Estos emperadores romanos continuaron dando miedo desde la tumba
Caligula, Agripina la Menor y Nerón dejaron un legado que fue más allá de la intriga política; se convirtieron en protagonistas de historias de fantasmas que todavía hoy provocan escalofríos.
Pintura barroca al óleo que muestra a Nerón ante el cadaver de su madre, Agripina la Menor, a quien mandó asesinar. Su muerte persiguió a Nerón desatando leyendas de fantasmas que resonaron a lo largo de la historia romana.
La familia de Calígula, Agripina la Joven y Nerón, descendientes del deificado Augusto, el primer emperador de Roma, dejó una huella indeleble en la historia y la leyenda. Sus reinados estuvieron marcados por la intriga política y la violencia, acciones que los historiadores antiguos a menudo consideraban antirromanas, incluso antinaturales. Plinio el Viejo los describió una vez como "azotes del género humano", figuras cuyas vidas (y muertes) siguen resonando a través del tiempo. Desde espíritus vengativos hasta apariciones inquietantes, estas historias de fantasmas sobre algunos de los gobernantes más infames de Roma siguen cautivando casi dos milenios después.
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Calígula: la sombra inquieta del dios emperador
Calígula, el primer emperador romano en declararse dios en vida, afirmaba estar en comunión con Júpiter (el rey de los dioses romanos) y se jactaba de tener relaciones sexuales con la luna. Su creciente megalomanía y desdén por la población romana fueron notorios, y una vez se lamentó de que la ciudad no tenía "¡Ójala tuviese una sola cabeza el pueblo romano!" para que él cortara.
Pero las divinas ambiciones de Calígula tuvieron un final brutal. Según el historiador de la antigüedad Dion Casio, en sus últimos momentos, Calígula aprendió que él "sí tenía un solo cuello", mientras que Roma tenía "muchas manos", una referencia al poder colectivo del pueblo y sus asesinos. Apuñalado en repetidas ocasiones, sus asesinos supuestamente mutilaron su cadáver, clavando "sus espadas en sus partes íntimas", mientras que un relato sensacionalista dijo que "algunos llegaron a comer su carne".
Después de su asesinato, sus restos fueron incinerados apresuradamente en una pira improvisada y arrojados a una tumba poco profunda. No pasó mucho tiempo antes de que, según los informes, su espíritu comenzara a rondar el monte Palatino, donde tuvo lugar su asesinato. Noche tras noche, espectros espeluznantes plagaban los jardines donde descansaba, sin que pasara ninguna noche sin alguna "aparición temible", como escribió Suetonio.
Agripina la Joven: la madre vengativa
Antes de su asesinato, Calígula había exiliado a su hermana Agripina a las islas Pontinas, donde le envió cartas ominosas recordándole que no solo poseía islas para sus enemigos, sino también "espadas", según Suetonio. A pesar de esto, Agripina regresó a Roma para darle a su hermano un entierro adecuado, tal vez una maniobra política, pero también un intento de calmar su espíritu malévolo debido al entierro inadecuado.
También se casó con el siguiente emperador, Claudio, que resultó ser su tío, un acto que "incluso en ese entonces no estaba bien", dice Debbie Felton, autora de Haunted Greece and Rome [Grecia y Roma encantadas].
Agripina era "despiadadamente ambiciosa", dice Felton. Como hermana, sobrina, esposa y madre de emperadores, su influencia sobre Roma no tenía parangón.
Pero su búsqueda de poder se volvió mortal. El día en que nació su hijo Nerón, el historiador Tácito compartió una profecía sobre Agripina de que Nerón algún día gobernaría Roma y la mataría. Sin desanimarse, Agripina declaró: "Que la mate, con tal que reine".
Cuando Nerón ascendió al trono cuando era adolescente, Agripina "ocupaba una posición de poder totalmente sin precedentes para una mujer", dice Anthony Barrett, autor de Agrippina: Sex, Power, and Politics in the Early Empire [Agripina: Sexo, poder y política en el Bajo Imperio]. Pero a medida que crecía, Nerón comenzó a resentir su influencia.
Sus intentos de asesinar a su madre se convirtieron en materia de leyenda, primero por envenenamiento, luego por la manipulación de un techo para que se derrumbara sobre ella mientras dormía. Cuando ambos esfuerzos fracasaron, Nerón invitó a Agripina a un banquete y la envió en un barco diseñado para romperse en el mar.
Sin embargo, Agripina, que se había convertido en una buena nadadora durante su exilio en la isla, se alejó nadando hacia un lugar seguro. Una de sus sirvientas no tuvo tanta suerte. Gritó que era Agripina para que los marineros estuvieran más ansiosos por rescatarla. En cambio, le golpearon la cabeza con remos.
Finalmente, los asesinos localizaron a Agripina en su villa. Sus últimas palabras fueron escalofriantes: "¡Golpead mi vientre!", ordenó, exigiendo que golpearan el vientre que había dado a luz al hijo que la traicionó.
Después de su muerte, se escucharon misteriosos lamentos cerca de su tumba y, se dice, que visiones de Furias con antorchas perseguían a Nerón. Plagado de culpa y paranoia, incluso intentó contactar con el fantasma de su madre a través de una sesión de espiritismo, buscando el perdón de ultratumba.
Nerón: El emperador maldito
La espiral de locura de Nerón se aceleró después de la muerte de su madre. Mostró poco interés en gobernar, prefiriendo cantar y actuar en el teatro, actividades que habrían sido "una marca de infamia" para los antiguos romanos y el tipo de "aspiración inusual que puede haber llevado a los historiadores antiguos a retratarlo como un maestro de la pretensión incluso fuera del escenario", dice Shadi Bartsch, profesor de clásicos en la Universidad de Chicago (Estados Unidos).
Pronto, los aliados de Nerón comenzaron abandonarle en masa. Una noche, se despertó y encontró su palacio vacío. Marcado para la muerte por el Senado, que lo había declarado enemigo público, Nerón huyó de la ciudad. Ante la perspectiva de ser desnudado y golpeado hasta la muerte, optó por el suicidio, hundiendo una daga en su garganta.
Pero la muerte hizo poco para disminuir la presencia de Nerón en la memoria romana. Los primeros cristianos, perseguidos bajo su reinado, lo presentaron como el Anticristo, una figura que regresaría para desencadenar la batalla final entre el bien y el mal, como se predijo en el Libro de Apocalipsis.
Se decía que el fantasma de Nerón también vagaba por la Roma medieval. Según la leyenda, un nogal cerca de la Basílica de Santa María del Popolo se convirtió en el epicentro de la actividad demoníaca, donde se decía que los demonios emergían y aterrorizaban a los peregrinos. Según la leyenda, bajo el magnífico nogal, se decía, yacía el esqueleto de Nerón. El papa Pascual II mandó talar el árbol y tirar los huesos de Nerón al río Tíber para librar a Roma de su espíritu.
"Uno pensaría que con toda la tortura y los asesinatos y otros asesinatos, habría muchos fantasmas revoloteando" en la Antigua Roma, dice Felton, pero las historias de fantasmas sobre personas famosas no eran comunes. Dice que "estos tres famosos familiares" perseguían a los romanos, lo que encaja con sus "vidas especialmente espeluznantes".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.