El buque español ‘Numancia’, la desconocida leyenda del primer acorazado blindado en dar la vuelta al mundo
Una leyenda que marcó el porvenir de la historia de España y vivió en primera persona gran parte de la agitada historia del siglo XIX.
Una de las leyendas más vivas de la historia de nuestro país yace a menudo sobre el desconocimiento: la fragata española ‘Numancia’ se convirtió ya en 1866 en el primer buque blindado que logró dar la vuelta al mundo, dos años después de que el navío comenzase a hacer historia.
Protagonista de prácticamente todos los acontecimientos históricos relevantes del último tercio de un convulso siglo XIX, esta fragata marcó el prestigioso porvenir de la historia de España en coyunturas como la Guerra hispano-sudamericana.
No fue hasta 1916 cuando este emblema histórico llegó a su final de forma silenciosa, cuando encalló muy cerca de la costa de Sesimbra, en Portugal, donde fue desguazada casi por completo, quedando algunos restos de la nave a unos 6 metros de profundidad.
Buque de guerra en el conflicto hispano-sudamericano
El buque Numancia partió rumbo a las islas Chiloé desde Valparaíso, en Chile, el 17 de febrero de 1866, junto a la Blanca. A ambas naves se unieron un vapor de ruedas y otras dos barcazas de carbón que, el 12 de marzo, partieron las cinco de vuelta hacia Valparaíso.
A las dos semanas, el buque blindado vivió el bombardeo de Valparaíso del 31 de marzo de 1866, donde los cinco navíos bombardearon al unísono las tierras chilenas durante una hora y cincuenta minutos. Por un lado, Villa de Madrid y la Blanca se dirigieron contra los almacenes fiscales, la Resolución fijó su diana sobre el ferrocarril y la Vencedora contra la bolsa y la intendencia.
El acorazado Numancia partió el 14 de marzo por el Pacífico junto al resto de navíos españoles para dirigirse a El Callao, ciudad portuaria al centro-oeste de Perú, donde la fragata participó en la batalla de El Callao, durante la que recibió 52 impactos.
Después, la flota se dirigió a la Isla San Lorenzo, a donde llegó el 25 de abril. Allí realizaron diversas reparaciones y enterraron a los 43 caídos. El 10 de mayo, las fragatas Villa de Madrid, con Casto Méndez Núñez a bordo, así como la Blanca, Resolución y Almansa partieron rumbo Río de Janeiro.
La Numancia, a pesar de haber sido reparada, contaba con graves averías por el combate, por lo que no quisieron arriesgarse a una navegación tan peligrosa en una época del año que rondaba el invierno en esas tierras.
Más de dos años dando la vuelta al mundo
Hasta Filipinas, ambos buques cruzaron el Pacífico a vela al contar con viento de popa, junto con otros navíos como la goleta Vencedora, Marqués de la Victoria, Uncle Sam y Matauara. Pero la Numancia retrasaba al grupo por su baja velocidad, a pesar de tener todas sus velas desplegadas, por lo que finalmente la Berenguela solo izó la gavia para no adelantarse.
Pero por algunos casos de escorbuto, finalmente la Berenguela y Uncle Sam tuvieron que agilizar el viaje, y un poco más tarde la Vencedora. Los tres navíos esperaron a la Numancia en la Isla de Otaiti, a donde llegó el 22 de mayo de 1866 con más de un centenar de enfermos de escorbuto a bordo.
De buque de guerra a acorazado guardacostas
Una vez en Barcelona, ya en 1877, la Numancia se convirtió, junto con la Vitoria, en las dos primeras unidades de la marina española en incorporar la instalación eléctrica.
Con motivo de la inauguración de la Exposición Universal de Barcelona, el 20 de mayo de 1888 se reunieron en el puerto varios buques de la escuadra española como la fragata blindada Numancia, las fragata de hélice Gerona y Blanca el Destructor. Poco después asistió a la entrega del acorazado Pelayo, construido en los mismos astilleros que la Numancia, y que tomaba el relevo como buque principal de la flota.
Asilo de huérfanos
En 1910, tras haber perdido por completo su valor militar, comenzó a utilizarse como estación flotante en Tánger. Tras el motín de Tánger de 1911, en el que sus marineros amenazaron con bombardear Málaga si no se declaraba la república, la Numancia fue dada de baja en 1912, y durante un periodo fue asilo de huérfanos de la Armada. Tras toda su vida histórica, se gestó un movimiento popular para que la nave fuese preservada como monumento histórico, aunque finalmente no llegó a nada.
Por el contrario, la nave fue vendida como chatarra a una empresa de Bilbao, y aunque trataron de trasladarla hasta en tres ocasiones desde Cádiz a Bilbao, finalmente la antaño gloriosa fragata, reducida a una barcaza que transportaba sal rumbo al desguace, encalló frente a la costa de Sesimbra, en Portugal, donde quedaron algunos de los restos que no fueron desguazados tras el incidente.