Rastreo de las piedras que utilizaron los neolíticos para construir Stonehenge

La piedra del altar de Stonehenge (de seis toneladas) viajó 750 kilómetros desde Escocia

Los investigadores han rastreado el monolito central de arenisca roja hasta fuentes situadas a cientos de kilómetros de su actual lugar de reposo, lo que sugiere que podría haber sido transportada por mar.

Hasta ahora, el rastreo de las piedras que utilizaron los neolíticos para construir Stonehenge nos había conducido hasta Inglaterra y Gales. Nuevas investigaciones indican que la piedra del altar del círculo podría tener su origen en Escocia.

Fotografía de Reuben Wu, Nat Geo Image Collection
Por Carolyn Wilke
Publicado 15 ago 2024, 11:44 CEST

Tras más de un siglo de búsqueda, los investigadores podrían estar cada vez más cerca de conocer el origen de la piedra del altar (de más de seis toneladas y casi cinco metros de largo) que se encuentra en el centro de Stonehenge. La edad y la química de los minerales que componen el bloque de arenisca roja apuntan a una zona de Escocia, a unos 750 kilómetros del monumento, según han informado hoy los investigadores en Nature.  

“Es asombroso”, afirma Susan Greaney, arqueóloga de la Universidad de Exeter (Inglaterra) que no ha participado en el trabajo. Es “realmente emocionante” que el equipo haya identificado un lugar en el extremo noreste de Escocia (posiblemente en las islas Orcadas), que parece haber sido un punto caliente de la cultura y la actividad neolíticas. Stonehenge se encuentra en la llanura de Salisbury, en el sur de Inglaterra, y su construcción comenzó hace unos 5000 años, en la misma época. El hallazgo, afirma Greaney, “pone de relieve unos vínculos entre esas dos zonas que han sido, hasta ahora, una especie de hipótesis”.

Las preguntas sobre cómo y por qué los antiguos pobladores construyeron este círculo de piedras han tenido perplejos a los investigadores durante mucho tiempo. Y dentro de esta ristra de enormes interrogantes, incluso el origen de las piedras es un misterio. Los trabajos de investigación recientes han permitido localizar la procedencia de las piedras de sarsén que forman el emblemático anillo exterior de Stonehenge a unos 25 kilómetros al norte de la llanura de Salisbury. Las piedras azuladas del monumento habían sido relacionadas con Gales desde la década de 1920, y Bevins y sus colegas han localizado algunas de esas piedras en afloramientos del suroeste de Gales, a unos 225 kilómetros de Stonehenge.

Pero la llamada piedra del altar ha seguido siendo un enigma, a pesar de los esfuerzos por determinar su origen que se llevan realizando desde las décadas de 1870 y 1880, afirma Richard Bevins, científico de la Tierra de la Universidad de Aberystwyth (Gales) y uno de los autores del estudio. El verdadero uso de la piedra sigue siendo desconocido, pero su colocación evoca un altar, de ahí su nombre. “Esta piedra es diferente de las piedras azules por su peso, su tamaño, el tipo de roca que es y su posición en el monumento”, explica.

Bevins lleva 15 años buscando el origen de la piedra del altar. Su equipo ha descartado docenas de posibles yacimientos mediante la comparación de su composición química con afloramientos de todo Gales y zonas de Inglaterra. Y ahora, por fin, han encontrado una coincidencia. “Es extraordinario. De vez en cuando tienes que pellizcarte”, afirma.  

Esta vez, Bevins se asoció con Anthony Clarke, un estudiante de posgrado en Ciencias de la Tierra de la Universidad Curtin de Perth (Australia), para tomar prestadas técnicas de la geología. A partir de un fragmento extraído de la piedra del altar en 1844 y tras verificarlo como coincidente con la composición química del bloque, los investigadores primero identificaron las edades de los distintos minerales que se habían unido para formar la arenisca, y luego compararon los resultados de la piedra del altar con los datos de afloramientos de rocas sedimentarias de Gran Bretaña e Irlanda.

“La única zona en la que había una coincidencia era el noreste de Escocia”, afirma el coautor del estudio Nick Pearce, geólogo y geoquímico también de la Universidad de Aberystwyth (Gales). “Estas huellas son muy características. No creo que haya ningún otro lugar donde coincidan”, afirma.

El lugar, llamado Cuenca de Orcadia, abarca varios miles de kilómetros cuadrados y tiene hasta unos ocho kilómetros de espesor en algunos lugares. No obstante, el lugar exacto de procedencia de la piedra sigue siendo desconocido.

Tampoco está claro de qué manera se las ingeniaron los neolíticos para transportar a lo largo de esta vasta distancia la inmensa roca. Algunos han sugerido que las piedras del monumento incluso podrían haber sido transportadas por glaciares. Según lo que se sabe sobre el movimiento de los glaciares en las Islas Británicas, “es prácticamente imposible que un bloque de arenisca de ese tamaño pudiera ser transportado por hielo desde el norte de Escocia hasta Stonehenge”, afirma David Nash, geomorfólogo de la Universidad de Brighton (Inglaterra) que no participó en el estudio. No obstante, Nash reconoce que el transporte por glaciar sí que habría sido posible para parte del camino.

Otra hipótesis es que los antiguos constructores pudieran haber transportado la piedra del altar por tierra (aunque también es improbable). Escocia es “increíblemente montañosa” y Gran Bretaña tenía muchos bosques en aquella época, afirma Greaney.

En su lugar, sugieren los autores, es posible que los antiguos transportaran el bloque por mar. Probablemente navegaron a lo largo de la costa, y luego tal vez hacia el interior por el río antes de llevar la piedra por tierra a su lugar de descanso, dice Jim Leary, un arqueólogo de la Universidad de York (Inglaterra) que no participó en el trabajo. Se desconoce el momento exacto del paso del bloque y cuándo llegó a Stonehenge. Pero hay pruebas de que en esa época se transportaban por mar otros objetos pesados, como ganado, y de que disponían de embarcaciones marítimas para viajar entre islas.

La piedra debió de tener una gran importancia por lo lejos que la trasladaron los neolíticos, señala Leary. Es posible que el megalito se utilizara en otros círculos de piedra o monumentos a lo largo del camino, afirma. “Es posible imaginar que tal vez esa piedra haya tenido una ruta muy larga y tortuosa durante quizá un periodo de más de 100 años antes de acabar en Stonehenge”.

El largo viaje de la piedra del altar pone de relieve las conexiones entre las distintas comunidades de lo que hoy son las Islas Británicas, afirma Greaney. Los arqueólogos han trazado vínculos durante el Neolítico entre lugares de Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda a través de similitudes en herramientas, cerámica y monumentos. Las pruebas de asados de cerdos prehistóricos en yacimientos cercanos a Stonehenge también sugieren que la zona unió a comunidades dispares.

Al parecer, la gente viajaba de un lugar a otro llevando consigo ideas y prácticas rituales, y probablemente compartían creencias religiosas y tenían similitudes en su lenguaje y en la forma de organizar sus sociedades, afirma Greaney. Incluso la posición central de la piedra del altar en Stonehenge nos habla de la importancia de estos lazos. “Se trata de una piedra poco común, que se encuentra en el centro, plana, y el resto del monumento está dispuesto a su alrededor”, explica. Estas conexiones, afirma, “debieron de ser muy importantes para quienes construyeron Stonehenge, de lo contrario no la habrían colocado en un lugar tan prominente”.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

más popular

    ver más
    loading

    Descubre Nat Geo

    • Animales
    • Medio ambiente
    • Historia
    • Ciencia
    • Viajes y aventuras
    • Fotografía
    • Espacio

    Sobre nosotros

    Suscripción

    • Revista NatGeo
    • Revista NatGeo Kids
    • Disney+

    Síguenos

    Copyright © 1996-2015 National Geographic Society. Copyright © 2015-2024 National Geographic Partners, LLC. All rights reserved