado asientos a 250 000 dólares, y se prevé que la empresa, que dice que se han reservado al menos 600 billetesaumentará el precio.

    «Hemos llevado a cabo una serie de estudios que revelan que hay un nivel de demanda considerable, lo que significa al menos cientos de personas cada año al precio de 250 000 dólares», dice Christensen, cuya investigación analiza el mercado futuro de los vuelos suborbitales. De hecho, hay «potencial para mucho más que eso, para miles de personas al año, si baja el precio».

    No cabe duda de que los primeros pasajeros de estos vuelos serán predominantemente blancos y ricos. Como señala Levasseur, las personas ricas siempre han optado por viajes caros y exóticos, ya sea a la Antártida, el fondo del mar o la cima del Everest.

    Sin embargo, el espacio posee connotaciones diferentes a los destinos terrestres, sobre todo si las futuras misiones comerciales pasan de ser viajes de placer a la construcción de un futuro permanente entre las estrellas.

    «¿Quién va a ir al espacio y qué significa, y qué dice sobre nosotros, las sociedades que llevamos a estas personas al espacio?», pregunta Bimm. «¿Realmente creen que el espacio es para toda la humanidad? ¿En qué basan esta idea utópica del vuelo espacial, realmente?».

    Las respuestas a estas preguntas podrían surgir a medida que continúen los vuelos comerciales suborbitales, pero por ahora el sector está despegando. Bimm y otros expertos afirman que será importante prestar atención a los manifiestos de pasajeros para ver cómo evolucionan y ver si algunos de estos primeros vuelos incluyen esfuerzos para ser más inclusivos.

    También es posible que los vuelos suborbitales comerciales no resulten tan atractivos como esperan estos emprendedores y que estas empresas se derrumben. Pero aunque ocurra eso, las ideas de la vida en el espacio persistirán. Siempre lo han hecho. Y Bimm dice que es clave que aquellos con grandes sueños reconozcan que construir una existencia en el espacio comienza aquí en la Tierra, que los humanos que floten por la estaciones espaciales del futuro o contemplen los atardeceres marcianos azules no podrán huir de los problemas de la Tierra.

    «El espacio no es un lugar transformador», dice Bimm. «Es un lugar en el que todos los problemas de la Tierra se reproducirán o amplificarán, y necesitamos ser conscientes de eso. No podemos verlo todo de color de rosa».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

    V.S.S. Unity

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