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Página del fotógrafo
Norbert Rosing
Cachorros de oso polar juegan encima de su madre que descansa en el Parque Nacional de Wapusk, Churchill, Canadá.
La portada del número de julio de 2002 estaba dedicada a las águilas calvas. Desde 2009, la población de águilas calvas en los 48 estados contiguos de Estados Unidos (todos menos Alaska y Hawái) se ha cuadruplicado.
El arroyo Alum atraviesa el valle de Hayden en el centro del Parque de Yellowstone. Es una de las mejores zonas de avistamiento de fauna salvaje del parque en los meses más cálidos, cuando la zona pantanosa atrae a bisontes, osos y alces que se alimentan.
Un alce macho en una pradera del Parque Nacional de Yellowstone. Se calcula que entre 10 000 y 20 000 animales pasan aquí el verano.
Un joven oso polar duerme con un poco de nieve sobre la nariz. Al igual que los humanos, la mayoría de los animales necesitan dormir, aunque tienen sus formas únicas de hacerlo.
Un zorro polar bajo la luna llena de febrero en Manitoba, Canadá. El pelaje del animal cambia de marrón en verano a blanco en invierno, lo que le permite camuflarse entre el paisaje nevado.
Estos robles de Alemania occidental tenían aproximadamente mil años. Según un estudio, los árboles viejos como estos mueren mucho más deprisa que los jóvenes.
Los aullidos de un lobo gris hacen que su cachorro salte de emoción en Montana. Verdolin explica que las familias de lobos muestran una paciencia impresionante con los cachorros jóvenes. «Los padres y el resto de la comunidad son muy tolerantes con los pequeños y con sus travesuras. Tienen que aprender las normas de cómo es ser un lobo. Lo hacen mediante el juego y mediante las interacciones con otros adultos», afirma. «Es un esfuerzo comunitario». Los aullidos, un medio de comunicación, es una habilidad vital que deben aprender. «Enseñan a sus crías a ser lobos, como otras especies, enseñándoles buen comportamiento y con disciplina y correcciones muy limitadas», afirma Verdolin. Mamá y papá, los únicos lobos reproductores de la manada, dirigen un grupo que consta de su descendencia y, de vez en cuando, de un tío, una tía o un lobo que no está emparentado con ellos. Los hermanos mayores ayudan a cuidar de los cachorros que nacen cada año. Cuando los lobos jóvenes maduran, en torno a los dos años, algunos abandonan la manada para unirse a otra o fundar la suya propia conectando con otro lobo solitario.
Una osa polar descansa tras amamantar a sus crías en el parque nacional de Wapusk, en Manitoba, Canadá. Los osos polares se aparean en primavera, pero no se quedan embarazados hasta el otoño. Después, solo las hembras que han conseguido engordar durante un verano de caza empiezan a tener crías. Durante esos meses de abundancia, un oso puede ganar más de 100 kilogramos y las madres necesitan cada pedacito de esas reservas cuando es hora de retirarse a su guarida. Según en qué parte del Ártico vivan, los osos polares pueden quedarse en sus guaridas nevadas hasta ocho meses sin comer ni beber. Los oseznos, que suelen ser gemelos, pasan varios meses en la guarida disfrutando de la leche de la madre, que tiene un alto contenido de grasa. Las madres cuidan de sus crías de dos a tres años y las protegen de peligros como los osos polares macho. También les enseñan las habilidades que necesitan para vivir sobre el hielo, como nadar, cazar y preparar las guaridas para sus propias familias futuras.
Un águila calva observa algo bajo su rama en Homer, Alaska.