Una escuela lejos de casa

Shabana Basij-Rasikh, la Exploradora del Año Rolex National Geographic, daba clases a niñas en Afganistán hasta que los talibanes la expulsaron del país. Ahora ofrece esperanza a niñas refugiadas en Ruanda.

Por Nina Strochlic
Publicado 11 jul 2023, 12:41 CEST

A Shabana Basij-Rasikh, fundadora de la Escuela de Liderazgo de Afganistán, sus padres le enseñaron desde temprana edad que por la educación valía la pena arriesgarse, lección que le ha servido de guía a través de dos regímenes talibanes.

Fotografía de PARI DUKOVIC

Dos figuras infantiles cargadas con bolsas de la compra salieron de su casa en la Kabul ocupada por los talibanes. La mayor llevaba burka, la de pelo corto vestía pantalones: una hermana y un hermano haciendo recados, pensaría cualquiera. Cada día tomaban una ruta diferente. Cuando llegaban a su destino, se aseguraban de que nadie miraba y entraban en un edificio. Iban al colegio.

Era el otoño de 1996 y la educación femenina acababa de ilegalizarse; docentes y padres se jugaban la vida si descubrían niñas escolarizadas. La más pequeña, Shabana Basij-Rasikh, de seis años, se vestía de niño para hacerse pasar por el acompañante masculino obligatorio de su hermana. En las bolsas escondían los libros de las clases clandestinas. Un día, sospechando que las seguían, suplicaron a sus padres que las sacasen del colegio. Se negaron: aprender merecía el riesgo.

Hace dos años, cuando la pequeña Basij-Rasikh tenía 31, los talibanes tomaron de nuevo Afganistán. Para entonces había fundado el único internado femenino del país, la Escuela de Liderazgo de Afganistán (SOLA, por sus siglas en inglés), y llevaba meses planeando su huida. Quemó los archivos de la escuela, se las apañó para llevar al aeropuerto de Kabul a 256 personas entre em­­pleados, familiares y alumnas y subirlos a un avión destino Ruanda, el único país que aceptó acogerlos.

Unas alumnas pasan el rato en el patio de la delegación de Kigali de la Escuela de Liderazgo de Afganistán, el primer y único internado afgano solo para chicas. Bajo la dirección de su fundadora, Shabana Basij-Rasikh, alumnas y empleados fueron evacuados a Ruanda tras la toma del poder por los talibanes en 2021.

Fotografía de Yagazie Emezi

La educación de las niñas siempre ha sido una de las primeras cosas que los talibanes cortan de raíz en cuanto llegan al poder. En el actual Afganistán las niñas no pueden ir a la escuela más allá de sexto curso; menos del 20 % de las que están en edad escolar van al colegio. Las nuevas leyes han cercenado los derechos que antes las asistían: ni siquiera pueden ya visitar los parques públicos.

Las mujeres y las niñas están siendo borradas poco a poco, dice Basij-Rasikh, nombrada Exploradora del Año Rolex National Geographic 2023 por su valentía, liderazgo e incansables esfuerzos para garantizar que las niñas y las jóvenes afganas tengan acceso a la educación.

En la actualidad ella y su personal dirigen SOLA en el exilio desde un complejo educativo de Ruanda, un país cuyos habitantes también han vivido largos años de guerra y desplazamiento y saben bien lo que significa buscar asilo. El profesorado de SOLA enseña a 61 estudiantes, algunas recién llegadas de comunidades de refugiados afganos de Uzbekistán, Pakistán e Irán.

Pero una única escuela física no es suficiente, comprendió Basij-Rasikh. Los afganos desplazados –empezando por su marido, Mati Amin, que se crio en un campo de Pakistán– son ya la tercera población de refugiados del mundo. De promedio, un refugiado vive desplazado entre 10 y 15 años. Basij-Rasikh y Amin, que dieron la bienvenida a su primer bebé en 2022, quieren ayudar a recuperar ese tiempo perdido.

«En nuestra casa y en nuestra relación personal, todo es SOLA desde que nos levantamos hasta que nos acostamos», dice ella, riendo.

Tras tres años de exilio, el plan es poner en marcha SOLA X, un programa de estudios itinerante que permita a las niñas estudiar con un teléfono móvil a través de WhatsApp. El sistema ofrecerá chats que funcionarán como aulas, donde los profesores podrán publicar lecciones y tareas. Se podrá acceder desde cualquier lugar del mundo, incluido Afganistán. Y cada estudiante obtendrá un certificado de aprovechamiento. Basij-Rasikh piensa en los expedientes que quemó: las alumnas de SOLA X no tendrán que preocuparse de que desaparezcan las pruebas de sus estudios.

SOLA está echando raíces en Ruanda, comprando terrenos y construyendo un complejo escolar que albergará y educará a más de 200 niñas, de sexto a duodécimo curso. Cuando algún día SOLA regrese a Afganistán, este nuevo campus seguirá abierto: hogar lejano, y refugio, por si el extremismo volviese a desgarrar Afganistán.

En todo el mundo la educación está siendo segada por las guerras, el cambio climático y la política. Se calcula que 244 millones de niños en edad escolar no van al colegio. Basij-Rasikh concibe su misión como la construcción de un modelo para enseñar a los alumnos desplazados de sus hogares. «SOLA no es solo un colegio –asegura–. Es un movimiento». 

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    Este artículo se publicó originalmente en el número de julio de la revista de National Geographic

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