El ADN antiguo revela pistas sobre los orígenes de los manuscritos del Mar Muerto
El análisis genético revela qué animales se usaron para los pergaminos e información sobre su procedencia.
Un equipo de investigadores extrajo ADN animal de los fragmentos de 2000 años de antigüedad, como estos del libro de Isaías en la Biblia hebrea.
Los 25 000 fragmentos de pergamino antiguo que forman los famosos manuscritos del Mar Muerto son uno de los rompecabezas más abrumadores del mundo. Los expertos han pasado décadas intentado unir laboriosamente los fragmentos de 2000 años de antigüedad, la mayoría de los cuales se descubrieron en las décadas de 1940 y 1950 en 11 cuevas cerca de Qumrán, a orillas del mar Muerto.
Ahora, un equipo de investigadores israelíes, suecos y estadounidenses ha aplicado análisis genéticos avanzados al material, un pergamino hecho de pieles de animales. Sus hallazgos, publicados el martes en la revista Cell, demuestran que al menos parte del material procedía de otras partes de la región, no de Qumrán.
La cueva 4, que vemos en lo alto de los barrancos del parque nacional de Qumrán en Cisjordania, fue la «mina de oro» de los manuscritos del Mar Muerto. Contenía unos 600 manuscritos, divididos en más de 10 000 fragmentos.
La cueva 11, descubierta por los beduinos en 1956, albergaba los últimos manuscritos del Mar Muerto descubiertos hasta la fecha. Se descubrieron los restos de unos 30 manuscritos, entre ellos el rollo más largo, el Rollo del Templo.
También apuntan a que los judíos de la época se preocupaban menos por la redacción exacta de los antiguos textos religiosos que los judíos y los cristianos posteriores.
Pero lo que más entusiasma a los expertos es la posibilidad de utilizar el ADN antiguo para encajar las piezas, algunas de las cuales solo contienen unas pocas letras.
«Hay muchos fragmentos de los manuscritos que no sabemos cómo conectar y si unimos mal las piezas, podemos cambiar drásticamente la interpretación de cualquier manuscrito», indicó el genetista Oded Rechavi de la Universidad de Tel Aviv, que dirigió la investigación.
A partir de pequeñas muestras extraídas de dos fragmentos de pergamino, por ejemplo, el equipo determinó que dos trocitos considerados parte de un manuscrito del libro de Jeremías no guardaban relación, ya que uno estaba hecho de piel de oveja y el otro, de vaca.
«El análisis del texto de los fragmentos de Jeremías sugiere que no solo pertenecen a rollos diferentes, sino que también representan versiones diferentes del libro profético», dijo Noam Mizrahi, experto bíblico de la Universidad de Tel Aviv. «El hecho de que los rollos que textualmente son los más divergentes también estén fabricados con especies de animales diferentes indica que tienen un origen distinto».
Los investigadores analizaron muestras diminutas de los fragmentos de los pergaminos. Estos son del libro bíblico de Jeremías.
Los manuscritos —escritos entre el siglo II a.C. y el siglo II d.C.— incluyen textos bíblicos y una gran variedad de himnos, oraciones y obras apocalípticas. Estaban escondidos en tarros en unas cuevas cerca de Qumrán, que albergaba a los esenios, una secta judía asceta.
En un principio, los arqueólogos creían que los manuscritos habían sido producidos por los escribas que vivían en la comunidad de Qumrán. En cambio, ahora muchos académicos consideran que eran una colección de documentos escritos principalmente en Jerusalén y en otros lugares de Judea.
Todos salvo dos de los 26 fragmentos analizados estaban hechos de piel de oveja. De hecho, los investigadores consiguieron distinguir la firma genética de diferentes rebaños de oveja. Algunas de las escrituras que presentan un estilo similar se hicieron en las pieles de animales de ADN similar.
«Se ha dudado de la existencia de esta práctica escribanil en Qumrán, pero no cabe duda de que este hallazgo la respalda», indicó Sidnie Crawford, experta bíblica en la Universidad de Nebraska en Lincoln que no participó en el estudio. Gracias a dichos descubrimientos podrían comprenderse mejor las muchas sectas judías de aquella época tumultuosa que llegó a su fin cuando los romanos reprimieron una revuelta judía en el año 70 d.C.
Pnina Shor, que ha dirigido la unidad de los manuscritos del Mar Muerto de la Autoridad de Antigüedades de Israel durante los últimos diez años, declaró que el análisis del ADN antiguo complementará la labor de las universidades israelíes y alemanas para crear algoritmos informáticos que determinen el lugar indicado de cada fragmento.
«Esto nos permitirá utilizar enfoques diferentes para este rompecabezas», añade. «Y este estudio es solo el principio».
Andrew Lawler es periodista y ha escrito sobre las polémicas excavaciones bajo Jerusalén y la búsqueda de la colonia de Roanoke para National Geographic.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.