La historia del apretón de manos
El coronavirus está afectando a este hábito antiguo, cuyas raíces se extienden de la antigua Grecia a los cuáqueros estadounidenses.
Se puede expresar mucho con un apretón de manos, un beso o un abrazo. A lo largo de la historia, estos tipos de saludo se han utilizado para indicar amistad, finalizar una transacción empresarial o indicar devoción religiosa. Pero tocar a desconocidos también puede traer consigo consecuencias compartidas menos ventajosas, como brotes de enfermedades.
Conforme aumentan los miedos ante el COVID-19, Francia ha pedido a sus ciudadanos que dejen de darse besos en las mejillas y están cerrándose tratos empresariales chocando los codos. Pero con historias que se remontan a hace miles de años, es probable que ambos tipos de saludos estén demasiado arraigados para detenerlos fácilmente.
Una teoría popular sobre el origen del apretón de manos es que comenzó como gesto de paz. Estrechar la mano demostraba que no sostenías un arma y moverlas arriba y abajo era una forma de asegurarte de que tu compañero no llevaba nada escondido bajo la manga. En el mundo antiguo, el apretón de manos aparece en jarrones, lápidas y losas en escenas de bodas, dioses cerrando tratos, guerreros jóvenes que parten a la batalla y la llegada de los muertos al más allá. En el canon literario, se remonta a la Ilíada y la Odisea.
La utilidad general del apretón de manos, usado en la amistad, el romance y los negocios por igual, dificulta su interpretación. «El apretón de manos sigue siendo una imagen popular en la actualidad porque también lo consideramos un tema complejo y ambiguo», escribe la historiadora del arte Glenys Davies en un análisis sobre su uso en el arte clásico.
En Estados Unidos, es probable que la popularidad del apretón de manos fuera impulsada por los cuáqueros del siglo XIX. En un esfuerzo por evitar la jerarquía y la posición social, descubrieron que el apretón de manos era una forma de saludo más democrática que hacer una reverencia o quitarse el sombrero. «En su lugar, los amigos ponen la práctica del apretón de manos, extendido a todo el mundo independientemente de su clase social, como todavía hacemos», escribe el historiador Michael Zuckerman.
Quizá su persistencia tenga una explicación científica. En un estudio de 2015, un equipo de investigadores de Israel grabó apretones de manos entre cientos de desconocidos y descubrieron que casi un cuarto de los participantes se olían las manos a continuación. Plantearon la teoría de que un apretón de manos podría usarse de forma inconsciente para detectar señales químicas y posiblemente como medio de comunicación, como hacen otros animales cuando se huelen.
El beso como saludo tiene una historia igualmente amplia. Se incorporó al cristianismo temprano y se usaba en ceremonias religiosas. «En su Epístola a los romanos, san Pablo dio a sus seguidores la instrucción de “saludarse con un beso sagrado”», escribe Andy Scott en el libro One Kiss or Two: In Search of the Perfect Greeting. En la Edad Media, se usaba un beso como señal de fidelidad y para sellar acuerdos como cambios de propiedad.
En la actualidad, uno o dos besos en la mejilla son un saludo estándar en gran parte del mundo. La palabra beso podría remontarse a los romanos, que tenían un término diferente para cada tipo de beso y llamaban a la versión cortés basium. En París, lo habitual son dos besos. En la Provenza puedes esperar tres y en el valle del Loira la costumbre son cuatro. El beso en la mejilla también es habitual en países como Egipto, donde la tradición son tres besos, y también en Latinoamérica y las Filipinas.
Se cree que durante la peste en el siglo XIV, la bise podría haberse abandonado y no se recuperó hasta 400 años después, tras la Revolución francesa. En 2009, la bise quedó en pausa temporal por la preocupación ante la gripe porcina. A finales de febrero, el ministro de Sanidad francés recomendó no darse besos conforme aumentaban los casos de coronavirus. «Se recomienda la reducción de los contactos sociales de naturaleza física. Eso incluye la práctica del beso », afirmó.
En su libro Don’t Look, Don’t Touch, la científica conductual Val Curtis, de la Facultad de Higiene y Medicina Tropical de Londres, afirma que un posible motivo de que el beso y el apretón de manos sean saludos es para indicar que se confía lo suficiente en la otra persona como para compartir gérmenes con ella. Por esto, la práctica puede ponerse o pasar de moda según los problemas de salud pública.
En un estudio de 1929, una enfermera llamada Leila Given escribió un artículo en el American Journal of Nursing lamentando la pérdida de los saludos tradicionales de la generación anterior en favor del apretón de manos. Advirtió que las manos «son agentes de transferencia bacteriana» y citó estudios anteriores que demostraban que un apretón de manos podía propagar gérmenes con facilidad. Como conclusión, recomendó que los estadounidenses se adaptaran a la costumbre china de la época, estrecharse la propia mano al saludar a un amigo. «Al menos así nuestras bacterias se quedarían en casa», escribió.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.