La cabeza dorada que añade un giro inesperado a la historia de la antigua Roma
La escultura de una cabeza de caballo y otros hallazgos sugieren que los romanos tenían una relación sorprendente con las tribus de su frontera norte.
Tras casi una década de batallas legales, se ha revelado al público por primera vez un fragmento de una antigua escultura romana por valor de casi 1,7 millones de euros. El fragmento de 13 kilogramos es la cabeza de un caballo a tamaño real que data del año 1 d.C. La cabeza, hecha de bronce y bañada en oro, es mucho más que un ejemplo espectacular de arte romano.
La cabeza de caballo fue descubierta durante las excavaciones de un asentamiento romano llamado Waldgirmes, cerca de la actual Frankfurt, y añade un nuevo giro inesperado a la historia de Roma y las tribus germánicas.
Durante siglos, los historiadores estaban de acuerdo en que los romanos pretendían usar la fuerza para someter a las tribus germánicas y crear una nueva provincia al norte y al este del Rin. Tras una batalla catastrófica en el año 9 d.C. Que costó 15.000 hombres al ejército romano, la conquista de Germania se canceló. Marcados por esta derrota —conocida como la batalla del bosque de Teutoburgo—, los romanos finalmente establecieron una red de fuertes que definió la frontera norte del mundo romano durante casi 300 años.
Pero la cabeza de caballo y otros hallazgos en Waldgirmes, excavado por la comisión romano-germánica del Instituto Arqueológico Alemán entre 1994 y 2009, son pruebas de que la fuerza bruta podría no haber sido la única parte del plan de Roma.
El asentamiento se extendía a lo largo de casi ocho hectáreas y contaba con una muralla defensiva, pero no con edificios militares. Su existencia demuestra que los romanos vivieron codo con codo y comerciaron con los «bárbaros» germánicos de forma pacífica durante años, justo hasta la derrota de Teutoburgo, según Gabriele Rasbach, investigador principal del Instituto Arqueológico Alemán.
La mayor parte de los edificios del asentamiento estaban hechos de madera y, basándose en los datos de los anillos de los árboles, los arqueólogos calculan que se construyó de cero a partir del año 4 a.C. Tras los muros de madera de tres metros de alto, Waldgirmes albergaba talleres de carpintería y alfarería, residencias de estilo romano e incluso restos de tuberías de plomo.
En el centro de la ciudad había un edificio administrativo de varios pisos y, frente a él, en un patio o un foro, los arqueólogos identificaron los pedestales de cuatro estatuas de jinetes a tamaño real. La cabeza de caballo bañada en oro formaba parte de una de estas estatuas, probablemente la que representaba a un emperador romano.
Los hallazgos de Waldgirmes fueron una sorpresa para arqueólogos e historiadores por igual.
«Darnos cuenta de que allí había edificios civiles fue toda una sorpresa», afirma Sebastian Sommer, arqueólogo de la Oficina del Estado de Baviera para Protección de Monumentos en Múnich que no participó en las excavaciones. «Waldgirmes muestra un enfoque exclusivamente civil, y quizá que los romanos se equivocaron sobre lo fácil que sería colonizar a estos pueblos».
¿Una estatua sacrificada?
Con sus brillantes estatuas y sus cañerías de plomo, Waldgirmes parece haber formado parte de una iniciativa para ganarse a las tribus germánicas en lugar de atacarlas.
«En el asentamiento hemos visto que su objetivo era ser un centro administrativo importante, quizá hasta una capital planificada», afirma Carsten Amrhein, arqueólogo y director del Fuerte Romano de Saalburg, un museo cerca de Frankfurt dedicado al pasado romano de la zona. «Los planes de los romanos de una nueva provincia fueron mucho más lejos de lo que creíamos».
Pocos años después de la batalla del bosque de Teutoburgo, la vida en la antigua localidad se detuvo. Pero, según Rasbach, no se observan señales de batallas ni matanzas. Quizá Waldgirmes fue evacuada de forma pacífica en el año 16 d.C., cuando se les ordenó a las fuerzas romanas que abandonasen el territorio que poseían al norte y al este del Rin.
Tras quedar abandonado, Rasbach explica que es probable que las tribus germánicas destrozaran deliberadamente las estatuas y las aprovecharan por su contenido en metales. Se descubrieron fragmentos de bronce —en total 160, la mayoría astillas diminutas— esparcidos por todo el asentamiento.
La cabeza de caballo es la única excepción. No muy lejos de los pedestales, los arqueólogos descubrieron un pozo de la época romana de más de nueve metros de profundidad. La cabeza se encontraba en el fondo, cubierta de pesadas piedras de molino, cubos de madera, asas de herramientas, un yugo de buey y otros desperdicios.
Rasbach señala que la cabeza de caballo no cayó al pozo por accidente. El metal era un bien demasiado preciado como para malgastarlo. En lugar de eso, es posible que tirasen la cabeza al pozo como parte de un ritual: las tribus del norte de Europa solían sacrificar caballos y arrojar sus cadáveres a pantanos o ríos. Quizá la cabeza de bronce formase parte de una ceremonia similar, y las piedras y el resto de desperdicios se arrojaron para sellar el sacrificio.
Aunque se excavó en 2009, la cabeza lleva almacenada durante casi una década, mientras una demanda del agricultor en cuya tierra se descubrió pasaba por los tribunales alemanes. La semana pasada, el estado alemán de Hesse acordó pagar al agricultor unos 688.800 euros para adquirir el fragmento. Forma parte de la exposición permanente del Fuerte Romano de Saalburg desde el domingo pasado.
Y si Waldgirmes formaba parte del plan romano para ganarse a los germanos a través del comercio y la cultura, podría no haber sido el único puesto avanzado colocado en los bosques.
«Tiene que haber más», afirma Rasbach. «Pero muchas veces los asentamientos modernos se construyen sobre antiguos asentamientos romanos. Con Waldgirmes tuvimos mucha suerte».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.