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Página del fotógrafo
Emin Özmen
Estambul, Turquía Un empleado municipal de Estambul desinfecta las calles de Beyoglu el 14 de abril de 2020. Este barrio, que suele estar repleto de turistas dispuestos a probar sus históricas bodegas, museos, clubes nocturnos y tiendas, quedó en silencio al comienzo de la pandemia. Al principio, muchas ciudades trataron de frenar la propagación del coronavirus rociando sus calles con desinfectantes, una práctica que la Organización Mundial de la Salud acabó desaconsejando, ya que los productos químicos podían ser perjudiciales para la salud de las personas.
Una familia come sandía durante un descanso tras horas de duro trabajo ordeñando miles de ovejas.
Un hombre compra en el mercado de Besiktas, en el centro de Estambul. Deben tomar la temperatura a los clientes antes de entrar.
Según cifras de 2018, unos 162 970 gatos y 128 900 perros viven en las calles de Estambul. Desde el comienzo de la pandemia, muchos de ellos no han podido obtener suficiente comida para sobrevivir, aunque el gobierno municipal ha alimentado a algunos.
Cerca de la plaza Taksim, una calle estrecha alberga meyhane, unos establecimientos donde los estambulís se reúnen en mesas al aire libre para comer mezze y beber raki turco. Todos estos restaurantes se han cerrado al público debido a la pandemia de la COVID-19.
La estación de ferrocarril de Sirkeci, en Estambul, se construyó en 1890 y era el término este del mítico Orient Express. En la actualidad, también es una parada de metro, aunque la crisis del coronavirus ha disminuido mucho la cantidad de pasajeros que pasan por aquí.
Cerca de la plaza Taksim de Estambul, un panadero se baja la mascarilla para fumar.
Los restaurantes y las cafeterías de Estambul, que suelen estar llenos, han estado cerrados al público desde el 23 de marzo. Solo los gatos callejeros, un símbolo permanente de la ciudad, caminan por aquí.
En el barrio de Beyoglu, una mujer se sienta en la escalera del edificio donde vive. «Tuvimos una larga conversación», cuenta el fotógrafo Emin Özman, que sacó esta foto a más de tres metros de distancia. «Estaba muy contenta por hablar con alguien tras 50 días sola en casa. Sus hijos le compran lo que necesita en el mercado, pero nunca entran en casa por miedo al virus».
Las orillas del Bósforo, en Estambul, suelen estar llenas de paseantes. Pero este día de marzo de 2020, solo había un hombre cantando una canción triste.