La desconocida incursión de Estados Unidos en suelo ruso
En esta foto del 7 de enero de 1919, el soldado Alfred Schuck de Cicero, Illinois, observa desde el otro lado de una extensión nevada una iglesia cerca de Ust Padenga, Rusia, utilizada por las fuerzas bolcheviques como puesto de observación y posición de tiro contra las tropas estadounidenses. Los soldados estadounidenses del 339º Regimiento, conocidos como los "Osos Polares", lucharon contra las fuerzas comunistas en Rusia durante la Primera Guerra Mundial y después del Armisticio en un conflicto que sigue siendo poco conocido a día de hoy.
Cuando salió de Michigan, Estados Unidos, en julio de 1918, el soldado Alfred Schuck pensaba que iba a luchar contra los alemanes en Francia. Seis meses después, se encontraba en el norte de Rusia, vigilando una iglesia ortodoxa en una llanura helada. Dentro de la iglesia no había alemanes ni otros enemigos estadounidenses de la Primera Guerra Mundial, sino los bolcheviques del Ejército Rojo.
La historia de cómo Schuck y 5000 soldados estadounidenses (la mayoría de Michigan) acabaron envueltos en la Guerra Civil Rusa al final de la Primera Guerra Mundial es uno de los capítulos menos conocidos de la historia militar estadounidense. Incluso dos presidentes (Richard Nixon en 1972 y Ronald Reagan en 1984) declararon erróneamente que Estados Unidos y Rusia nunca lucharon entre sí. Sin embargo, lo hicieron, y esa extraña guerra librada a -40 grados en la región subártica de Arkhangelsk afectó a las relaciones entre ambos países durante décadas.
Tras la Revolución de Octubre de 1917, los bolcheviques de Vladimir Lenin llegaron al poder en Rusia, y el país se sumió en una guerra civil entre comunistas ("rojos") y nacionalistas ("blancos"). En medio de una crisis interna insostenible, en marzo de 1918 Lenin firmó un tratado de paz con Alemania y las Potencias Centrales (incluidos los imperios austrohúngaro y otomano) y sacó a Rusia de la Primera Guerra Mundial. Para los Aliados, la retirada de Moscú fue un golpe potencialmente fatal: las Potencias Centrales ya no tenían que preocuparse del frente ruso y podían converger sus esfuerzos en una ofensiva hacia París. Desesperados, en el verano de 1918, el Reino Unido, Francia y otros Aliados enviaron tropas al norte de Rusia y Siberia para influir en el resultado de la guerra civil rusa y recrear el Frente Oriental.
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"Osos polares" equipados por Shackleton
En su casa de Cicero, Illinois, el soldado Schuck no sabía nada de estos planes, como tampoco lo sabía el resto del 339º Regimiento de la 85ª División, entrenado en Camp Custer, Michigan. Las órdenes eran ir a Inglaterra y de allí a Francia. No fue hasta el 17 de julio de 1918, mientras el regimiento embarcaba en un convoy transatlántico en Nueva York, cuando el presidente Woodrow Wilson cedió a regañadientes ("sudando sangre", como escribió a su asesor más cercano) a las presiones francesas y británicas y decidió oficialmente intervenir en Rusia. "Los aliados habían intentado convencer a Wilson de que interviniera contra los bolcheviques durante meses", afirma Carl Richard, profesor de Historia de la Universidad de Luisiana (Estados Unidos). "Cuando los obuses alemanes empezaron a caer sobre París, finalmente accedió".
Los primeros "Osos Polares" del 339º fueron llevados a Rusia en un convoy de tres buques británicos: HMT Somali, HMT Tydeus y HMT Nagoya, vistos aquí en el puerto de Arkhangelsk, Rusia, en el Mar Blanco, el 6 de septiembre de 1918. Los soldados estadounidenses creyeron al principio que iban a luchar contra los alemanes en Francia antes de descubrir que su misión era combatir a los bolcheviques soviéticos.
Cuando las tropas llegaron a Inglaterra, les entregaron pesada ropa de invierno y finalmente descubrieron que iban a Rusia. El famoso explorador Ernest Shackleton (que había sobrevivido al naufragio del Endurance en la Antártida dos años antes) fue asignado a entrenar al 339º, que acabaría siendo conocido como los "Osos Polares".
Shackleton también diseñó unas botas especiales que más tarde se hicieron famosas entre los soldados. "Las botas de Shackleton funcionaban muy bien en la nieve compacta de la Antártida, pero rendían muy mal en los lodazales del norte de Rusia", explica Mike Grobbel, presidente de la Polar Bear Memorial Association [Asociación en Memoria de los Osos Polares] y nieto del cabo Clement Grobbel, un Oso Polar condecorado con la Cruz de Servicios Distinguidos y la Croix de Guerre francesa. "Muchos soldados acababan tirándolas y comprando calzado local".
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Manoplas de piel y "cigarrillos perfumados"
El 5 de septiembre de 1918, los Osos desembarcaron en suelo ruso en el puerto de Arkhangelsk, en el Mar Blanco, tras una travesía plagada de gripe española que mató a decenas de personas a bordo. Al mismo tiempo, se enviaron unos 8000 soldados estadounidenses más para apoyar a los Blancos en Siberia. Arkhangelsk estaba en ese momento en manos británicas, y el 339º Regimiento recibió órdenes de la fuerza ocupante de iniciar una ofensiva contra los bolcheviques, expulsando a los rojos a unos 321 kilómetros al sur de la ciudad.
El frente aliado alcanzó su máxima extensión cerca del pueblo de Ust Padenga, a 724 kilómetros de Moscú. Es aquí donde, el 7 de enero de 1919, el soldado Schuck fue fotografiado en el puesto más avanzado jamás establecido por las tropas estadounidenses en Rusia, frente a una iglesia ortodoxa en el horizonte. Tres semanas antes, el párroco había sido capturado por el Ejército Rojo y asesinado por lugareños leales a los soviéticos. Según un periódico de la época, el cura fue decapitado, destripado y su cuerpo relleno de paja y congelado.
Tras una marcha de 17 horas a través de los bosques y pantanos del norte de Rusia y un rápido descanso, la Compañía M del 339º Regimiento partió de nuevo en su misión de derrotar a los "rojos" durante la guerra civil rusa en curso en Obozerskaya, Rusia, el 29 de septiembre de 1918. Las tropas estadounidenses iban equipadas con botas especiales diseñadas por el explorador antártico Ernest Shackleton que eran ideales para la nieve compacta, pero mucho menos para los lodazales del norte de Rusia.
El soldado Charles Mock monta guardia tras una barricada de troncos construida a toda prisa. Las fortificaciones americanas eran "consideradas una fortaleza inexpugnable para los analfabetos soldados del Ejército Rojo y sus comandantes", señaló entonces un combatiente bolchevique.
Ametralladores del 339º preparan troncos para la construcción de un refugio contiguo a su puesto de defensa. Los soldados rusos observaron lo bien aprovisionadas que estaban las fuerzas estadounidenses, incluyendo barras de chocolate y "mitones de piel con cintas hasta los codos".
Desde el campanario, las tropas bolcheviques dispararon a los estadounidenses con una ametralladora. Once días después de que se tomara la foto, el pelotón dirigido por el teniente Harry Mead se hizo cargo del puesto avanzado de Schuck. Al día siguiente, el 19 de enero, Mead y sus hombres se convirtieron en los protagonistas de la derrota estadounidense más trágica durante la campaña de Rusia. Su nieta, Priscilla Mead, ha conservado las cartas y diarios de Harry en los que recuerda la historia.
Con temperaturas que rondaban los -42 grados, el Ejército Rojo atacó con 1300 hombres. "A las 05.30 de la mañana me despertó el fuego de la artillería", escribe Mead. "Salí corriendo a ver qué pasaba y me recibió una ráfaga de metralla justo encima de mi cuartel general". De los 47 "doughboys" (apelativo dado a los soldados estadounidenses durante la Primera Guerra Mundial) que defendían el puesto avanzado, 25 murieron y 15 resultaron heridos. El pelo de Mead, dijo, empezó a ponerse blanco después de ese día.
Las condiciones de vida de las tropas aliadas debieron parecer deseables a los rusos que observaban desde el campanario de la iglesia, al otro lado del frente. En sus memorias, el soldado del Ejército Rojo Alexander Bykov enumera los lujos de sus homólogos estadounidenses. "Los estadounidenses (...) levantaron fuertes trincheras, blocaos y comunicaciones entre trincheras. Se consideraba una fortaleza inexpugnable para los analfabetos soldados del Ejército Rojo y sus comandantes", escribe Bykov con sarcasmo. "(Ellos, ed.) iban vestidos con abrigos (...) mitones de piel con cintas hasta los codos; cada soldado tenía cinco mantas de lana (...) tabletas de chocolate en los bolsillos de sus chaquetas caqui, y fumaban con suficiencia cigarrillos perfumados".
Una fotografía sin fecha del Cuerpo de Señales del Ejército de EE.UU. capta el fuego de proyectiles de la artillería rusa hacia 1918-1919. El conflicto entre las fuerzas estadounidenses y rusas ha caído en el olvido en Estados Unidos, pero está reviviendo en una Rusia cada vez más aislada tras su invasión de Ucrania.
Ni olvido ni perdón
Alrededor de estos primeros meses de 1919, cuando ya se estaba negociando el Tratado de Versalles y se había acabado la Primera Guerra Mundial, los "privilegiados" soldados estadounidenses empezaron a preguntarse qué hacían todavía en Rusia. La Primera Guerra Mundial había terminado el 11 de noviembre del año anterior, y ya no había necesidad de restablecer un frente oriental. "Al principio, los Aliados estaban mucho más preocupados por los alemanes que por los bolcheviques", explica Richard. "Pero tras el armisticio, la razón para permanecer en Rusia pasó a ser derrocar a los soviéticos".
Tras el armisticio, el presidente Wilson no informó mucho al Congreso y mucho menos al pueblo estadounidense sobre por qué los soldados estadounidenses seguían en Rusia. La Gran Guerra había terminado, y sólo había deseos de seguir adelante. Cuando por fin quedó claro que intentar influir en el destino de la Guerra Civil rusa era inútil, las tropas estadounidenses se retiraron de Arkhangelsk el 15 de junio de 1919 (12 días antes de la firma del Tratado de Versalles). Una década más tarde, una misión de recuperación de los Veteranos de Guerras Extranjeras recogió los restos de 86 soldados estadounidenses abandonados en suelo ruso; 27 osos polares siguen en paradero desconocido a día de hoy.
Tumbas de soldados estadounidenses muertos en el frente norte ruso, fotografiadas el 16 de septiembre de 1918. Una misión de recuperación llevada a cabo por los Veteranos de Guerras Extranjeras una década más tarde recogió los restos de 86 soldados estadounidenses abandonados en suelo ruso; 27 osos polares siguen en paradero desconocido a día de hoy.
En su libro de 1975 The First Casualty (La primera baja), Phillip Knightley explica por qué las condiciones en Estados Unidos eran ideales para una represión colectiva de la intervención rusa que dura hasta hoy. En 1919, casi ninguna noticia de la expedición llegó al público estadounidense. "Tan poco de todo esto apareció en la prensa", escribe Knightley, "que no sólo se mantuvo al lector de periódicos de la época en la ignorancia del papel que sus compatriotas estaban desempeñando en la intervención, sino que un estudiante de hoy puede encontrar escasas referencias al respecto en los libros de historia de su país". Knightley informó de que en 1943 la Enciclopedia Columbia afirmaba que "las fuerzas estadounidenses no participaron en los combates entre los Aliados y los bolcheviques".
No es de extrañar que cuando el líder ruso Nikita Jruschov, máximo mandatario de la Unión Soviética, mencionó la invasión aliada durante un almuerzo celebrado en los estudios 20th Century Fox de Los Ángeles en 1959, pocos supieran a qué se refería. "Su intervención armada en Rusia fue lo más desagradable que ha ocurrido en las relaciones entre nuestros dos países", dijo Jruschov.
En 1969, el contralmirante Kemp Tolley recordó a la opinión pública estadounidense que "esta guerra de bolsillo de chaleco, en gran medida desconocida o malinterpretada incluso a día de hoy en Estados Unidos (...) agrió las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante casi una generación y, en la Unión Soviética, todavía no se ha olvidado ni perdonado en absoluto".
Por el contrario, la invasión aliada desempeñó un papel importante en la historiografía y la propaganda rusas durante la Guerra Fría. Incluso al final de la misma, Mijaíl Gorbachov, amigo de Occidente, no pudo resistirse a criticar la intervención aliada.
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¿Una profecía centenaria?
Tras la caída de la Unión Soviética, el recuerdo de aquel extraño conflicto empezó a desvanecerse incluso en Rusia. La esperanza de un acercamiento a Occidente probablemente contribuyó a restar importancia a la campaña aliada, del mismo modo que el declive constante de las relaciones entre Moscú y Washington en los últimos 15 años está contribuyendo a revivir ese capítulo de la historia.
"El efecto propagandístico desapareció junto con la ideología soviética", explica Alexey Sukhanovsky, autor de La bayoneta decide, que analiza la intervención aliada desde la perspectiva rusa. "Hoy, con el agravamiento de las relaciones entre Rusia y Occidente, los acontecimientos de 1918 se valoran como una profecía de hace 105 años". Sujanovski cuenta que, durante la época soviética, un libro de texto que circulaba en la región de Arjánguelsk incluía un capítulo independiente y detallado sobre la intervención de 1918-1919. Ese texto se ha recuperado ahora en el programa escolar local.
Si la historia simplemente se ha olvidado en Estados Unidos, parece que en Rusia el resurgimiento de su memoria sigue el zeitgeist político de diferentes épocas. Sería erróneo afirmar que la expedición de los Osos Polares fue la raíz de todos los males en la relación entre Estados Unidos y Rusia. Pero, como concluye el historiador Richard, "fue obviamente un mal comienzo".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.