El Juramento a la Bandera en Estados Unidos oculta un sórdido origen
Lo que empezó como un verso para honrar el Día de la Raza en Estados Unidos se convirtió en un ritual diario para escolares que ha tenido muchas iteraciones, incluida una con gestos de manos cuestionables.
Niños estadounidenses juran lealtad a la bandera en una escuela de Virginia, 1959.
Niños estadounidenses juran lealtad a la bandera en una escuela de Virginia, 1959.
Si le preguntas a cualquiera que haya asistido a una escuela pública en Estados Unidos por el Juramento a la Bandera, es probable que sea capaz de recitarlo de memoria. Pero aunque parezca una parte elemental del sistema educativo estadounidense, el juramento no sólo es único en una nación democrática que se enorgullece de la libertad y el libre albedrío, sino que también ha evolucionado a lo largo de la historia para reflejar las inquietudes políticas y culturales del momento.
"Prometo lealtad"
En 1892, menos de 30 años después de la Guerra Civil de Estados Unidos, el país se preparaba para celebrar el cuarto centenario del viaje de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo. Al mismo tiempo, millones de inmigrantes europeos llegaban a las costas estadounidenses. Mientras algunos residentes estadounidenses querían mantener fuera a estos inmigrantes, otros pensaban que lo mejor era ayudarles a asimilarse y convertirse en "buenos" ciudadanos, no sólo con habilidades básicas como la lectura y la escritura, sino también a través del sentimiento patriótico y la pompa, dice Charles Dorn, profesor de educación en el Bowdoin College.
Con este telón de fondo, un joven pastor baptista llamado Francis Bellamy se sentó a escribir la primera versión: "Juro lealtad a mi bandera y a la República que representa: una nación, indivisible, con libertad y justicia para todos". Por aquel entonces, Bellamy trabajaba en el departamento de marketing de una popular revista familiar llamada Youth's Companion. La revista publicó su verso y, el 21 de octubre de 1892 (el primer Día de la Raza o Día de Colón oficial de la nación), los escolares de todo el país lo recitaron por primera vez.
En otras circunstancias, probablemente habría sido el fin del juramento. Pero algunos factores le dieron fuerza. Gracias a una iniciativa anterior encabezada por el Gran Ejército de la República, un grupo de veteranos de la Unión de la Guerra Civil, casi todas las aulas de las escuelas públicas tenían una bandera estadounidense. Además, los preparativos de la Guerra de Cuba provocaron un auge del nacionalismo. "Las banderas ya estaban ahí, ya existía el deseo de hacer algo para que los niños inmigrantes fueran más estadounidenses, así que muchas comunidades acabaron aferrándose a este ritual", dice Dorn.
En 1898, Nueva York fue el primer estado en legislar que los niños saludaran a la bandera al comienzo de cada jornada escolar. A partir de ahí, otros estados siguieron su ejemplo.
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Desafíos al juramento
En las décadas siguientes, el juramento se arraigó plenamente en las escuelas públicas estadounidenses, impulsado especialmente por el sentimiento nacionalista, "casi xenófobo", que se desarrolló en torno a la Primera Guerra Mundial, afirma Dorn. Se afianzó aún más cuando el temor al comunismo en Estados Unidos empezó a extenderse en las décadas de 1920 y 1930.
Entonces, en 1935, dos estudiantes de Pensilvania llamados Lillian y William "Billy" Gobitas se negaron a decir el juramento, argumentando que chocaba con sus creencias como Testigos de Jehová. "No saludo a la bandera porque he prometido hacer la voluntad de Dios", escribió Billy Gobitas en una carta a los directores de su escuela: "Esto significa que no debo adorar nada que no esté en armonía con la ley de Dios".
Después de que su escuela pública los expulsara, los Gobitas presentaron una demanda contra el distrito escolar. Aunque los tribunales inferiores se pusieron inicialmente de parte de los niños, el consejo escolar apeló y, finalmente, el caso llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Era 1940 y los nazis amenazaban la democracia en toda Europa. En una votación de 8 a 1, los jueces dictaminaron que el distrito escolar podía exigir a los alumnos que saludaran a la bandera y recitaran el juramento, basándose en que "la unidad nacional es la base de la seguridad nacional", como escribió el juez Felix Frankfurter para la mayoría.
Tres años más tarde, el tribunal cambió de postura al resolver otro caso relacionado con los Testigos de Jehová, el Consejo de Educación del Estado de Virginia Occidental contra Barnette. "Si hay alguna estrella fija en nuestra constelación constitucional, es que ningún funcionario, alto o pequeño, puede prescribir lo que debe ser ortodoxo en política, nacionalismo, religión u otras cuestiones de opinión, ni obligar a los ciudadanos a confesar de palabra o de obra su fe en ello", escribió el juez Robert Jackson en 1943: "Si hay alguna circunstancia que permita una excepción, no se nos ocurre ahora".
Por esas mismas fechas, en 1942, el Congreso aprobó una ley que dictaba cómo debían pronunciar el juramento los estadounidenses, que en aquella época era con un brazo extendido hacia la bandera, lo que recordaba al saludo nazi. Ese mismo año, los legisladores modificaron la norma para que los que hicieran el juramento lo hicieran con la mano derecha sobre el corazón.
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Grabado a fuego en los cerebros
La formulación exacta del juramento ha variado a lo largo de la historia. Por ejemplo, el juramento de lealtad a la bandera "de los Estados Unidos de América" se añadió a principios de la década de 1920. Para hacer frente a la amenaza del comunismo en la posguerra, el presidente Dwight Eisenhower se aseguró de que los estadounidenses jurasen "under God" [a los ojos de Dios] en junio de 1954.
Esta frase resultaría especialmente controvertida, ya que sus detractores argumentan que discrimina a los niños ateos. Los jueces estatales han dictaminado que "a los ojos de Dios" no es discriminatorio, en parte porque recitar el juramento es voluntario, pero también porque el juramento es un "ejercicio fundamentalmente patriótico, no religioso", como escribió el presidente del Tribunal Supremo de Massachusetts, Roderick Ireland, en 2014 para la mayoría en el caso Jane Doe contra el Distrito Escolar Regional de Acton-Boxborough.
A pesar de la sentencia del Tribunal Supremo de EE. UU. de 1943, la mayoría de los estados tienen leyes que obligan a recitar el juramento, aunque muchos incluyen exenciones para no hacerlo y otros las han añadido recientemente. En 2021, Montana, por ejemplo, actualizó su ley para decir que el distrito escolar debe informar a los alumnos y profesores de su derecho a no participar y que cualquiera que se oponga al juramento "debe ser excusado". En Texas, los alumnos deben presentar una solicitud por escrito de uno de sus padres o tutores para poder excusarse.
Otros países, como Corea del Sur, Bahamas y Singapur, tienen sus propios juramentos o declaraciones nacionales. Pero entre los diversos símbolos patrios de Estados Unidos, el juramento es único, dice Dorn. En primer lugar, es algo que dicen principalmente los niños, aunque los adultos también lo recitan a veces, por ejemplo en las reuniones municipales.
Además, es muy conocido. Por supuesto, la mayoría de los estadounidenses pueden cantar parte o todo el himno nacional, The Star-Spangled Banner [La bandera estrellada], pero la gente suele olvidar la letra. El Juramento a la Bandera, en cambio, está "literalmente grabado a fuego en nuestros cerebros", dice Dorn. "La gente lo conoce como no conoce otras cosas".
¿Se enfrentará el juramento a retos futuros? Tal vez, porque el país se enfrenta a cuestiones más amplias sobre el papel de la escuela y la educación, como demuestran las controversias sobre los planes de estudios y la prohibición de libros. "La historia de la educación pública en Estados Unidos es literalmente la historia de estos debates", añade Dorn. "Nunca se ha dado el caso de que, en alguna época dorada del pasado, tuviéramos todo esto resuelto y los estadounidenses estuvieran de acuerdo sobre el propósito de las escuelas. Todavía estamos intentando averiguarlo: ¿Qué queremos que sean las escuelas?".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.