Orgullo LGBTIQ: cinco décadas de reivindicación
Aún a día de hoy, al bucear por las cifras de la homofobia y la transfobia, el siglo XXI parece viajar hacia atrás en el tiempo: 173 países aún prohíben casarse con alguien del mismo sexo, 22 estados cuentan con ‘leyes morales’ contra homosexuales y, de los 72 países que persiguen el amor según el género con quien se practique, ocho lo hacen con la pena de muerte.
Un día como hoy de 1994, una bandera color arcoíris de más de un kilómetro y medio de largo se expuso en el Orgullo de Nueva York para conmemorar los 25 años de la Revuelta de Stonewall, el primer catalizador del movimiento por los derechos LGTBIQ+. La historia del mundo se cuenta en los libros, pero la historia LGTBIQ+ no se cuenta en ningún sitio.
Pocos eran los locales que en los años 60 acogían abiertamente a personas homosexuales y las redadas policiales contra pubs como el Stonewall eran algo habitual. Sin embargo, el levantamiento social que provocó esta opresión fue el germen de la lucha mundial por los derechos LGTBI.
A modo de conmemoración, el primer desfile del Orgullo tuvo lugar un año más tarde y vistió con marchas reivindicativas las ciudades estadounidenses de Nueva York, Los Ángeles, Chicago y San Francisco. En los años 70, Estados Unidos aún penaba la homosexualidad como un crimen que podía conllevar hasta20 años de cárcel.
Condenados a la marginación durante décadas, su historia habla de terapias reversivas, abusos sexuales, lobotomías o maltrato físico y psicológico. Aún a día de hoy, al bucear por las cifras de la homofobia y la transfobia, el siglo XXI parece viajar hacia atrás en el tiempo: 173 países aún prohíben casarse con alguien del mismo sexo, 22 estados cuentan con ‘leyes morales’ contra homosexuales y, de los 72 países que persiguen el amor según el género con quien se practique, ocho lo hacen con la pena de muerte, según datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
“Hoy 173 países aún prohíben el matrimonio homosexual, 22 estados cuentan con leyes contra homosexuales y, de los 72 países que persiguen el amor según su orientación, ocho lo hacen con la pena de muerte.”
En España, considerados “un peligro” hasta 1995 por la ley franquista de Peligrosidad y Rehabilitación Social, el colectivo LGTBI luchó desde la Guerra Civil abanderando la valentía y la justicia contra la represión, el estigma y la culpa que la sociedad arrojaba, y aún arroja, sobre ellos.
Transfobia: mucho camino por recorrer
La primera marcha del Día del Orgullo en España fue convocada en Valencia hace 42 años por el Moviment d’Alliberament Sexual del País Valencià, continuando un camino que ya habían iniciado activistas como Fernando Lumbreras, trágicamente asesinado en el año 2018. Aquella manifestación de tono lúdico que pretendía despertar conciencias y acercar distancias con el resto de la población fue la precursora del movimiento que a día de hoy tiñe cada año las calles de color.
Tras el anhelo de que cinco décadas después no fuera necesaria, la lucha por los derechos LGTBIQ+ sigue empañada de crímenes homófobos, prejuicios e injusticias sociales. Según el análisis que se deriva de la Revisión anual de la ILGA-Europa 2020, España aún tiene mucho trabajo por delante. Hasta el año 2018, la transexualidad aún estaba catalogada a nivel internacional como enfermedad mental. La Organización Mundial de la Salud marcó un punto clave en su normalización al excluirla como enfermedad mental de la Clasificación Internacional de Enfermedades.
“La transfobia, unida al racismo, hace que las personas transgénero de color sufran niveles demoledores de discriminación y que más del 50% sufra violencia traumática a lo largo de su vida”, afirma el nuevo cortometraje de National Geographic De vuelta a casa, de la serie Impacto, con Gal Galdot, que retrata la marginación y la falta de oportunidades que viven aún a día de hoy las personas transexuales en todo el mundo.
Huir por amar: refugiados LGTBIQ+
«Hoy, he decidido soñar. Soñar libremente con alguien a quien pueda contar todo, con quien pueda abrir mi corazón». Así da comienzo el documental de Eli Jean Tahchi, que relata cómo miles de personas de la comunidad LGTBIQ+ graban sus historias en cintas para tratar de encontrar asilo en otros países.
En Irán, Arabia Saudí, Yemen, Sudán, algunas provincias de Somalia y Nigeria, e Irak y Siria en las zonas controladas por el Dáesh, amar libremente es una completa utopía, y hacerlo a escondidas tiene un alto precio a pagar. Por ello, siete de cada diez personas LGTBI aún se ven obligadas a ocultar su orientación sexual, según afirma la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
“La transfobia cruza todas las fronteras de los colectivos sociales”, cuenta a National Geographic España Fabiana Castro Hernández, mujer transexual y migrante que reside en España. “Yo no esperaba que desde el propio colectivo LGTBI fueran a tener prejuicios hacia mí, pero me di cuenta de que hay transfobia en todos los rincones de la sociedad. “Ahora, además de estar buscando mi espacio como mujer trans, también tengo que buscarlo como mujer migrante, y ahí se me cierran muchas más puertas”.
Tras una vida luchando contra la transfobia en todos los aspectos de su vida, Fabiana también tiene que luchar a diario contra el machismo, dentro incluso del propio colectivo. “Ahora que estoy en España, yo veo en mi proceso migratorio a hombres trans que están aceptados socialmente. Como la sociedad es machista, los hombres trans suben un escaño, sin embargo nosotras como mujeres vamos en retroceso”.
Fabiana llegó a España huyendo del miedo que comenzó a sentir en su país. “Sucedieron cosas que me alertaron sobre mi integridad, y entonces ya me quedé aquí. Tú sabes cómo funcionan las cosas en México: las personas desaparecen, son agredidas e incluso cortan las cabezas de quienes están liderando los distintos movimientos sociales, y desde 2008 yo estaba trabajando en defensa de los derechos de las personas LGTB en el norte de México”.
“He tenido compañeras que un día están y luego ya no. Yo, mientras esté, seguiré trabajando en pro de los derechos de las que vienen detrás de mí”, afirma Fabiana Castro. “Debemos aprender a respetar a todas las personas de este mundo diverso, y entender que la diversidad nos enriquece, pero es el respeto lo que nos une”.