Así se vivió en la NASA el lanzamiento (por fin) de la misión Artemis I
La misión Artemis I despega del Centro Espacial Kennedy de la NASA, enviando una nave sin tripulación en un vuelo de prueba a la Luna.
En las horas previas al amanecer en el Centro Espacial Kennedy de la NASA, un sol artificial apagó brevemente el brillo plateado de la media luna se apagó.
A la 1.47 de la madrugada local (7.47 hora peninsular española) del 16 de noviembre, el cohete más potente jamas lanzado rasgó el espeso aire de la noche de Florida (Estados Unidos). La maquina voladora de una altura de 30 pisos, conocida como Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS por sus siglas en inglés), ascendía dejando detrás de sí una brillante llamarada que iluminó a la multitud de espectadores.
Tras el relámpago llegó el trueno. La onda de choque de los casi 4 millones de kilos de la propulsión del cohete - el equivalente a 31 turbinas de un jumbo- agitó los pechos de los curiosos incluso a casi seis kilómetros de distancia. En menos de ocho minutos, el ruidoso cohete, acelerando a más de 27 000 kilómetros por hora, era solo un puntito en la distancia.
"Me encanta cuando se convierte en una estrella", exclama la astronauta de la NASA Christina Koch, observando desde el césped frente al reloj de la cuenta atrás del complejo. "Bastante impresionante", murmura Jacob Bleacher, el científico jefe de exploración de la agencia espacial estadounidense.
El vuelo inaugural del cohete más nuevo de la NASA ha sido la primera parte de un viaje de cuatro semanas de ida y vuelta a la luna de la nave Orion - un artefacto metálico con forma de gominola dos veces más grande que una furgoneta-.
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"Lo que habéis hecho hoy inspirara a las generaciones futuras", le dijo el director de la misión de lanzamiento Charlie Blackwell-Thompson a su equipo poco después del lanzamiento."Cuanto más dura es la subida, mejor es la vista. Le hemos dado una buena postal a la Space Coast esta noche".
La misión sin tripulación conocida como Artemis I es un paso crítico en el programa de la NASA para volver a llevar a la humanidad a la Luna por primera vez en más de 50 años. Si todo sale según lo previsto, el primer astronauta alunizará en 2025 y le seguirán una serie de misiones que establecerán una presencia sostenida en nuestro satélite. Entre los primeros astronautas que la NASA enviará a la superficie lunar estará la primera mujer y la primera persona negra. "Vamos a volver a la luna para vivir y aprender y poder ir a Marte", dice el administrador de la NASA Bill Nelson; "esa es la siguiente gran aventura".
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Artemis I, el primer vuelo lunar del programa, durará casi 26 días. Es un viaje un poco más largo del que se diseñó originalmente para la Orion tripulada. La NASA cree que hay una probabilidad entre 125 de poder perder la nave mientras está en el vuelo. Los restos podrían golpear el vehículo. Los sistemas podrían sufrir algún fallo. Y el protector térmico de Orion debe resistir el descenso a la tierra a más de 40 000 kilómetros por hora.
"Esto es abrir un capítulo totalmente nuevo en la exploración espacial", dice Bleacher. "Todo lo que hagamos a partir de ahora se basará en este lanzamiento. Artemis I nos proporcionará los datos que nos aporten la confianza necesaria para enviar a nuestros amigos (nuestros astronautas) allí fuera".
Un programa lunar nuevo
El lanzamiento de Artemis I marca un final dramático de meses de parones y reinicios del programa, que se cree costará cerca de 90 000 millones de euros hasta 2025 y ya ha tenido que sobreponerse a más de una década de problemas técnicos, retrasos y sobrecostes en sus esfuerzos por alcanzar la luna.
El 29 de agosto un intento de lanzamiento a bombo y platillo, con la presencia de la vicepresidenta de EE UU Kamala Harrys, se canceló debido a la meteorología, un sensor de temperatura que hacía cosas raras y una fuga de combustible. Otro intento en septiembre también se vino abajo debido a una fuga excesiva de hidrógeno que había que reparar. Después vino el huracán Ian, de categoría 4, que tocó tierra a finales de septiembre y obligó a la NASA a poner sus planes en espera.
Tras poner el cohete de nuevo en el Vehículo de Montaje y Esamblaje (VAB, por sus siglas en inglés), por motivos de mantenimiento, y volver a ponerlo en la lanzadera a principios de noviembre (un proceso lento y meticuloso), la NASA se enfrentó a una nueva tormenta, el huracán de categoría 1 Nicole, un extraño ciclón en noviembre que tocó tierra a unos 100 kilómetros del Centro Espacial Kennedy. El cohete aguantó vientos de hasta 160 kilómetros por hora, que causaron daños menores en el sellado exterior cerca de la punta del vehículo. Tras numerosas inspecciones, la NASA dio luz verde al lanzamiento.
El Sistema de Lanzamiento Espcaial (SLS) de la NASA ilumina el cielo nocturno con el reloj de cuenta atrás del Centro Espacial Kennedy en primer plano.
Aun así, solo una pocas horas antes del lanzamiento, una nueva fuga de combustible de hidrógeno volvió a asomar la cabeza. Con el depósito del cohete lleno, la NASA envió un equipo a la plataforma de lanzamiento para ajustar a manos los tornillos de la válvula problemática. "El cohete está vivo. Chirría. Hace ruidos ventosos. Da bastante miedo", dijo después del lanzamiento Trent Annis, uno de los técnicos que participó en las reparaciones; "mi corazón se aceleró, los nervios a flor de piel, pero sí, hoy brillamos".
La reparación no prevista provocó un nuevo retraso antes de que Artemis I pudiera romper las cadenas de la gravedad. Y el despegue fue solo la apertura de una compleja sinfonía. Tras dos minutos y 12 segundos de vuelo, los aceleradores gemelos del cohete SLS se desacoplaron y se precipitaron al Océano Atlántico. Seis minutos y 18 segundos después, el hercúleo núcleo naranja del SLS se separó y comenzó su descenso al Océano Pacífico. El módulo superior del cohete se puso a trabajar y, como una hora y media después del lanzamiento, lanzó la cápsula Orion en dirección a la Luna.
El 21 de noviembre, Orion hará una maniobra clave al encender su motor principal para situarse a menos de 100 kilómetros de la superficie lunar antes de desplazarse a una órbita un poco más alejada con otro acelerón del motor el 25 de noviembre. Seis días más tarde, Orion volverá a encender su motor para dejar la Luna y volver a casa.
Tras un vertiginoso descenso a través de la atmósfera terrestre, Orion desplegará sus tres paracaídas y se zambullirá en el océano, posiblemente el Pacífico, pero con un plan de contingencia en el Atlántico. La recuperación de la nave por parte del ejército de Estados Unidos requerirá la participación de más de 500 personas, un ensayo general para los futuros viajes tripulados. Para cuando Orion americe, el equipo habrá hecho hasta seis pruebas de recuperación de cápsulas de pruebas, al igual que un ensayo general solo unos días antes.
"Ha sido muy divertido, pero también mucho trabajo", dice Melissa Jones de la NASA, que está supervisando las operaciones de aterrizaje y recuperación. "Básicamente, no hemos recuperado una cápsula en el agua en más de 50 años, así que hemos desarrollado [las operaciones] desde los cimientos".
Un escalón en el espacio
Pese a todas las similitudes con Apolo -el gran cohete, la cápsula con forma de gominola, la Luna- Artemis se está desarrollando con una motivación totalmente diferente. En esta ocasión, dice la NASA, la humanidad va a la Luna no para una pequeña exploración sino para quedarse.
Después de Artemis II, que enviará a una tripulación de cuatro astronautas alrededor de la Luna no antes de mayo de 2024, la agencia está planeando Artemis III, la primera misión tripulada del programa en la superficie lunar. En la órbita lunar, dos astronautas pasarán de Orion a una nave de alunizaje de Space X que les llevará a la superficie lunar. El objetivo: un lugar cerca del polo sur lunar que tiene hielo y otros recursos esenciales para mantener la presencia humana a largo plazo.
Los vehículos de Artemis II y III ya se están construyendo. En el enorme Complejo de Esamblaje de Michoud que tiene la nasa al este de Nueva Orleans, los ingenieros están dando los últimos retoques al núcleo naranja del cohete SLS de Artemis II. Mientras que, en el Centro Espacial Kennedy, los técnicos con monos blancos están montando la cápsula Orion de la misma misión. En otra parte de la misma sala blanca e impoluta, la Orion de Artemis III empieza a coger forma.
Para los astronautas, ver como los vehículos de Artemis se van montando es un sueño hecho realidad. "Desde que nací nunca se ha lanzado una cosa de este tamaño. Nunca he visto nada como esto", dice la astronauta de la NASA Jessica Meir; "empiezo a asumir que es real".
"Es como cuando eres pequeño y has estado esperando un juguete que realmente deseas, con el que has soñado, y se acerca tu cumpleaños", añade el astronauta de la Agencia Espacial Europea Luca Parmitano.
Se están desarrollando máquinas para misiones incluso más ambiciosas. Empezando con Artemis IV, la NASA planea construir de cero una estación espacial en la órbita lunar llamada Gateway (Puerta de entrada en inglés). Los astronautas usarían esta estación como punto intermedio para una serie de misiones a la misma región del polo sur y, en última instancia, construir ahí una infraestructura. Las propuestas incluyen centrales de energía, pistas de alunizaje, sistemas de comunicación y habitats capaces de mantener a tripulaciones durante 30 días por turno.
Un primer peldaño hacia el Sistema Solar
Aunque Artemis I es un vuelo de prueba, hará experimentos para ayudar a las misiones tripuladas. Tras dos horas de vuelo, cuando Orion se separó del módulo superior del SLS, una flotilla de 10 CubeSats (satélites del tamaño de una caja de zapatos) se esparcirán para explorar el Sistema Solar. Algunos irán a la Luna, como el OMOTENASHI japonés, que desplegará un minialunizador de poco más de medio kilo que intentará ser el alunizaje más pequeño de la historia. Otros irán más allá. El Near-Earth Asteroid Scout [Explorador de Asteroides Cercanos a la Tierra] de la NASA, por ejemplo, desplegará una vela reflectante de más de 84 metros cuadrados que se propulsará con la luz solar para viajar hasta el asteroide 2020GE, un objeto de 18 metros de ancho.
Tres maniquís anatómicos cargados con sensores medirán las fuerzas del vuelo espacial y la exposición a la radiación, y Orion lleva muestras de semillas de plantas, levaduras y algas en un contenedor llamado Experimento Biológico 1. Estos especímenes ayudarán a ver cómo responde la vida a los duros medioambientes del espacio profundo y ver cómo diversas formas de vida responden a las extrañas condiciones de microgravedad.
"Cuando hablo con mis hijas de la Luna, les digo que su padre ha enviado un experimento alrededor de ella", dice el ingeniero aeroespacial Luis Zea de la Universidad de Colorado Boulder, uno de los investigadores principales del proyecto biológico. "Espero que nuestra ciencia en su conjunto cambie las cosas a mejor, permitiendo una exploración humana del espacio de manera segura y sostenible".
Aunque la Luna es un objetivo científico importante, guardando información geológica de la historia del Sistema Solar de hace más de 4500 millones de años, también será un banco de pruebas para el objetivo último de la NASA: un viaje tripulado a Marta para finales de los años '30. La Luna y Marte difieren en puntos clave, empezando porque Marte tiene atmósfera, pero ambos son ambientes prohibitivos donde serán necesarias tecnologías como los vehículos presurizados y trajes espaciales de última generación.
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“Al igual que en la Luna, hay un montón de dudas científicas sobre Marte y prepararse para llevar astronautas hasta ahí [requiere que] empecemos con la Luna.... y aprender allí antes de seguir adelante", dice al científico jefe de la NASA Kate Calvin.
Un empuje global a otros mundos
Si Artemis llegará a Marte -un viaje que tardaría meses, mientras que llegar a la Luna es cuestión de días- dependerá mucho del dinero y la voluntad política. Alcanzar el ambicioso objetivo del programa también tendrá un apoyo que no tuvo Apolo: el apoyo de otros países. La Estación Espacial Internacional (ISS) ha requerido décadas de colaboración entre Estados Unidos, Rusia, Canadá, Europa y Japón. Construir sobre ese legado de 20 años, la comunidad espacial mundial es más grande y diversa que nunca.
Mientras que la NASA y la empresa Lockheed Martin construyen la nave tripulada Orion que llevará a los astronautas, los sistemas motrices de la nave y el motor principal son parte del Módulo de Servicio Europeo (ESM), construido por la Agencia Espacial Europea en colaboración con la empresa europea Airbus y con participación de subsidarias como la española Airbus-Crisa.
"A través del ESM Europa es, por primera vez en la historia, un aliado clave aportando componentes críticos en una misión de cabecera de la NASA, y esto es un paso enorme, no se puede minusvalorar ni dejar de señalas", dice el director general de la ESA, Josef Aschbacher; "para nosotros se está iniciando un nuevo capítulo de la Luna y para Europa es algo nuevo".
La NASA se ha unido a la ESA y las agencias espaciales de Canadá y Japón para construir la estación espacial lunar Gateway. Estados Unidos y otros 20 países también han firmado los Acuerdos Artemis, una serie de acuerdos no vinculantes que marcan los principios esenciales para una cooperación pacífica en el espacio. Cuando Artemis II se lance, un astronauta canadiense irá a bordo.
Las empresas privadas también están haciendo proyectos ambiciosos en el espacio, tanto con y sin apoyo gubernamental. Algunas están enviando astronautas a la ISS; otros están preparándose para mandar robots a la superficie lunar.
"Hemos metido al mundo en esta carrera", dice Charlie Bolden, un antiguo administrador de la NASA; "todo el mundo está centrado en volver a la Luna y llegar a Marte... mientras podamos mantener el entusiasmo para llegar, estaremos bien".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.