Cómo Benito Mussolini condujo a Italia al fascismo y por qué su legado perdura hoy en día
Benito Mussolini pronuncia un discurso en Italia. Conocido por su carisma y su retórica persuasiva, el futuro dictador fascista ascendió al poder en medio de un creciente descontento a principios del siglo XX.
Este artículo se publicó originalmente el 14 de octubre de 2022 y ha sido modificado el 29 de abril de 2024.
En octubre de 1922, una tormenta se cernía sobre Italia. El fascismo (un movimiento político que aprovechaba el descontento con una potente mezcla de nacionalismo, populismo y violencia) no tardaría en envolver a la asediada nación y a gran parte del mundo.
Benito Mussolini, el líder del movimiento italiano, había acumulado un gran número de seguidores y comenzó a pedir al Gobierno que entregara el poder.
"¡Estamos en el momento en que o la flecha sale disparada o la cuerda del arco bien tensada se rompe!", dijo durante un discurso en un mitin en Nápoles el 24 de octubre de ese año. "Nuestro programa es sencillo. Queremos gobernar Italia". Dijo a sus partidarios que si el Gobierno no dimitía, debían marchar sobre Roma. Cuatro días después, lo hicieron, dejando el caos a su paso mientras Mussolini tomaba el control.
Mussolini, rodeado de partidarios, entra en Roma en octubre de 1922. Días antes, Mussolini había dirigido el ala paramilitar de su movimiento (conocida como los Camisas Negras) para derrocar al Gobierno.
Nacido en 1883, Benito Amilcare Andrea Mussolini fundó el Partido Nacional Fascista de Italia, aprovechando un creciente sentimiento de nacionalismo y populismo en el país.
El perfil de Benito Mussolini aparece en un cartel de propaganda del libro "Il primo libro del fascista".
El nombre de Mussolini todavía se invoca a menudo en el país como un dictador brutal, aunque algunos todavía lo veneran como un héroe. Justo un siglo después de que Mussolini llegara al poder, el Gobierno de Italia parece que volverá a recaer en un partido de extrema derecha, aunque esta vez ha sido ganando unas elecciones no mediante la intimidación y las amenazas.
Pero, ¿cómo llegó al poder el primer gran fascista de Europa y qué ocurrió exactamente durante aquella fatídica marcha que derrocó al Gobierno de Italia? Esto es lo que hay que saber.
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Cómo Mussolini fundó el fascismo italiano
El fascismo galvanizó un creciente movimiento nacionalista en Europa nacido ante la Primera Guerra Mundial y la Revolución Bolchevique de 1917, en la que los comunistas rusos se hicieron con el control de Rusia tras la caída del Imperio Zarista.
En Italia, Mussolini abrió el camino al fascismo. Nacido el 29 de julio de 1883 en un pequeño pueblo del sur de Italia, de padre herrero y madre maestra de escuela, creció con las historias de nacionalismo y heroísmo político de su padre socialista. Tímido y socialmente torpe, se vio envuelto en problemas a una edad temprana debido a su intransigencia y violencia hacía sus compañeros de clase. De joven, se trasladó a Suiza y se convirtió en un socialista declarado. Con el tiempo, regresó a Italia y se estableció como periodista socialista.
Mussolini - Reunión en Bolonia, Italia, 1934
Mussolini habla en el famoso Coliseo de Roma en 1928.
Mussolini atraía a multitudes en sus mítines y discursos. Como escribió Associated Press en 1922, su "carrera se ha distinguido por sus rasgos viriles y contundentes de carácter, su magnetismo y su elocuencia."
Cuando estalló la guerra en Europa en 1914, Italia se mantuvo neutral al principio. Mussolini quería que Italia se uniera a la guerra, lo que le enfrentó al Partido Socialista Italiano, que le expulsó por su defensa de la guerra. En respuesta, formó su propio movimiento político, las Fasces de Acción Revolucionaria, cuyo objetivo era fomentar la entrada en la guerra. Finalmente, Italia acabó uniéndose a la contienda en 1915.
En la Antigua Roma, la palabra fasces se refería a un arma que consistía en un haz de varas de madera, a veces rodeando un hacha. Utilizada por las autoridades romanas para castigar a los infractores, la fasces llegó a representar la autoridad del Estado. En el siglo XIX, los italianos empezaron a utilizar la palabra para designar a grupos políticos unidos por objetivos comunes.
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Mussolini estaba cada vez más convencido de que la sociedad no debía organizarse en función de la clase social o la afiliación política, sino en torno a una fuerte identidad nacional. Creía que sólo un dictador "despiadado y enérgico" podía hacer una "limpieza" de Italia y devolverle su promesa nacional.
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Crece el apoyo al fascismo
Mussolini no estaba solo: tras la guerra, muchos italianos estaban disgustados por el Tratado de Versalles. Consideraban que el tratado, que repartía el territorio de las naciones agresoras, no respetaba a Italia al concederle demasiado poco terreno. Esta "victoria mutilada" marcaría el futuro de Italia.
En 1919, Mussolini fundó un movimiento paramilitar al que llamó las Fasces de Combate italianas. Sucesora de las Fasces de Acción Revolucionaria, esta escuadra centrada en el combate pretendía movilizar a veteranos curtidos en la guerra que pudieran devolver la gloria a Italia.
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Mussolini saluda a una multitud tras una reunión con el dictador alemán Adolf Hitler en Múnich, Alemania, en septiembre de 1937.
Un cartel de propaganda de la Segunda Guerra Mundial que representa la alianza entre Italia y la Alemania nazi. El lema en la parte inferior dice: "Due popoli una Guerra", que se traduce aproximadamente como "dos pueblos, una guerra".
Mussolini esperaba traducir el descontento de la nación en éxito político, pero el joven partido sufrió una humillante derrota en las elecciones parlamentarias de ese año. Mussolini sólo obtuvo 2420 votos frente a los 1,8 millones del Partido Socialista, lo que alegró a sus enemigos en Milán, que celebraron un falso funeral en su honor.
Sin inmutarse, Mussolini empezó a cortejar a otros grupos enfrentados a los socialistas: industriales y comerciantes que temían huelgas y paros, terratenientes rurales que temían perder sus tierras y miembros de partidos políticos que temían la creciente popularidad del socialismo.
Los nuevos y poderosos aliados de Mussolini ayudaron a financiar el ala paramilitar de su movimiento, conocida como "los Camisas Negras". Aunque Mussolini profesaba estar en contra de la opresión y la censura de todo tipo, el grupo pronto se hizo conocido por su disposición a utilizar la violencia para obtener beneficios políticos.
Un busto de Mussolini expuesto en Predappio, Italia, su lugar de nacimiento. La estatua forma parte de una exposición organizada para conmemorar el centenario de la marcha de Mussolini sobre Roma en octubre de 1922.
Mussolini gobernó Italia durante 20 años, que se caracterizaron por un estricto recorte de los derechos civiles y por sus ambiciones imperialistas.
Los Camisas Negras aterrorizaron a los socialistas y a los enemigos personales de Mussolini en todo el país. El año 1920 fue sangriento, con los fascistas marchando por las ciudades, golpeando e incluso matando a los líderes sindicales, y tomando de facto el control de la autoridad local. Pero el Gobierno italiano, que compartía la enemistad de los fascistas con los socialistas, hizo poco para frenar la violencia.
El ascenso al poder de Mussolini
Aunque en realidad Mussolini sólo controlaba una fracción de los milicianos, su imagen de dureza contribuyó a forjar su reputación de líder poderoso y autoritario, capaz de respaldar sus palabras con acciones violentas y decisivas. Conocido como Il Duce (el Duque) ejercía una poderosa influencia sobre los italianos, seduciéndolos con su encanto personal y su retórica persuasiva.
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Los italianos celebran la caída del fascismo derribando y destruyendo una estatua de Benito Mussolini el 25 de julio de 1943. Esa mañana, el rey Víctor Manuel III destituye a Mussolini como jefe de Estado y lo pone bajo arresto.
Beniacar Santo (un judío originario de Turquía) fue internado en un campo de Agnone (Italia).
Otra víctima de la brutalidad de Mussolini fue Bukić Marco de Andrea, que fue internado en Città Sant'Angelo en los Abruzos, Italia, en 1942.
Luisa Mahler, nacida en Viena en 1900, fue internada en Vinchiaturo, una comuna cercana a Campobasso, en 1940.
Feldman Berta, nacida en Odessa en 1913, fue una de las muchas víctimas de Mussolini. Judía alemana, fue internada en el campo de concentración de Lanciano, en el centro de Italia, en 1940.
En 1921, Mussolini obtuvo un escaño en el parlamento e incluso fue invitado a formar parte del Gobierno de coalición por el primer ministro italiano Giovanni Giolitti (de la Unión Liberal), quien supuso que Mussolini pondría en cintura a sus Camisas Negras una vez que se le diera una parte del poder político.
Pero Giolitti había juzgado mal a Mussolini, que en cambio pretendía utilizar a sus Camisas Negras para hacerse con el control absoluto. A finales de 1921, Mussolini transformó el grupo en el Partido Nacional Fascista, convirtiendo un movimiento que había contado con unos 30 000 miembros en 1920 en un partido político con 320 000 miembros. Aunque le había declarado la guerra al Estado, el Gobierno italiano no pudo disolver el partido y se mantuvo al margen mientras los fascistas se apoderaban de la mayor parte del norte de Italia.
Mussolini vio su oportunidad en el verano de 1922. Los socialistas habían anunciado una huelga que, según el historiador Ararat Gocmen, "no era en nombre de la emancipación de los trabajadores, sino un grito desesperado para que el Estado pusiera fin a la violencia fascista". Mussolini situó la huelga como prueba de que el Gobierno era débil e incapaz de gobernar. Con nuevos partidarios que querían la ley y el orden, Mussolini decidió que era el momento de tomar el poder.
La marcha sobre Roma
El 25 de octubre de 1922, un día después de su mitin en Nápoles, Mussolini designó a cuatro líderes del partido para que dirigieran a sus miembros hacia la capital del país. Mal entrenados y equipados, estos hombres probablemente habrían perdido una batalla con el ejército italiano. Pero Mussolini pretendía intimidar al Gobierno para que se sometiera.
Artículos a la venta en la Tienda Tricolor de Predappio. Situada en la ciudad natal de Mussolini, la tienda se especializa en nostalgia fascista, incluyendo bustos de Mussolini y otros recuerdos.
Los batallones fascistas debían congregarse en las afueras de Roma. Si el primer ministro no concedía el poder a los fascistas (y el rey Víctor Manuel III no reconocía posteriormente su autoridad), sus hombres en espera marcharían hacia la capital y tomarían el control.
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Un despacho de la Villa Carpena, también conocida como Villa Mussolini, que fue la residencia de Benito Mussolini y su familia. Situada en San Martino, la Villa es ahora un museo.
Un partidario del fascismo moderno saluda cerca de la cripta de la familia Mussolini en el Cementerio Monumental de San Cassiano en Pennino.
Mientras Mussolini permanecía en Milán, sus partidarios se reunían. Dejaron el caos a su paso, tomando los edificios gubernamentales de las ciudades por las que pasaron en su camino hacia Roma. Aunque el partido siempre exageró su número, la historiadora Katy Hull señala que menos de 30 000 hombres se unieron a la marcha.
Luigi Facta, entonces primer ministro, intentó imponer la ley marcial. Pero el rey pensó que Mussolini podía instaurar la estabilidad y se negó a firmar la orden que habría movilizado a las tropas italianas contra los fascistas.
En protesta, Facta y su gabinete dimitieron la mañana del 28 de octubre. Armado con un telegrama del rey en el que se le invitaba a formar un gabinete, Mussolini se embarcó en un coche cama y emprendió un tranquilo viaje de 14 horas de Milán a Roma. El 30 de octubre se convirtió en primer ministro y ordenó a sus hombres que desfilaran ante la residencia del rey al salir de la ciudad.
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La caída de Mussolini y el legado del fascismo
El rey, agotado por la Guerra Mundial y un estado de casi guerra civil en Italia, había asumido que Mussolini impondría el orden. Pero en tres años, el hombre fuerte se convirtió en un dictador absoluto, y Víctor Manuel le dejó hacer lo que quería.
A lo largo de los años, Mussolini incrementó su propio poder al tiempo que recortaba los derechos civiles de la población y creaba un estado policial propagandístico. Su agenda también iba más allá de los asuntos internos. Las ambiciones imperiales de Mussolini llevaron a Italia a ocupar la isla griega de Corfú, a invadir Etiopía y a aliarse con la Alemania nazi, lo que acabó provocando el asesinato de 8500 italianos en el Holocausto.
La ambición de Mussolini sería su perdición. Aunque llevó a Italia a la Segunda Guerra Mundial como potencia del Eje alineada con el aparentemente imparable Adolf Hitler, presidió la destrucción de gran parte de su país. Víctor Manuel III convenció a los aliados más cercanos de Mussolini para que se volvieran contra él y, el 25 de julio de 1943, consiguieron finalmente apartarlo del poder y ponerlo bajo arresto.
Tras una dramática fuga de la cárcel, Mussolini huyó a la Italia ocupada por Alemania, donde, bajo la presión de Hitler, formó un débil y efímero estado títere. El 28 de abril de 1945, cuando se acercaba la victoria de los Aliados, Mussolini intentó huir del país. Fue interceptado por partisanos comunistas, que le dispararon y arrojaron su cuerpo en una plaza pública de Milán.
Pronto se reunió una multitud que profanó el cadáver del dictador y descargó años de odio y pérdida. Su cuerpo, apenas reconocible, fue finalmente depositado en una tumba sin nombre. Il Duce había muerto. Pero su legado aún persigue a Italia hoy en día, y el movimiento fascista del que fue pionero sigue vivo tanto en la política italiana como en el imaginario internacional.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.