Hallan nuevos fragmentos de los manuscritos del mar Muerto durante una misión de «rescate»

Los textos bíblicos descubiertos durante una expedición israelí de varios años han llegado a los titulares, pero los arqueólogos están entusiasmados por una cesta intacta de la Edad de Piedra.

Por Kristin Romey
Publicado 18 mar 2021, 12:26 CET
Fragmentos de los manuscritos del mar Muerto

Los primeros fragmentos de los manuscritos del mar Muerto descubiertos en más de 50 años fueron encontrados en la que los arqueólogos llaman la «cueva de los Horrores».

Fotografía de Shai Halevi, Autoridad de Antigüedades de Israel

Los primeros fragmentos de los manuscritos del mar Muerto descubiertos en más de medio siglo y la que posiblemente sea la cesta intacta más antigua han sido algunos de los hallazgos de una expedición plurianual para impedir el saqueo de cuevas remotas en el desierto de Judea, según anunció esta semana la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI).

En muchos casos, los arqueólogos han tenido que descender decenas de metros por barrancos y excavar entre montones de guano de murciélagos y aves para descubrir artefactos que podrían ser el blanco de saqueadores en la región árida y escasamente poblada de la orilla occidental del mar Muerto.

«Durante años, hemos perseguido a los saqueadores de antigüedades. Finalmente, decidimos prevenir los saqueos antes de que [los objetos] fueran robados del suelo y las cuevas», explicó Amir Ganor, director de la unidad antirrobo de la AAI, en un vídeo publicado con el comunicado de prensa.

El proyecto en curso, que se puso en marcha en octubre del 2017, ya ha estudiado unas 600 cuevas en un tramo de 72 kilómetros de barrancos del desierto en una región que abarca tanto Israel como el Área C de la Cisjordania ocupada, donde Israel mantiene el control militar y civil.

Aunque en general el derecho internacional prohíbe la excavación arqueológica en territorios ocupados, el gobierno israelí sostiene que tiene derecho a emprender operaciones de rescate de emergencia cuando el destino del patrimonio cultural está en peligro.

El fin último del proyecto es catalogar todas las cuevas que salpican los barrancos del desierto de Judea y documentar cuáles contienen material arqueológico. Aunque esto beneficiará a todos los arqueólogos que trabajan en la región, también permitirá que la unidad antirrobo de la AAI se concentre en yacimientos que podrían ser especialmente vulnerables a los saqueos.

«Sabemos exactamente dónde hay posibilidades de encontrar [artefactos] y dónde pueden excavar los saqueadores, pero no encontrar nada. Así que nos ayuda mucho», afirma Eitan Klein, vicedirector de la unidad antirrobo, que señala que más del 50 por ciento de las cuevas documentadas hasta ahora no contienen material arqueológico.

La «cueva de los Horrores»

Los fragmentos de los manuscritos se encontraron en la Cueva 8 en el wadi, o cañón, de Nahal Hever durante las excavaciones llevadas a cabo a finales del 2019 y principios del 2020. La Cueva 8 es conocida como la «cueva de los Horrores», después del hallazgo de los restos de 40 adultos y niños durante excavaciones a principios de la década de 1960. Se cree que eran víctimas judías que se escondían de las fuerzas romanas durante la rebelión de Bar Kojba en el 132-135 d.C. La entrada de la cueva se encuentra a más de 75 metros de la cima de un barranco y es probable que en tiempos antiguos accedieran a ella con escaleras de cuerda.

Los arqueólogos especializados de la división antirrobo de la AAI descendieron más de 75 metros por un barranco para acceder a la cueva de los Horrores. En tiempos antiguos, es probable que la gente accediera a las cuevas con escaleras de cuerda.

Fotografía de Emil Aladjem, Autoridad de Antigüedades de Israel

Los casi 20 fragmentos de pergamino pertenecen al denominado libro de los 12 o libro de los profetas menores, partes del cual fueron descubiertas en Nahal Hever por un beduino local y vendidas en Jerusalén a principios de la década de 1950. A principios de la década de 1960 se pusieron en marcha expediciones arqueológicas a la cueva de los Horrores para encontrar más retazos de los manuscritos, que datan de finales del primer siglo antes de Cristo.

Al igual que otros fragmentos del libro de los profetas menores de Nahal Hever, dos escribas diferentes redactaron en griego los nuevos fragmentos del manuscrito, señala Oren Ableman, investigador de la unidad de los manuscritos del mar Muerto de la AAI. La textura del pergamino también es similar e incluso idéntica a fragmentos previos que pertenecen al manuscrito.

El libro de los profetas menores incluye 12 obras proféticas que aparecen en la Biblia judía y en el Antiguo Testamento cristiano. Hasta la fecha, los investigadores han descifrado 11 líneas de los nuevos fragmentos del manuscrito, entre ellas versos de Nahum, que profetiza la destrucción de la capital asiria de Nínive en el siglo VII a.C., y Zacarías, que prevé la reconstrucción del Templo en Jerusalén después del exilio babilónico en el siglo VI a.C.

Aunque los fragmentos del manuscrito no pertenecen a las versiones más antiguas que se conocen de los profetas menores, que datan de siglos antes, son «fascinantes e importantes», afirma Christopher Rollston, profesor de idiomas y literaturas semíticas del noroeste en la Universidad George Washington.

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    Los arqueólogos Hagay Hamer y Oriah Amichai tamizan los sedimentos para encontrar objetos diminutos a la entrada de la cueva de los Horrores.

    Fotografía de Eitan Klein, Autoridad de Antigüedades de Israel

    «Casi cada vez que se encuentra un nuevo fragmento de un texto bíblico en hebreo, arameo o griego, los nuevos fragmentos arrojan una luz nueva y crucial sobre los antiguos escribas, los antiguos copistas y las antiguas tradiciones textuales de la Biblia», afirma.

    Rollston señala que lo más importante es que, aunque los fragmentos del manuscrito incluyan versos de la Biblia hebrea escritos en griego, las referencias al nombre de Dios están escritas en un alfabeto paleohebreo arcaico, que sirve de recordatorio textual de que no se debe mencionar en alto el nombre divino.

    Originalmente, el tercer mandamiento de la Biblia hebrea en Éxodo 20:7 señala que no se debe tomar el nombre en vano. «Prohíbe decirlo de forma casual y descuidada», explica Rollston.

    Pero para el periodo del Segundo Templo (597 a.C.-70 d.C.), añade que «las personas decidieron que la mejor forma de evitar romper ese mandamiento era no mencionar en absoluto el nombre divino».

    Este no es el primer ejemplo de escribas antiguos que utilizan el hebreo arcaico en versiones griegas de la Biblia hebrea para imponer la prohibición de mencionar el nombre de Dios, pero cada nuevo fragmento de pruebas físicas refuerza la antigüedad de la prohibición. «El hecho de que se trate de forma distinta en estos manuscritos es una evidencia muy importante de ello», afirma Rollston.

    Durante el proyecto, que sigue en marcha, también descubrieron los restos de un niño enterrado en la cueva de los Horrores hace unos 6000 años.

    Fotografía de Emil Aladjem, Autoridad de Antigüedades de Israel

    Otros descubrimientos recientes en la cueva de los Horrores incluyen un conjunto de monedas de la época de la rebelión de Bar Kojba, así como sandalias, peines para piojos y puntas de flecha de ese periodo.

    A los arqueólogos les sorprendió un hallazgo aún más antiguo en una fosa poco profunda contra la pared de la cueva: el cuerpo parcialmente momificado de un niño pequeño, colocado de costado y amortajado cuidadosamente. La datación de los restos con carbono radioactivo reveló que el niño falleció hace unos 6000 años.

    Cesta vacía y grandes dudas

    Aunque los fragmentos de los manuscritos del mar Muerto son los primeros descubiertos en más de 50 años, arqueólogos de todo el mundo están hablando de un precedente aún mayor: la que podría ser la cesta intacta más antigua del mundo, trenzada hace unos 10 500 años.

    La cesta vacía se descubrió durante las excavaciones de la Cueva 4 en Wadi Muraba’at, a unos 16 kilómetros al norte de la cueva de los Horrores en la Cisjordania ocupada. Se había trenzado con material vegetal e incluso cuenta con una tapa intacta, preservada por el calor extremo y la aridez de la región. La cesta es muy grande, con una capacidad de aproximadamente 114 litros. Un estudio inicial indica que la fabricaron dos personas y que una de ellas era zurda. Los investigadores esperan que el análisis de la pequeña cantidad de tierra hallada en el fondo de la cesta revele cuál fue su contenido.

    La cesta de 10 500 años se descubrió intacta, pero vacía. El futuro análisis podría revelar qué contuvo el antiguo recipiente, que tenía una capacidad para unos 114 litros.

    Fotografía de Yaniv Berman, Autoridad de Antigüedades de Israel

    «No es ni de lejos la cesta más antigua ni la primera cesta descubierta [por los arqueólogos]», afirma Bill Finlayson, director de proyecto del programa de Arqueología Amenazada en Oriente Medio y el norte de África en la Universidad de Oxford. «Las otras están aplanadas o aplastadas o solo quedan fragmentos». Señala que otras evidencias de cestas antiguas son las huellas que ha dejado su trenzado en los sedimentos.

    «Esta es la primera vez que hemos visto una en 3D, por así decirlo», añade Finlayson.

    La cesta pertenece a un periodo que los arqueólogos llaman Neolítico precerámico B (PPNB, por sus siglas en inglés), una época importante entre hace 10 950 y 8900 años, cuando los habitantes de las zonas de Oriente Próximo empezaron la transición de la caza y la recolección y aparecieron algunas de las primeras aldeas agrícolas.

    «Ni siquiera tenían cerámica. Solo experimentaban con la agricultura», afirma Edward Banning, arqueólogo de la Universidad de Toronto. «Sin embargo, vivían en grandes aldeas en una sociedad bastante compleja».

    Aunque los cultivos requerirían almacenes para extender los alimentos más allá de las temporadas de cultivo, la mayoría de los yacimientos del PPNB tienen fosas de almacenamiento relativamente pequeñas, indica Banning.

    «Siempre hemos asumido que debían de almacenar las cosas en cestas, pero no encontrábamos las cestas», afirma, describiendo el hallazgo como «increíble».

    A Banning le desconcierta por qué dejaron esta cesta en una cueva cerca del mar Muerto hace unos 10 000 años, probablemente lejos de las tierras altas más fértiles del oeste, donde cultivaban su comida los aldeanos del PPNB. Propone que una posibilidad es que los pueblos neolíticos hubieran cosechado sal para comerciar.

    «Está preservada a la perfección y la gente la estudiará durante años», añade.

    Finlayson señala cómo el trenzado complejo de la cesta no solo es funcional, sino que también habría sido estético para sus fabricantes y dueños neolíticos.

    «No es excesivamente sorprendente, en realidad. Es solo la escasez de restos orgánicos de este periodo, que hace que casi nos olvidemos de lo mucho que tenían».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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