Descubiertos cinco nuevos bosques fósiles en la Antártida
Hace cientos de millones de años, la Antártida estaba cubierta de vegetación prehistórica. Ahora los científicos han descubierto pruebas sobre qué ocurrió en la extinción masiva del Pérmico.
La Antártida es uno de los entornos más duros del planeta. Como continente más frío y seco, es un mundo de condiciones extremas. Los intensos vientos catabáticos que descienden desde la meseta polar por las escarpadas pendientes verticales alrededor de la costa del continente pueden provocar tormentas de nieve turbulentas que duran días o semanas, y el terreno infinitamente yermo otorga a la Antártida el título de desierto más grande del mundo.
En la actualidad, los veranos polares llenan el continente de 24 horas de luz durante casi la mitad del año, antes de que los vientos polares la sumerjan en oscuridad completa durante la otra mitad. Independientemente de la estación, las temperaturas están constantemente bajo el punto de congelación, lo que hace que los viajes al continentes sean impensables para los débiles de corazón.
Pero la Antártida no siempre fue así. Hace cientos de millones de años, el continente estaba mezclado con otras masas continentales modernas formando el supercontinente Gondwana. Gondwana era húmedo y estaba cubierto de una red de plantas robustas. A medida que el clima turbulento cambiaba de cálido a frío, a veces cada mes, la vegetación habría necesitado resistir a los extremos.
Pero entonces una extinción masiva asedió el continente. Condenó a casi todas las formas de vida a la extinción, destruyendo a más del 90 por ciento de las especies del planeta.
La causa de esta extinción masiva, denominada extinción del Pérmico o Gran Mortandad, es todavía un misterio. Las pistas sobre la masacre nos han llegado en forma de árboles fosilizados, pero muchas de las razones de esta extinción siguen siendo desconocidas. Y por eso un grupo de científicos intrépidos ha viajado a la Antártida este invierno, ansiosos por descubrir indicios sobre qué produjo el fin del pasado boscoso del continente.
«Nuestro objetivo este año era estudiar los ecosistemas fósiles que datan en torno al Pérmico tardío», explica Erik Gulbranson, profesor de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee y uno de los tres líderes de los equipos de la expedición al continente realizada a finales de 2017. «En estos ecosistemas fósiles pudimos observar algo nunca antes visto en la Antártida».
El equipo descubrió cinco bosques fósiles nuevos que habrían vivido durante la extinción del Pérmico y en los años posteriores. Se trata de la mayor cantidad de bosques fósiles descubiertos en una sola temporada, y casi duplica el número de bosques fósiles conocidos en la Antártida.
«Estos nuevos hallazgos nos desvelan cómo reaccionaban o respondían estos organismos ante los cambios climáticos o medioambientales que tuvieron lugar durante la crisis de extinción», afirma Gulbranson. «Contar con un registro fósil del intervalo de la extinción es nuestra única información sobre cómo sobrevive la vida del planeta a un acontecimiento como ese».
Esta investigación resulta oportuna, ya que muchos científicos advierten que estamos atravesando un periodo de extinción ahora mismo, motivado por las alteraciones humanas en los sistemas naturales.
El viaje
La información que tenemos sobre la extinción del Pérmico es gracias a fósiles marinos de animales que habitaron en los océanos de entonces. Muchos científicos están de acuerdo en que durante este priodo hace entre 299 y 251 años, un fenómeno volcánico provocó una crisis que exterminó a aproximadamente el 90 por ciento de todas las especies del planeta. Erradicó a más del 95 por ciento de las especies marinas y a más del 70 por ciento de las especies terrestres.
Pero más allá de las líneas generales, hay una serie de detalles que no están claros. Algunos geólogos y paleontólogos dicen que la extinción del Pérmico tuvo lugar durante 15 millones de años, mientras que otros afirman que duró 20.000 años, un abrir y cerrar de ojos en tiempo geológico.
El equipo formado por Gulbranson, junto con sus colegas John Isbell y Rudolf Serbit de la Universidad de Kansas, tiene diversos conocimientos. Está Patricia Ryberg, profesora de biología de la Universidad de Park que estudia la anatomía y morfología de la paleobotánica, o plantas fosilizadas. También está Brian Atkinson, investigador posdoctoral en la Universidad de Kansas que se especializa en fanerógamas del Cretácico, periodo posterior al Pérmico. Aunque Ryberg había estado en tres expediciones a la Antártida con Gulbranson, era la primera vez de Atkinson en la Antártida. De hecho, era la segunda vez que acampaba al aire libre en su vida.
«Ir a la Antártida es como ir a otro planeta», afirma Atkinson. «Cuando buscas fósiles de plantas, es como viajar en el tiempo. Es tan exótico como parece».
Gulbranson dice que esta expedición es sin duda una de las temporadas de investigación de campo más importantes y productivas del equipo hasta la fecha. A finales de noviembre, el equipo de siete personas emprendió su viaje a la Antártida. A principios de diciembre, llegaron en un avión militar Lockheed LC-130 a los glaciares Shackleton y McGregor, en medio del continente. Montaron dos campamentos, uno de los cuales serviría como base. Durante la expedición de 21 días, se desplazaron en helicóptero entre ambos lugares.
«Las palas [del helicóptero] son una de las cosas más terroríficas que puedes ver de cerca», afirma Atkinson. Los científicos tenían que salir y entrar constantemente en los helicópteros, cuyas ruidosas aspas podían rebanar una extremidad en una fracción de segundo. Como el hospital más cercano estaba a miles de kilómetros de distancia, debían tener cuidado al entrar y salir de la aeronave.
Nuevos bosques fósiles
Los vientos de 48 kilómetros por hora asediaron al equipo durante días, y a veces podían durar hasta 12 horas seguidas. Mientras estudiaban rocas y recorrían el primer campamento, el equipo descubrió cinco nuevos bosques fósiles. En el segundo yacimiento descubrieron algunos restos fósiles, pero no eran tan significativos como sus hallazgos en el primero.
Los árboles fosilizados se parecían mucho a los bosques petrificados del parque nacional de Yellowstone. Antes de esta expedición, los científicos no estaban seguros de que el intervalo del Pérmico se hubiera preservado en rocas sedimentarias en la Antártida, pero los miembros del equipo creen que la sucesión de sedimentos que descubrieron se produjo al mismo tiempo que el periodo de extinción. Esto significa que estos nuevos bosques fósiles habrían vivido durante la extinción masiva y en los años posteriores a este, representando tres nichos ecológicos diferenciados de hace 251 millones de años.
Esta conexión entre plantas y ecosistemas durante la extinción no se había observado hasta ahora. El equipo espera que el descubrimiento aporte pruebas sobre cómo se desarrolló en tierra la extinción del Pérmico. Los microbios primitivos podrían haber desempeñado un papel importante, según sospecha el equipo.
«Intento unir las piezas del puzle, pero no tengo una imagen de referencia para hacerlo», afirma Ryberg.
Plantas petrificadas
Las plantas del Pérmico no se parecen a ninguna viva actualmente, según Ryberg. Estudia un grupo de vegetación del género Glossopteris, caracterizado por plantas leñosas que datan de hace entre 300 y 200 millones de años. El registro fósil nos cuenta que las plantas Glossopteris tenían hojas en forma de lengua acumuladas en capas espesas, lo que conduce a los científicos a pensar que eran caducifolias.
«Las plantas son muy raras», añade Atkinson. «Hay toda una serie de morfologías diferentes que no observamos en plantas modernas. Cuanto más conoces estas plantas, más raras se hacen».
Estudiando sus cambios pasados, los científicos esperan obtener más perspectivas sobre el futuro. El tiempo apremia, porque los conservacionistas advierten que en unos 300 años, el 75 por ciento de las especies de mamíferos podrían haber desaparecido de la faz de la Tierra. Para 2060, algunos dicen que podríamos presenciar la extinción del 30 por ciento de las especies. Aunque otras extinciones tienen causas naturales, el proceso de extinción que podríamos estar viviendo ahora probablemente está provocado por la destrucción del hábitat, el cambio climático y la contaminación, entre otros factores.
La extinción del Pérmico podría enseñarlos cómo reaccionaron —y se adaptaron— las especies a la extinción, según Gulbranson.
Mientras queden misterios como la Gran Mortandad, los científicos curiosos viajarán a lugares remotos para conocer el pasado del planeta. Este tipo de investigación requiere saber hacer científico, resistencia y —quizá la cualidad más necesaria— curiosidad.
«Los científicos que quieran ir a un campamento remoto en la Antártida para recopilar fósiles y datos de rocas necesitan tener un tipo específico de dureza», afirma Atkinson. «Tengo que volver».