Durante la pandemia, los niños también se han convertido en profesores

Los niños tienen mucho que enseñar si sus padres tienen la mente abierta y están dispuestos a buscar el significado de sus acciones cotidianas.

Por Scott Elder
Publicado 19 jun 2020, 14:28 CEST
Fotografía de milanvirijevic / Getty Images

Cuando Maggie Solomon, de 11 años, tuvo que desarrollar una idea para el proyecto anual de innovación de su colegio de Denver, sabía que tenía la ganadora. Tras haberse lavado las manos una y otra vez contando los 20 segundos recomendados, decidió que su dispositivo combinaría el jabón con un temporizador.

Maggie, que desconfía de la competencia, todavía no ha revelado los detalles. (Además, tampoco ha averiguado cómo funcionará este aparato.). Pero inspirada a resolver un problema por sí sola, ha seguido fabricando productos desde su taller en la cocina de su casa, como muebles para su casita de muñecas a partir de paquetes reciclados y material para manualidades. «Las tiendas no siempre tienen de todo. Así puedo fabricar lo que necesito», dice ella.

Para Maggie se trataba de una oportunidad de aprender, pero también para su madre. «Su instinto fue intentar resolver los problemas en vez de preocuparse por ellos. Me enseñó una lección sobre resiliencia y capacidad de adaptación», cuenta Sarah Solomon.

Los padres han aprendido mucho durante el confinamiento en familia, desde cómo gestionar todo desde casa a averiguar cuál es el ángulo más favorecedor para una videoconferencia. Pero lo sorprendente es lo mucho que también aprenden de sus hijos.

Incluso en situaciones idóneas, los padres pueden mostrarse escépticos respecto a que sus hijos tengan algo que enseñarles. Y no es como si de repente fueran a levantar la vista de sus dispositivos y decir unas palabras sabias. La clave es tener la mente abierta y estar dispuestos a buscar el significado de sus acciones cotidianas.

«Cuesta aprender de una experiencia cuando la estás haciendo. Pero si puedes retroceder y reflexionar sobre lo que ha pasado, puedes preguntarte qué has aprendido de dicha experiencia», explica Melinda Macht-Greenberg, psicóloga infantil y consultora educativa.

Una nueva perspectiva

Pasar las 24 horas del día y los siete días de la semana con sus hijos ha ofrecido muchas oportunidades para que los padres establezcan lazos con ellos. No cabe duda de que las órdenes de cuarentena han ayudado a los padres a ver a sus hijos desde nuevas perspectivas.

Por ejemplo, cuando Laurel Kellam tuvo dificultades para enseñar matemáticas a su hija pequeña, Juliet, necesitó la orientación de la única experta de la casa, Eliza, que está en sexto. «A veces aún las veo como si fueran bebés. He aprendido lo capaces que son», admite la madre de San Francisco.

Ser capaz de ver a los niños desde una nueva perspectiva puede ser inspirador. Al igual que muchas familias, los Kellam cocinan juntos más a menudo. Tras el éxito de sus rosquillas caseras, las niñas y ella han puesto en marcha una especie de cocina colaborativa en la que las pequeñas son las chefs y proponen ingredientes experimentales. Y aunque el resultado puede ser una receta nueva y sabrosa (o no), Kellam también ha aprendido mucho sobre creatividad y probar cosas nuevas. «Me gusta ver sus facetas más creativas y espontáneas. Hace que yo también quiera ser más espontánea de vez en cuando», cuenta Kellam.

Rebecca Medina Cole también decidió probar algo nuevo cuando vio a su hijo de 13 años y su hija de 15 recibir clases virtuales. Esta profesora de primaria de Oklahoma, se resistió a organizar una clase virtual (que no era obligatorio para los alumnos de primaria de su distrito escolar). «Soy muy testaruda y no me gustan los cambios. Para mí significa perder el control», cuenta.

Pero tras ver cómo se adaptaban sus hijos a la nueva forma de aprendizaje —y lo feliz que hacía a los estudiantes, nerviosos durante el aislamiento—, decidió intentarlo. «Ver a mis propios hijos me hizo darme cuenta de que yo también podía hacerlo», cuenta Cole, que añade que sus hijos la animaron en casa. «Mi familia me dio la confianza para salir de mi zona de confort».

Su clase virtual fue tan bien que el distrito escolar le pidió que compartiera algunas de sus lecciones remotas con otros profesores. «No sé cuál será el próximo reto, pero sea lo que sea, ahora siento que podemos afrontarlo como familia», dice Cole.

Para Kellam, ayudar a sus hijas con las instrucciones de las clases virtuales la ayudó a apreciar a profesoras como Cole. Tras darse cuenta de que sus hijas tenían estilos de aprendizaje muy diferentes —una es atrevida y confiada, la otra, meticulosa y se frustra con facilidad—, ahora cree que está mejor preparada para comunicarse con los profesores y colaborar. «Me ha hecho apreciar mucho más la labor de los profesores. ¿Cómo puede un profesor con 30 alumnos con estilos de aprendizaje diferentes enseñarles a todos?», cuenta.

Lecciones emocionales

Mientras los padres ofrecen más apoyo emocional que nunca a sus hijos en este nuevo mundo trastocado, también aprenden cómo las emociones de sus hijos pueden ayudarlos a entender la suyas. Por ejemplo, cuando sus dos hijos pequeños empezaron a reaccionar a los problemas cotidianos con más llantos y frustración de lo normal, Kathryn Amatrudo se dio cuenta de que estaban mucho más estresados de lo que pensaba. Y eso hizo que se diera cuenta de un aspecto de su propio estado emocional. «Verlos tan estresados me hizo reflexionar», cuenta la madre de Maryland. «Reconocí que yo estaba más estresada de lo que pensaba y, por consiguiente, tenía menos paciencia en estos momentos difíciles».

Descubrió que, aunque no pueda solucionar la pandemia —la causa subyacente de la frustración de los niños—, el simple hecho de reconocer que se sentía igual hizo que sus hijos se sintieran mejor. «Escucharme decir en alto que también es un momento raro y difícil para mí les ayudó mucho. Cada vez tengo más conversaciones como esas, no solo a la hora de dormir o cuando tienen una rabieta, cada vez que los veo tristes», cuenta Amatrudo.

Aprender a compartir con sus hijos cómo la ha hecho sentir la pandemia ha ayudado a calmar los nervios, tanto los de los pequeños como los suyos. «Me ha ayudado a mantener la paciencia. Ayudarlos a lidiar con sus sentimientos me ayuda con los míos», dice Amatrudo.

Y a pesar de algún que otro brote de claustrofobia, está segura de que el confinamiento ha unido más a su familia. «Nos hemos dado cuenta de que estamos en el mismo barco».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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