Ante la reapertura de los museos, puede que cambie nuestra forma de ver los tesoros que albergan
Conforme los museos europeos salen del confinamiento, los visitantes experimentan momentos únicos de paz en la «nueva normalidad».
Las tres Gracias de Antonio Canova (1812-1817) en una rotonda vacía de la Galleria d’Italia, en Milán. Las fotografías se sacaron a finales de abril y principios de mayo de este año, cuando los museos de Italia cerraron por el confinamiento. Capturan una soledad única y efímera que muchos visitantes buscan en los museos.
A las nueve de una reciente mañana de junio, Peter Campbell aguardaba en la entrada del famoso Museo Nacional de Arqueología de Nápoles. Aunque el museo llevaba varias semanas reabierto oficialmente desde que Italia levantó el confinamiento y en circunstancias normales puede recibir miles de visitantes al día, los minutos pasaban mientras el gran edificio de color salmón seguía cerrado. Llegó una pareja. Quince minutos después, las puertas se abrieron para revelar a un guardia visiblemente sorprendido por los visitantes que esperaban.
La visita de Campbell era de especial urgencia. El arqueólogo estadounidense de la British School at Rome abandonaría Italia en pocas semanas para ocupar un nuevo puesto en el Renio Unido. Mientras muchos napolitanos encerrados salían del confinamiento en busca de playas y aire fresco, él volvió a un espacio cerrado para pasar un tiempo a solas con los tesoros del museo reabierto.
Campbell se dirigió directamente a la Colección Farnesio del museo, considerada una de las mejores colecciones de estatuas grecorromanas del mundo. «El simple hecho de tener la oportunidad de estar solo en la habitación con las estatuas y admirarlas fue bastante especial», recuerda, describiendo la experiencia como «evocadora».
En la Galleria dell’Accademia de Florencia, que alberga el David de Miguel Ángel, la escultura de Juan de Bolonia del siglo XVI, Rapto de las Sabinas, proyecta su sombra en una galería de obras religiosas, entre ellas La trinidad y los santos Benedicto y Giovanni Gualberto (1472), en primer plano.
El David de Donatello (1440) en el Museo Bargello de Florencia.
El Oceanus de Juan de Bolonia (1585) observa a Il pescatorello (Vincenzo Gemito, 1874) en el Museo Bargello.
Los museos europeos están reabriendo, pero poco a poco, con medidas de distanciamiento social, chequeos de temperatura y aforo limitado. En algunos museos, las visitas son casi un cuarto de lo normal. Como experiencia para los visitantes, tener una galería para uno solo —o al menos sin un pelotón de palos selfi a tu alrededor— puede ser trascendental. Con todo, para los administradores de los museos preocupados por la asistencia, la interacción y, sobre todo, la seguridad, es una época incierta.
Pensemos en el distanciamiento social. Según el tamaño y el diseño de un museo, mantener a la gente a dos metros podría reducir la cantidad de visitantes de un 20 a un 50 por ciento del aforo máximo del edificio, señala Julia Pagel, secretaria general de la red de organizaciones de museos NEMO, un grupo que representa a más de 30 000 museos de Europa.
Los moldes de yeso de esculturas del siglo XIX, que antes se utilizaban para enseñar arte a los estudiantes, se disponen sobre las paredes de la Gipsoteca Bartolini en la Galleria dell’Accademia de Florencia.
Para algunos museos —sobre todo las instituciones privadas más pequeñas—, la reducción de los ingresos por las entradas puede poner en peligro su existencia. Según un informe del Consejo Internacional de Museos, más de una décima parte de los museos del mundo indican que podrían verse obligados a cerrar de forma permanente.
Pagel afirma que el panorama para los museos europeos parece algo más positivo que las proyecciones del informe de la organización, pero no por mucho. Se prevé que el turismo internacional descienda entre un 50 y un 70 por ciento este año, y sin turistas internacionales —en 2019, 63 millones de turistas internacionales visitaron Italia— los repositorios culturales más grandes del continente pierden cientos de miles de euros cada semana.
El martirio de santa Úrsula de Caravaggio (1610) expuesto en la Galleria d’Italia de Nápoles.
Un guardia de seguridad en la Sala del Peregrino de Santa Maria della Scala, Siena.
El icónico David de Miguel Ángel (1504) proyecta su sombra en la Galleria dell’Accademia de Florencia.
Una representación del siglo I d.C. del emperador romano Vespasiano frunce el ceño en primer plano a la izquierda en la Colección Farnesio del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
«La pandemia aún no ha terminado», afirma Pagel. «Los museos están perdiendo mucho dinero y seguirán haciéndolo incluso después de reabrir».
Esta situación obliga a los museos a desentrañar cómo serán ese éxito y ese impacto, más allá de la métrica tradicional del número de visitantes. ¿Cambiará la pandemia la forma en que los museos interactúan con las audiencias digitales internacionales, por ejemplo, o con las comunidades locales que normalmente están separadas del destino cultural que tienen a la vuelta de la esquina? ¿Es el enriquecimiento cultural algo que posponer hasta que salvemos el mundo, o se trata de un medio para salvarnos?
Lo que sí se sabe es que aquel día de junio de la semana pasada, menos de dos meses después de que Italia resurgiera del confinamiento por el coronavirus y pocas semanas después de la reapertura del Museo Arqueológico Nacional, Peter Campbell supo que tenía que ir temprano para visitar la Colección Farnesio solo. Porque, conforme transcurría el día, los admiradores —como siempre— regresaron.
Reportaje encargado por Cortona On The Move, un festival internacional de narrativa visual, en colaboración con Intesa Sanpaolo, para The COVID-19 Visual Project.
Paolo Woods y Gabriele Galimberti trabajan como fotógrafos en Italia. Su historia sobre la vida y el legado de Leonardo da Vinci se publicó en el número de mayo de 2019 de la revista National Geographic.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.