En este barrio pobre de Nairobi, unas jóvenes bailarinas sueñan a lo grande
Las clases de ballet ofrecen a las jóvenes la oportunidad de experimentar un lado diferente de la vida.
Los miércoles por la tarde, cuando suena el timbre final, un aula de paredes de cemento en Kibera, una barriada empobrecida de Nairobi, se transforma en un estudio de ballet. Se retiran los pupitres y las sillas de la sala. Se barren el polvo y la suciedad del suelo. Un grupo de unas 20 niñas que llevan ropa de ballet de color azul, rosa y violeta esperan a que llegue Mike Wamaya, su instructor de ballet, con su radio y su personalidad bondadosa. A continuación, cuando suena la música clásica, las niñas empiezan a bailar.
Durante los últimos 18 meses, el fotógrafo sueco Fredrik Lerneryd, que vive en Nairobi, se ha unido a Wamaya y a las niñas en dos docenas de clases de ballet.
Al principio, las niñas eran tímidas, según cuenta Lerneryd, de 31 años, pero «finalmente se acostumbraron a que estuviera con ellas y sacara fotos».
A Lerneryd le atrajo la historia por el contraste que ofrece. «Para empezar, el ballet está considerado, al menos para mí, como un tipo de danza de clase alta. No me esperaba encontrarlo en un asentamiento como Kibera». Visualmente, los leotardos, las medias y los tutús dan toques de color al aula oscura. Y Lerneryd insiste en que «se trata de una historia sobre sueños, esperanzas, lograr algo más grande que la vida normal» que tendrían en Kibera.
Las jóvenes a las que Lerneryd fotografía reciben el apoyo de One Fine Day y Anno's Africa, organizaciones sin ánimo de lucro dedicadas a las artes infantiles. Lerneryd también contribuye cuando puede. Sus compañeros de piso y él invitaron a las niñas a comer y les dieron masa de pizza e ingredientes suficientes para que cada invitada se hiciera su propia pizza. En otra ocasión, Lerneryd invitó a una bailarina llamada Wendy y a su familia a helado. «Siento que es natural proporcionar algo», afirma. «Nuestras situaciones son muy diferentes», añade Lerneryd, refiriéndose a la disparidad en el acceso a los recursos entre él mismo y los habitantes de Kibera.
Pamela Adhiambo, estudiante de 16 años, vio el ballet en televisión cuando era niña. Se le quedó grabado hasta que, años después, Anno's Africa llegó a la Spurgeon's Academy, se probó un par de puntas y se enamoró. Su plan es convertirse en bailarina profesional, y va bien encaminada. Gracias a la financiación de Artists for Africa, una organización que colabora con Anno's Africa, Pamela vive en un internado en Nairobi donde entrena cinco días a la semana en el Dance Centre Kenia, un estudio de danza profesional.
«A través de la danza, Pamela ha conseguido cambiar drásticamente su vida», afirma Lerneryd con admiración. Y ella es una inspiración para las demás. Durante sus descansos, Pamela regresa a Kibera y practica en su patio trasero. Una niña bajo la tutela de Mike va a observarla. «Ella quiere seguir el camino que ha seguido Pamela», afirma Lerneryd.
En el tiempo que ha pasado Lerneryd con las bailarinas, ha observado cómo aumentaba su confianza a medida que aprendían a expresarse a través de la danza. Una de sus imágenes muestra seis pares de pies descalzos que se elevan sobre el suelo mientras las niñas saltan en el aire durante su clase, una metáfora visual del camino que pretenden seguir para salir del universo limitado de Kibera.
«Los sueños de los niños que crecen allí son iguales a los de los niños de otras partes del mundo».
Puedes ver más fotos de Fredrik Lerneryd en su página web y seguirlo en Instagram.