¿Quién fue Hatshepsut?
Hatshepsut se autoproclamó faraona, gobernó como un hombre durante más de 20 años y se hizo representar en estatuas y pinturas con cuerpo masculino y barba postiza.
Como esfinge, Hatshepsut luce una melena de león y una barba de faraón.
Durante muchos años, Hatshepsut (ca. 1508 - 1458 a.C.) pareció conformarse con el tradicional papel secundario que adjudicaba a las mujeres la realeza egipcia. Era hija de un faraón (Tutmosis I) y reina esposa de otro (su hermanastro, Tutmosis II). Cuando su marido murió en 1479 a.C. y su hijastro fue nombrado heredero, Hatshepsut asumió obedientemente la responsabilidad añadida de ejercer de regente del joven Tutmosis III.
Sin embargo, con el paso de los años, Hatshepsut se condujo menos como supervisora temporal y más como gobernante legítima de Egipto, refiriéndose a sí misma como "Señora de las Dos Tierras". Cuando Tutmosis III se acercaba a la madurez, momento en el que subiría oficialmente al trono, ejecutó una audaz maniobra para mantenerse en el poder.
Momia de Hatshepsut.
Hatshepsut se autoproclamó faraón, adoptando los emblemas y títulos asociados al título. Ordenó que se la retratara en imágenes como un hombre, con cuerpo masculino y barba postiza. Reivindicó incluso al dios Amón como su padre e insistió en que él quería que se hiciera cargo de Egipto: "Actué bajo su mando; fue él quien me dirigió".
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El hecho de que Hatshepsut afirmara su prioridad sobre Tutmosis III fue un viraje radical en la conservadora sociedad egipcia. No podría haberlo conseguido sin el apoyo de los altos funcionarios de la corte -incluido Senenmut, supervisor de las obras reales-, que se arriesgaban a perder su poder, por no hablar de sus vidas, si ella cedía ante Tutmosis III.
Cómo se hizo un nombre y lo perdió
Hatshepsut no podía igualar las conquistas de su padre a la cabeza de las tropas en la batalla, un papel estrictamente reservado a los hombres. Por el contrario: prescindió de la faceta militar. En lugar de enviar soldados a la guerra, los envió a lo que se convirtió en su empresa más sobresaliente: una expedición comercial a la legendaria tierra de Punt, a lo largo de la orilla sur del mar Rojo, donde ningún egipcio había estado durante 500 años. Tal y como se representa en las paredes del templo mortuorio de Hatshepsut, la expedición regresó cargada de oro, marfil, árboles de mirra vivos y una colección de animales exóticos, como simios, panteras y jirafas. El éxito de la campaña aumentó significativamente su reputación y popularidad.
Hatshepsut no desterró a Tutmosis III, que técnicamente fue su cogobernante, pero lo eclipsó claramente. Su reinado de 21 años -15 como monarca principal- fue una época de paz y prosperidad para Egipto. Llevó a cabo grandes proyectos de construcción, entre los que se incluyen dos pares de imponentes obeliscos en Karnak y en su templo mortuorio, Djeser-Djeseru. A la muerte de Hatshepsut, en 1458 a.C., Tutmosis III se hizo por fin con el trono.
El innovador reinado de Hatshepsut permaneció en secreto durante siglos. Antes de su propia muerte, Tutmosis III trató de borrar a Hatshepsut del registro histórico desfigurando sus monumentos y borrando su nombre de la lista de reyes. Cuando los arqueólogos empezaron a descifrar los jeroglíficos de Deir el-Bahari en 1822, y más tarde encontraron su tumba en 1903, se restauró el legado de Hatshepsut como poderosa reina-faraón egipcia.
DJESER-DJESERU, DIGNO DE UNA REINA
El vasto templo mortuorio de Hatshepsut fue considerado uno de los logros arquitectónicos más impresionantes del mundo antiguo. Llamado Djeser-Djeseru ("el sublime de los sublimes"), el complejo de piedra arenisca en terrazas se construyó en los acantilados de Deir el-Bahari, al oeste de Tebas.
Las estatuas de Osiris, dios del más allá, estaban talladas en los pilares del pórtico. Los murales representaban la exitosa aventura comercial de Hatshepsut en la tierra de Punt. Una estatua de tamaño natural la mostraba con el atuendo tradicional de un faraón, haciendo una ofrenda a los dioses, un papel reservado normalmente a los hombres.
Tras la muerte de Hatshepsut, Tutmosis III volvió a consagrar el templo y retiró todas las imágenes de Hatshepsut y su hija, Neferure, de las paredes. Afortunadamente para los arqueólogos, la renovación fue incompleta y gran parte de la gloria original del templo sigue siendo visible hoy en día.
EL MÁS ALLÁ EGIPCIO
La religión para los egipcios cobraba tintes personales cuando se trataba de la vida después de la muerte. En el Reino Medio (1938-1630 a.C.), se consideraba que todos los egipcios -no solo el faraón y su linaje- tenían derecho a una vida de felicidad después de la muerte; es decir, en el caso de que en un tribunal de los muertos obtuviesen una sentencia favorable de Osiris, dios de los muertos y gobernante del inframundo. Los egipcios ricos se prodigaban en los preparativos funerarios porque creían que les facilitarían la travesía.
Los egipcios creían que, al llegar al inframundo, el corazón del difunto se pesaba en una balanza colocando al lado un penacho de avestruz. Si la balanza se equilibraba, el difunto pasaba a los campos paradisíacos. De no ser así, era consumido por la Devoradora de los Muertos.
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Este texto es un fragmento del número especial de National Geographic Los personajes más influyentes de la historia antigua y fue publicado originalmente en inglés en nationalgeographic.com