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Página del fotógrafo
Thomas P Peschak
Una foca leopardo flota a la deriva junto a un iceberg en la costa occidental de la Península Antártica. Las burbujas de aire que se desprenden del hielo derretido se pegan al objetivo de la cámara submarina. Para estas focas, los témpanos de hielo son un lugar para criar y mudar, y proporcionan un hábitat para el krill, una importante presa.
Al salir de sus madrigueras al anochecer, los pangolines de tierra comen cada uno unas 15.000 hormigas y termitas en una noche, 5,5 millones en un año. La abundancia de insectos depende de la salud de los pastos, el hilo conductor de la vida en las arenas pobres en nutrientes del Kalahari. Sin las lluvias de verano, el verdor fracasará. El desierto es un punto caliente del cambio climático: A medida que el aumento de la temperatura modifica los patrones de lluvia, animales como el pangolín se enfrentan a un futuro incierto.
Para las suricatas -una especie de mangosta- del desierto del Kalahari, en el sur de África, la supervivencia es un esfuerzo de grupo. Los centinelas buscan el peligro y los adultos de menor rango, en su mayoría hembras, alimentan y cuidan a las crías de la hembra mayor. No está claro cómo afectará el cambio climático a las suricatas del Kalahari, pero unos veranos más calurosos y secos podrían reducir su número.
Clasificado como casi amenazado por la IUCN, el tiburón cobrizo es una especie de la familia Carcharhinidae que habita la mayor parte de los océanos y mares del mundo que presentan aguas cálidas o templadas. También se conoce por otros muchos nombres como tiburón de bronce, tiburón cóctel o ballenero de bronce. Igual que otros tiburones grandes, esta especie está amenaza por las presiones humanas, como la pesca y la destrucción del hábitat.
Las tortugas verdes (Chelonia mydas) se arremolinan en el mar de Little Farmer’s Cay en las Bahamas. En la actualidad, consideran a las tortugas verdes, antaño preciadas por su carne, una atracción turística valiosa. Las tortugas marinas han surcado los mares durante 100 millones de años, pero la actividad humana —sobre todo la caza furtiva, los residuos plásticos y otros contaminantes marinos, y el cambio climático— ponen en peligro a estos reptiles resistentes. «La gente hace esto. Todo, cada aspecto, cada peligro al que se enfrentan, es antropogénico», cuenta el biólogo marino David Robinson, que habla sobre las muchas lesiones que sufren las siete especies de tortuga marina del mundo. La buena noticia es que con un poco de protección muestran resiliencia. Las tortugas verdes de Hawái, protegidas por la Ley de Especies en peligro de extinción estadounidense, están recuperándose más rápido de lo previsto.
Las tortugas verdes se congregan cerca de un muelle en las Bahamas. Eran tan numerosas aquel día de Colón que «parecía que los barcos iban a quedarse encallados en ellas». Actualmente, seis de las siete especies de tortugas marinas se consideran vulnerables, en peligro de extinción o en peligro crítico de extinción.
En las islas Kei, Indonesia, los arponeros han llevado a tierra una tortuga laúd y los aldeanos se han congregado en la playa para observar el proceso de despiece. Las tortugas laúd, que pueden pesar hasta 900 kilos, han sido una importante fuente de proteínas para las comunidades isleñas.
Una tortuga laúd herida con un arpón por un cazador indígena sangra cerca de las islas Kai, Indonesia. Las tortugas laúd son las más grandes de las siete especies de tortugas marinas y una de las que más peligro corren. La población del Pacífico occidental tiene menos de mil hembras.
Un pescador de caracolas atrae la atención de tortugas verdes en Little Farmer’s Cay en las Bahamas. Las tortugas verdes de la isla, antaño preciadas por su carne, son valiosas atracciones turísticas.
En un centro de rehabilitación de tortugas marinas en Dubái, las tortugas carey y las verdes nadan en círculos en un tanque antes de ser liberadas. El centro de rescate ha tratado y liberado más de 1600 tortugas enfermas y heridas en los últimos 15 años.