¿Cómo sobrellevan el coronavirus los residentes sin hogar del barrio de Skid Row?
Gran parte de los casi 5000 habitantes de este barrio de Los Ángeles vive en la calle. Con la notificación de los primeros casos de COVID-19, ¿estará lista la ciudad para lo que está por venir?
En Los Ángeles, las misiones proporcionan un apoyo fundamental a personas sin techo como las de Skid Row, una comunidad hacinada en la zona este de la ciudad estadounidense. El 21 de marzo se confirmó el primer caso de coronavirus en el barrio. Las mascarillas son una imagen cada vez más habitual, pero el distanciamiento social es difícil, sobre todo para las personas que hacen cola para comer.
Skid Row ha albergado a personas que viven al margen de la sociedad durante más de un siglo. Es un área de 50 manzanas en la zona este de Los Ángeles que alberga principalmente almacenes, viviendas sociales, hoteles de ocupación individual y tiendas de campaña. El nombre «Skid Row» viene de Seattle, que se encuentra a una hora al sur de la región agrícola de Washington donde me crié. Inicialmente se aplicaba a las comunidades madereras que había a lo largo de las vías de arrastre o skid roads, por donde se arrastraban los troncos para cargarlos en barcos en el puerto. Más adelante, en la época de la Gran Depresión, se convirtió en sinónimo de barrios pobres en Estados Unidos. Con unas 5000 personas, Skid Row de Los Ángeles es como una pequeña ciudad dentro de la metrópolis, una ciudad definida por las tiendas de campaña sobre las aceras.
El 31 de marzo, Skid Row notificó su primer caso de coronavirus cuando un empleado de Union Rescue Mission, una de las muchas organizaciones de ayuda sin ánimo de lucro de la comunidad, dio positivo. Esta semana se prevé un aumento de los casos de COVID-19 en toda la ciudad de Los Ángeles. A 5 de abril, el condado tenía 5940 casos confirmados y 132 fallecidos.
Durante los años 70, Los Ángeles suprimió gradualmente muchos hospitales psiquiátricos, dio el alta a personas ingresadas en centros a largo plazo y las envió a clínicas y centros de reinserción social o simplemente las abandonó, un problema que persiste. En esa misma época, muchos veteranos de la guerra de Vietnam que habían vuelto a Los Ángeles con enfermedades mentales y drogodependencia también se reunieron en Skid Row. Para muchos integrantes de la comunidad, las misiones y las organizaciones de voluntarios son piedras angulares y su único medio de supervivencia.
Un hombre escondido del mundo sentado frente a Midnight Mission, con un póster gigante tras él. La misión es una de las muchas que proporciona comida caliente a los residentes de Skid Row. Con el alto riesgo de infección por coronavirus, algunas organizaciones humanitarias solo dan comida en el exterior.
He pasado los últimos meses fotografiando Skid Row y a sus residentes (algunas de las personas más vulnerables de Los Ángeles) y me preocupa lo que podría pasar con la llegada del virus. Un estudio reciente calculaba que el coronavirus podría infectar a más de 2500 de las 60 000 personas sin hogar de Los Ángeles, de las cuales en torno a un 13 por ciento vive en Skid Row.
Aquí, la vida es manual y muy cercana. La gente vive hacinada y siempre socializa. Se intercambian o comparten comida, bebida, drogas, alcohol, dinero. Hacen cola codo con codo para recibir alimentos y otros objetos donados. Debido a la facilidad de transmisión del nuevo coronavirus, imagino que una persona infectada podría contagiar la enfermedad de inmediato y que avanzaría desenfrenada.
Un hombre que vive en Skid Row se balancea en su refugio improvisado.
Un sintecho yace en la acera frente a la Comisaría Central Comunitaria del Departamento de Policía de Los Ángeles, que está cerrada al público debido al coronavirus. Los delitos de la División Central, que incluye Skid Row, han aumentado en los últimos seis años. Aunque la tasa general de homicidios en Los Ángeles está bajando, la cantidad de víctimas indigentes está aumentando.
En las últimas semanas, he observado que la mayoría de la gente de Skid Row carecía de protección adecuada y no mantenía la distancia de seguridad. Pero ahora algunos llevan mascarillas, la mayoría hechas a mano. Stephanie Arnold Williams, que vende libros y cargadores de móvil en una esquina, ha empezado a tejer mascarillas con ropa vieja. Siempre tiene una amplia sonrisa mientras trabaja.
Fátima, que lleva cinco años viviendo en Skid Row, dice que nadie ha venido a explicarle los riesgos del coronavirus. Pero dice que, como musulmana, pide protección a un poder supremo. «Si rezas, Dios responde tus plegarias».
Raymond Joseph Burns ha vivido en este lugar de Crocker Street durante casi cinco años.
El viernes pasado, vi dos ambulancias que transportaban a cuatro personas expuestas o infectadas de la Union Rescue Mission. A varias manzanas de distancia, reconocí a Latoya Young, una mujer seropositiva de 38 años a la que había entrevistado hacía poco, dentro de una ambulancia con un tubo respiratorio bajo la nariz. Los paramédicos no me dejaron acercarme, pero la saludé asintiendo con la cabeza y le dije que volvería a verla pronto.
En el centro de Los Ángeles, los sintechos son conscientes de la pandemia.
En el centro de Los Ángeles, los sintechos son conscientes de la pandemia.
Algunas personas a las que fotografié me contaron que no les preocupa el coronavirus porque creen que tienen unos sistemas inmunitarios fuertes. Es como la gripe, me dijeron otras. Muchos habitantes son como Fátima, de 37 años, una mujer musulmana que lleva cinco años viviendo en Skid Row y que dice que ha puesto su destino en manos de Dios. «Rezar funciona», me dijo. «Si rezas, Dios responde tus plegarias».
Muchos residentes duermen en estructuras que han hecho ellos mismos, como este refugio de cartón. Otros se alojan en viviendas sociales, albergues sin afán de lucro o hoteles de ocupación individual.
Ron, que vive a pocas manzanas de Skid Row, usa una bandana a modo de mascarilla. El virus «me da miedo», me dice.
Un hombre al que conocí, Ron, llevaba un uniforme militar y cambiaba de un pie al otro con nerviosismo mientras hablaba. Me contó que vivía a pocas manzanas y minimiza el tiempo que pasa en Skid Row, pero ha venido a las misiones a buscar comida y medicación. Llevaba una bandana decorada a modo de mascarilla y me contó que tenía pensado ir a la tienda de excedentes militares para comprar un ventilador mecánico. «Llevo cinco o seis años en la calle», me dijo. «Este virus que circula por aquí me da miedo. Mucha gente no se lo toma en serio, pero si acaba contagiándose ya será demasiado tarde para hacer algo».
Este edificio dilapidado en South Hill Street solía marcar el límite occidental de Skid Row, pero ahora está a varias manzanas al oeste. El barrio, que se remonta a hace más de cien años y abarca 50 manzanas, ha disminuido un poco con el paso del tiempo.
Una tienda de campaña apoyada al pie de un árbol en South Hill Street, junto a la autopista 101. Muchas de las personas sin hogar de Los Ángeles prefieren vivir fuera de Skid Row, donde se sienten más seguras.
La Autoridad de Servicios para Personas sin Hogar de Los Ángeles, que coordina el alojamiento y otros servicios, ha abierto centros comunitarios donde la gente puede pasar la noche y ha proporcionado autobuses para trasladarla hasta allí. Ya han instalado una serie de servicios públicos y puntos de lavado de manos portátiles. Algunas misiones ofrecen duchas y la Red de Acción Comunitaria de Los Ángeles, un grupo de apoyo comunitario respaldado por la ciudad, ha establecido un ReFresh Spot, que ofrece instalaciones de lavandería, aseo y retretes las 24 horas.
Las palomas buscan migajas frente a Midnight Mission a la hora de comer.
Los recordatorios de una campaña presidencial interrumpida por la pandemia yacen en el suelo.
General Dogon, un organizador de la Red de Acción Comunitaria, es una especie de leyenda en Skid Row. Cuando hablamos con él, declaró que la respuesta oficial es insuficiente. «Es responsabilidad de la ciudad asegurarse de que las calles de Los Ángeles sean seguras y estén limpias para todo el mundo. Lo hacen en Beverly Hills y en el West Side, pero no en Skid Row», me contó. En esta zona, la lucha «no es solo contra el coronavirus. Siempre ha sido la lucha por la salud pública y la seguridad», concluyó.
Normalmente, siento la necesidad de fotografiar a personas que viven en los límites más duros de la sociedad. Me interesé por Skid Row tras mudarme a Los Ángeles hace unos años. Antes, trabajaba principalmente cubriendo temas vinculados a los conflictos fuera de Estados Unidos, en África central y septentrional, Latinoamérica y Oriente Medio. Entonces, cuando nació mi hija, Poppy, empecé a limitar el tiempo que pasaba lejos de casa.
La gente espera frente al ReFresh Spot, que ofrece a la comunidad instalaciones de lavandería, aseo y retretes las 24 horas.
La primera vez que pasé en coche por la comunidad, me sorprendió ver todas las tiendas y las personas hacinadas en las calles. Skid Row tenía una energía primaria que se parecía más a la República Democrática del Congo que a Estados Unidos, pero tardé un tiempo en estar listo para fotografiarla. Primero tenía que abordar el trastorno por estrés postraumático que me había causado mi trabajo anterior para conectar con los habitantes de Skid Row y comprender las fuerzas destructivas que habían conducido a muchos hasta aquí.
Un estudio reciente calculaba que 2500 de las 60 000 personas sin techo (un 13 por ciento de las cuales viven en Skid Row) podrían padecer la COVID-19.
En Skid Row, la gente vive muy cerca. Antes se prohibían las tiendas de campaña en la ciudad durante el día, pero a mediados de marzo se decidió permitir mantener las tiendas de campaña montadas para limitar la propagación del virus.
Al principio, caminé por la zona con miembros conocidos de la comunidad. La visité varias veces por semana, a veces durante días enteros, porque enseñar la cara era importante. Algunas de las calles son bastante duras, pero la gente (sobre todo los traficantes de droga) no parecía preocupada por que pudiera ser un policía o tuviera segundas intenciones. Mientras trabajaba, intenté mantener las distancias y dejar que la gente se acercara a mí.
He fotografiado Skid Row durante el tiempo suficiente para ver caras conocidas cada vez que vuelvo. En todo el tiempo que he trabajado Estados Unidos, es la primera vez que siento este vínculo con una comunidad, un lugar cuyos habitantes hacen lo que pueden por cuidarse los unos a los otros independientemente de lo rotos que estén.
Michael Christopher Brown ha sido fotógrafo colaborador de National Geographic desde 2005. Nació y se crió en Skagit Valley, una comunidad agrícola del estado de Washington, y ahora vive en el este de Los Ángeles, a un breve viaje en coche de Skid Row. Síguelo en Instagram y visita su página web.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.