Esperanza en la incertidumbre: la tragedia invisible de los refugiados atrapados en Libia
Al menos 11.800 personas que trataban de cruzar el Mediterráneo a bordo de precarias embarcaciones han sido devueltas a Libia en lo que llevamos de año, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR. Las intercepciones en aguas internacionales entre Malta, Italia y Libia son llevadas a cabo casi a diario por la Guardia Costera Libia y, tras el desembarco, las personas recogidas son llevadas a centros de detención no regulados.
Libia no es un país reconocido como un lugar seguro por la comunidad internacional, por lo que únicamente los barcos libios pueden devolver a estas personas a territorio libio. Por ello, tal y como denuncian desde Médicos Sin Fronteras, Europa da apoyo logístico y económico a la Guardia Costera Libia para que intercepten a estas personas en el mar y las devuelvan a Libia.
“La solución que promueve Europa para evitar que todas estas personas lleguen a sus costas es inaceptable”, asevera Karline Kleijer, coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras, en un reciente comunicado de la organización. “Es inadmisible que personas que acaban de sufrir una situación traumática en el mar, que han visto sus vidas pendiendo de un hilo, tengan que pasar por un sistema de detención arbitraria que se ha demostrado dañino y explotador. Entre estas personas hay muchas víctimas de violencia sexual, tráfico, tortura y malos tratos. Entre los más vulnerables hay niños (que muchas veces viajan sin un padre o tutor), mujeres embarazadas o lactantes, ancianos, personas con discapacidades mentales o con problemas de salud graves".
El número de refugiados en estos centros de detención comenzó a incrementarse en el mes de septiembre del pasado año, a raíz de que miles de inmigrantes fueran rescatados de las fauces del tráfico humano y llevados a estos centros. Algunas organizaciones lograron evacuar a parte de esos inmigrantes hasta un centro de Níger. Pero desde abril, las intercepciones en alta mar han aumentado exponencialmente y el número de refugiados crece a un ritmo dramático. Los centros de detención han pasado, en un período de dos meses, de acoger a 3.000 personas a las casi 12.000 que los abarrotan a día de hoy. Refugiados, migrantes y solicitantes de asilo que viven en condiciones inhumanas, sin las necesidades básicas cubiertas y en ocasiones sin sitio siquiera para tumbarse por la sobresaturación.
“ACNUR ya no tiene posibilidad de evacuar a más personas de estos centros, sencillamente porque no tiene a dónde llevarlas. El centro de Níger está abarrotado y nadie en Europa quiere aceptarles. Esto significa que no se puede evacuar ni siquiera a las personas con mayor vulnerabilidad, como mujeres embarazadas, menores o personas enfermas”. Así lo afirma con un velo de desesperación en la voz el coordinador general de Médicos Sin Fronteras en Libia, Christophe Biteau, en declaraciones a National Geographic.
“En Khoms hay más de 300 personas, incluidos niños pequeños. Todos ellos están encerrados en un centro de detención completamente abarrotado. El calor es sofocante, no hay ventilación y hay muy poco acceso al agua potable; lo que tienen allí es agua salada mezclada con residuos”, declara Anne Bury, coordinadora médica adjunta de MSF en Libia, en un reciente comunicado de la organización. “En estos centros de detención la situación es insostenible y muy tensa; las personas están expuestas a abusos de todo tipo. En una de las celdas hay alrededor de 150 detenidos, que están encerrados las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Allí no tienen garantía alguna de seguridad. La gente está desesperada y hay muchos detenidos con heridas graves y huesos fracturados. Se producen muchos intentos de fuga y algunas personas están en huelga de hambre desde hace días o semanas”.
La gestión de los centros se vuelve inviable debido a la ausencia de un registro formal de datos, por lo que una vez que las personas llegan a los centros no hay forma de saber qué sucede con ellas. Tampoco tienen opción de impugnar la legalidad de su detención o el trato que reciben. Los programas de evacuación, que son gestionados por la Agencia de las Naciones Unidas para la Migración (OIM) y ACNUR, solo prestan ayuda a una parte muy limitada de la población refugiada y migrante que se encuentra en Libia, y en otros muchos puntos de la geografía, atrapados a las puertas de Europa.
Ante la falta de soluciones, son diversas las organizaciones que tratan de intensificar los llamados retornos voluntarios de los refugiados y migrantes a sus países de origen. Hasta la fecha, ya son 15.000 las personas que han vuelto a sus países, pero la condición de voluntariedad es cuestionable, ya que en la práctica es la única opción posible para salir de Libia.
“En los centros encuentras mujeres embarazadas, niños y bebés de dos o tres meses de edad, viviendo allí durante meses. ¿Puedes imaginar el trauma? La vulnerabilidad no está considerada en absoluto en los acuerdos políticos creados por la Unión Europea. Cuando escuchas que en los centros de detención todo va bien, como en Italia hace un mes, tan solo son fake news. Nosotros lo vemos a diario. Ellos están en riesgo, se producen peleas, algunos no tienen agua para beber o letrina siquiera. Incluso victimas de tortura que han escapado tras años en manos de los traficantes no reciben ayuda de Europa”, afirma Christophe Biteau.
En una Europa, y un mundo, que se tiñe cada día más del rechazo al inmigrante, las posibilidades de solucionar esta situación son, a día de hoy, nulas. Este rechazo nubla la sensibilidad y frena la aceptación, a pesar de datos como los que ha publicado la revista científica Science Advances recientemente: un estudio de los Investigadores del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS), donde analizan el impacto de la llegada masiva de inmigrantes, confirma que la inmigración tiene efectos positivos en la economía.
“La situación es inaceptable. Que algunas personas, tras años siendo víctimas de las torturas de los traficantes, sean dejados en centros que son cárceles, no es la idea que yo tengo sobre ser humano. Si la comunidad internacional no está concediendo ayuda ni siquiera a las personas más vulnerables, sinceramente, no entiendo este mundo en que vivimos”, concluye Christophe Biteau.