Qué eran las "leyes de fealdad", cuando Estados Unidos ilegalizó a los 'feos'
Durante casi un siglo, las llamadas "leyes de fealdad" prohibieron el acceso a espacios públicos a personas con discapacidades y enfermedades visibles, poniendo de manifiesto los severos cánones de belleza de la sociedad estadounidense.
Un músico callejero ciego actúa en Nueva York en 1898. Aunque Nueva York nunca promulgó oficialmente una "ley de fealdad", redactó una similar a las de otras ciudades de Estados Unidos como parte de un esfuerzo más amplio por regular el comportamiento público y la estética.
Algunas investigaciones científicas han demostrado que la belleza nos da cierta ventaja en las relaciones, los estudios y el trabajo. Pero, ¿y si ser considerado poco atractivo no fuera sólo un obstáculo social, sino un delito? Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, las llamadas "ugly laws", que en español se podrían traducir como "leyes de fealdad" o "leyes feas", prohibían la entrada de personas "antiestéticas" en lugares públicos de todo Estados Unidos.
Aunque a menudo oímos hablar del privilegio de ser guapo (las ventajas inmerecidas de las que disfrutan quienes cumplen con los cánones de belleza de nuestra cultura), esta legislación llevó a un nuevo extremo las consecuencias de no estar a la altura en el plano estético. He aquí lo que estas leyes poco conocidas revelan sobre lo que una sociedad considera sobre las personas bellas y cómo afectaron a las personas que no alcanzaban ese ideal.
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El auge del privilegio de la belleza
La creciente importancia de mantener el orden y la estética en los entornos urbanos fue en aumento a medida que las ciudades se expandían y los espacios públicos se volvían cada vez más apretados . En 1867, San Francisco fue la primera ciudad en tipificar como delito el hecho de que "cualquier persona enferma, mutilada o deformada de cualquier manera hasta el punto de convertirse en un objeto desagradable o repugnante" se "expusiera a la vista del público".
La legislación, que se extendió rápidamente a otras ciudades y estados como Reno (Nevada), Portland (Oregón), Chicago (Illinois), Nueva Orleans (Luisiana) y Pensilvania, iba dirigida a personas con discapacidades visibles. Según Susan M. Schweik, autora de The Ugly Laws: Disability in Public [Las leyes feas: La discapacidad en público].
Un recorte de periódico de The San Francisco Call, fechado el 9 de marzo de 1895, destaca la aplicación de la "ley de la fealdad" de San Francisco, una de las primeras del país.
Algunos justificaron las leyes como una medida de salud pública bajo la creencia errónea de que ver a alguien con una discapacidad podía hacer enfermar literalmente a una persona sana. Otros argumentaban que permitir a los discapacitados mendigar dinero facilitaba demasiado que los farsantes se aprovecharan fingiendo una discapacidad. No obstante, en términos generales las leyes parecían estás más motivadas por cuestiones de repugnancia.
El periodista Junius Henri Browne escribió en La gran metrópolis, sus memorias de 1869 sobre la vida en Nueva York, que "cuando vas a cenar, a visitar a tu amada o has compuesto en tu mente la última estrofa del nuevo poema que te ha dado tantos problemas, no es agradable enfrentarse a una visión repugnante".
Estas leyes incluso le costaron a algunas personas su capacidad para ganarse la vida. Vendedores ambulantes, mendigos y artistas con alguna discapacidad se vieron obligados a dejar de trabajar porque su presencia perturbaba el disfrute público de los espacios urbanos.
Por ejemplo, a mediados de la década de 1910, un hombre de 35 años de Cleveland con las manos y los pies severamente lesionados tuvo que dejar su trabajo de vendedor de periódicos debido a la ley. Luchó por mantenerse a sí mismo y a su familia hasta que el propietario de una droguería local le permitió vender desde la entrada de la tienda para que estuviera en una propiedad privada y no en una municipal.
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"Helen Keller y FDR [el Presidente Franklin D. Roosevelt] no eran los objetivos de la ley. Su función más obvia era impedir o disuadir a las personas con discapacidades visibles de estar en el espacio público pidiendo dinero a la gente", dice Schweik.
Algunos de los partidarios de las leyes creían que si se trasladaba a los discapacitados de la calle a instituciones, recibirían mejor atención. Este planteamiento, sin embargo, sólo conducía a una mayor marginación al despojar a los discapacitados de su derecho a la independencia y aislarlos del resto de la sociedad.
No todo el mundo apoyaba estas leyes. Algunos alcaldes empezaron a expedir permisos de venta ambulante específicamente a personas discapacitadas para proteger sus ingresos, y los transeúntes solían intervenir cuando la policía intentaba una detención, lo que dificultaba su aplicación.
Por ejemplo, en 1936, cuando un agente de policía de Chicago intentó detener a Ben Lewis, un amputado negro, dándole una patada en la pierna sana, cuatro testigos blancos atacaron al policía mientras cientos de personas se congregaban a su alrededor.
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El impacto duradero de las leyes de fealdad
Aunque las leyes de fealdad en sí ya no están en vigor (la última detención registrada relacionada con una ley fea se produjo en 1974, en virtud de una ordenanza de Omaha, Nebraska), su legado sigue influyendo en las actitudes hacia la discapacidad y el espacio público.
"En lugar de leyes contra la fealdad pública, ahora las ciudades tienen elegantes planes de gestión de las aceras para prevenir o disuadir actos de algunas personas que otros consideren antiestéticos, como permanecer demasiado tiempo de pie en la calle de forma demasiado evidente, o sentarse en determinados lugares, o dormir, o tener cosas, o estar obviamente muy necesitado", dice Schweik.
Sin embargo, las leyes de fealdad también tuvieron un resultado positivo. En la década de 1970, los defensores de las personas con discapacidad utilizaron las leyes como un ejemplo escandaloso de discriminación que demostraba la necesidad de proteger los derechos civiles. Su activismo desembocó en la Ley de Estadounidenses con Discapacidades de 1990, que obliga a empresas y administraciones públicas a facilitar adaptaciones para discapacitados.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.