«Nos tratan como a perros callejeros»: los trabajadores migrantes huyen de las ciudades de la India
La pandemia de coronavirus ha dejado a muchas de las personas más pobres de la India sin trabajo, comida ni medios para volver a casa.
Los trabajadores migrantes se suben a un camión que los llevará hacia su aldea a las afueras de Lucknow.
Junto a la carretera de Barabanki, a las afueras de Lucknow —la capital del estado más grande de la India, Uttar Pradesh—, dos hombres duermen bajo un árbol una mañana de primavera. Uno de ellos yace sobre una manta desgastada negra con rayas de colores; el otro, sobre un saco de arpillera blanco cerca de unas bicicletas a las que han atado sus petates. No muy lejos duermen otros tres hombres de la misma forma precaria. Tienen la ropa y el pelo llenos de arena y la piel perlada del sudor del viaje.
Habían abandonado Jaipur el 15 de abril, un día después de que el primer ministro indio Narendra Modi anunciara que el confinamiento nacional por el coronavirus se extendería hasta el 3 de mayo, para intentar llegar en bicicleta a Gopalganj, en Bihar, a unos 965 kilómetros.
Cuando el gobierno indio anunció el confinamiento en todo el país a finales de marzo, el servicio ferroviario se suspendió y las estaciones de tren, como esta de Lucknow, están más vacías de lo normal.
En mayo, tras seis semanas de confinamiento, el gobierno empezó a organizar trenes para trasladar a los trabajadores migrantes a sus casas. En la foto, un grupo de hombres hace cola en una estación de tren de Lucknow para que les hagan un chequeo médico antes de subir.
La gente espera el autobús en la estación de tren de Lucknow. Se estima que 139 millones de personas, la mayoría procedentes de zonas rurales, trabajan a cambio de jornales en las ciudades de la India, normalmente en la economía sumergida.
Los cinco hombres compartían habitaciones alquiladas en Jaipur, donde trabajaban como obreros a cambio del equivalente a tres o cuatro euros al día. A pesar de haber perdido sus empleos, se quedaron allí durante el confinamiento inicial de marzo, tal y como ordenó el gobierno. Cuando se extendió, decidieron volver a casa por miedo a quedarse sin comida. (El confinamiento ya se ha extendido hasta el 31 de mayo.)
Los hombres solo llevaron consigo lo que les cabía en la parte trasera de las bicicletas. Recorrieron casi 600 kilómetros en cinco días, viajando también de noche, hasta que estuvieron demasiado agotados para continuar. «Dormimos solo dos noches», dijo Umesh Kumar, que trabajaba de albañil en Jaipur. «Llevamos alimentos secos y por el camino compramos pepinos y nos los comimos».
Dharmendra (el que viste de negro) caminó casi 320 kilómetros desde Agra a Bahraich después de que el gobierno indio impusiera el confinamiento por el coronavirus en marzo. Sus compañeros y él intentaron hacer autoestop, pero los camioneros temían contraer el virus si les dejaban subir.
Kumar es uno de entre los casi 139 millones de migrantes internos que trabajan a cambio de jornales en las ciudades indias. Muchos de ellos son agricultores que se han convertido en jornaleros para pagar deudas o ganar dinero para poder comprar semillas o equipo agrícola. A menudo trabajan en la economía sumergida, desprotegida por parte de los sindicatos y los políticos, y sus salarios y prestaciones quedan a merced de sus patrones. Cuando empezó el confinamiento, millones de personas se quedaron atrapadas y sin empleo.
Desde finales de marzo, cuando el gobierno cerró las fronteras y suspendió el transporte público, cientos de miles de trabajadores migrantes han abandonado las ciudades pese al miedo a encontrarse con la policía, quedarse sin comida o agua o sucumbir al calor abrasador. Han caminado, viajado en bici o hecho autoestop a lo largo de la única ruta que conocen: las vías del tren. Padres llevando a hombros a sus hijos, mujeres llevando sus posesiones sobre la cabeza, personas agachadas en camionetas hacinadas, todas decididas a encontrar el camino de vuelta a casa.
En la estación de tren de Lucknow, los trabajadores migrantes miran por la ventana de un tren organizado por el gobierno estatal para trasladarlos a sus pueblos en mayo.
Un joven espera a que su tren salga de la estación de tren de Lucknow. Cuando el gobierno indio impuso el confinamiento en marzo, millones de trabajadores migrantes se quedaron atrapados sin trabajo, comida ni forma de volver a casa.
Los autoestopistas esperan junto a una carretera a que alguien se ofrezca a llevarlos hacia sus aldeas cerca de Chakeri. Algunos migrantes han recorrido más de 965 kilómetros a pie.
«No había trabajo ni comida», contó Amit Kumar, un trabajador migrante de 23 años procedente de Bihar. Pagó unos 18 euros a un camionero —equivalente al salario de cuatro días— para poder viajar con otras 108 personas en la parte trasera del vehículo desde Aligarh, en Uttar Pradesh, a Patna, capital de Bihar. Pero la policía interceptó el camión y puso en cuarentena a los pasajeros en un centro de aislamiento de Lucknow.
«Fue una estrategia muy práctica para caminar hasta casa», dijo Benoy Peter, director ejecutivo del Centro de Migración y Desarrollo Inclusivo de Kerala. «Tenían que ir a casa porque eso significa tener un techo sobre sus cabezas, comida y el consuelo de una comunidad».
Sin embargo, las condiciones suelen ser inseguras durante el viaje. Cada día aparecen noticias sobre trabajadores migrantes que mueren en la carretera. El 8 de mayo, 19 personas fueron arrolladas por un tren de mercancías; según los testigos, estaban tan agotadas de caminar que habían dormido sobre las vías y no escucharon el silbato del tren. Una semana después, en Auraiya, Uttar Pradesh, una colisión de dos camiones que transportaban a trabajadores migrantes se saldó con 27 víctimas.
Los migrantes han pagado a camioneros para que los transporten a sus casas en el campo. A mediados de mayo se produjo una colisión entre dos camiones que transportaban a trabajadores migrantes en Uttar Pradesh. Murieron 27 personas.
Como las estaciones de autobuses y los centros de cuarentena estaban llenos de inmigrantes, el 1 de mayo el gobierno empezó a trasladar a algunos a sus casas en trenes especiales y declaró en un comunicado que esos trabajadores mantenían el distanciamiento social y se les ofrecía agua y comida gratuitas. Krishna Mohan Kumar, que trabaja para una empresa textil, cuenta que pagó unos 10 euros —más del salario de un día— para volver a Patna desde Kolhapur, en Maharastra, en un tren del gobierno. Pero durante ese viaje, Mohan dice que los dejaron a su suerte para pelearse por la comida y procurarse su propia agua.
«Durante el trayecto, las autoridades dejaron los paquetes de comida y agua cerca de la entrada y todos se abalanzaron para coger lo suyo», contó. «Cuando nos quedamos sin agua, nos bajamos y la cogimos de masas de agua cercanas». Mohan grabó un vídeo en el que se veían pasajeros saltando del tren con botellas e intentando llenarlas antes de que empezara a moverse de nuevo.
«En las ciudades nos tratan como a perros callejeros», dijo Mohan. «¿Por qué iban a tratarnos mejor ahora?».
Un hombre y una mujer circulan por una calle vacía en Faizabad durante el confinamiento nacional. Actualmente, la India ha registrado más de 110 000 casos de coronavirus y casi 3500 fallecidos.
La próxima crisis de las zonas rurales
Cuando los trabajadores migrantes lleguen a sus casas, los problemas no harán más que empezar. Casi dos tercios de los 1400 millones de habitantes de la India viven en zonas rurales, que atraviesan muchas dificultades económicas. A las sequías consecutivas de 2014 y 2015 le siguió la crisis de efectivo de 2016, cuando el gobierno prohibió de repente el 80 por ciento de los billetes en circulación para intentar acabar con la corrupción.
Las tasas de suicidio en las zonas rurales son elevadas: Según la Oficina Nacional de Registros Criminales, 10 349 agricultores se suicidaron en 2018, una media de más de 28 muertes al día. La actual llegada de trabajadores migrantes solo agravará la situación: según la Organización Internacional del Trabajo, la pandemia podría sumir aún más en la pobreza a 400 millones de trabajadores informales de la India.
Un hombre monta guardia en un bungaló con una mascarilla para protegerse de la COVID-19.
Los trabajadores sanitarios rocían desinfectante en las calles después de descubrir casos de COVID-19 en esta zona densamente poblada de Lucknow.
Hasta que los detuvo la policía, estos 109 trabajadores migrantes viajaron de pie durante 12 horas en la parte trasera de un camión para llegar a sus casas en Bihar. La policía los trasladó a un centro de cuarentena en Lucknow, un espacio que normalmente se usa para actos religiosos.
«El confinamiento y el regreso de los trabajadores migrantes crearán una gran reserva de desempleados en zonas rurales. Los jornaleros sin tierras y los trabajadores eventuales son los más vulnerables. Sus familias son vulnerables», explicó Jean Drèze, economista belga especializado en el desarrollo de la India y experto en seguridad alimentaria y hambrunas.
A 6 de mayo, la tasa de paro en la India rural se situaba en un 24,3 por ciento respecto al 16 por ciento del mes de abril. Ante la crisis migratoria, el gobierno aumentó en 24 céntimos la paga diaria conforme a la Ley nacional de Garantía del Empleo Rural Mahatma Gandhi —el mayor programa antipobreza y de garantía del empleo del mundo— de 2,17 euros a 2,41 euros e invirtió 4725 millones de euros para generar empleo. La ley garantiza a cada hogar rural al menos 100 días de trabajo manual no especializado al año y ha sacado a muchas familias rurales de la pobreza desde su aprobación en 2006.
Reparto de raciones de comida en Lalganj, la India. El gobierno ha anunciado un paquete de ayudas de cinco kilogramos de arroz por persona que viva bajo el umbral de la pobreza.
Pero como el trabajo que ofrece la ley es principalmente de urbanización, irrigación y cultivo, suele alcanzar su pico durante mayo y junio, antes del comienzo de la temporada del monzón. «Por eso el confinamiento llegó en el peor momento posible», afirma Dreze.
El gobierno ha anunciado un paquete de medidas fiscales de 242 000 millones de euros para estimular la economía que incluye 421 millones de euros para proporcionar comida a casi 80 millones de trabajadores migrantes durante dos meses. También duplicará la cantidad de grano que se distribuye dentro del Sistema de Distribución Pública (PDS, por sus siglas en inglés), un programa de subvenciones alimentarias para personas pobres puesto en marcha en 1947. Sin embargo, se estima que aproximadamente un millón de personas que carecen de comida no la obtendrán del PDS. Algunas no cuentan con la documentación adecuada para conseguir una cartilla de racionamiento, ya que estas son específicas de cada barrio. Cuando las mujeres se casan o se mudan a otra zona, por ejemplo, pierden sus raciones si sus cartillas no se transfieren a su nueva dirección.
Dos hombres duermen bajo los árboles junto a la carretera de Barabanki, en Lucknow, tras haber recorrido casi 600 kilómetros en bicicleta durante cinco días. Son trabajadores migrantes en Jaipur y les preocupaba quedarse sin comida si permanecían en la ciudad. La distancia total hasta sus hogares, en Bihar, es de casi 965 kilómetros.
El gobierno indio ha permitido que los trabajos agrícolas continúen pese al confinamiento. En la foto, vemos a dos personas que trabajan junto a una trilladora de trigo. Muchas personas se convierten en jornaleras urbanas para ganar dinero y poder comprar equipo agrícola en sus aldeas.
«Si el gobierno no amplía el PDS y genera más empleo con la ley nacional de garantía de empleo rural (MGNREGA) cuanto antes, tendremos una ola de pobreza extrema en las zonas rurales», dijo Dreze.
Y eso ni siquiera tiene en cuenta el coronavirus. India ha superado a China en casos de COVID-19, con más de 150 000 a 27 de mayo. Desde el 1 de mayo, cuando los trenes especiales empezaron a trasladar a la gente a sus aldeas, los estados que albergan la mayor cantidad de trabajadores migrantes registraron un repunte de los casos de COVID-19. Los hospitales rurales de la India solo cuentan con un tercio de las camas del país —unas 3,2 camas por cada 10 000 habitantes— y no están preparados para gestionar un brote.
«La crisis rural aún está por venir», señaló Peter. «Llegará en las próximas semanas y podría ser catastrófica».
La autora Nilanjana Bhowmick es periodista en Nueva Delhi y su trabajo se centra en la política y el empoderamiento femenino. La fotoperiodista Saumya Khandelwal, también en Nueva Delhi, se centra en temas de género y medioambiente.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.